Algo de cosecha propia
cala_ithil | Publicado el 12-09-2006 03:09:05 |
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Uy... Ahora que lo veo todo junto... Caray. Si alguien se lo lee se merece un premio... ![]() |
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cala_ithil | Publicado el 12-09-2006 03:09:25 |
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Para aquellas que se pasen por mi espacio, esto les sonará repetido. Pero decidí traerlo aquí para aquellos que no vayan curioseando y a los que les guste leer este tipo de historias. Y ya que estamos, haré una aclaración sin importancia real... Este relato está escrito en tercera persona, pero me gustaría que os fijarais en que no es tan lioso como parece. Cuando no utilizo nombres, procuro usar algo que diferencie a mis protagonistas. En este caso, utilizo lo que he decidido llamar tercera persona progresiva. Cuento la historia desde la perspectiva de la chica de Madrid, ¿no? Todas os dareis cuenta de ello cuando leáis. Pues bien, a ella la trato de una manera más cercana, nunca utilizo el pronombre para referirme a ella. Sin embargo, cada vez que la palabra en sí aparece ("ELLA") es como referencia a la otra chica, más lejana del punto de vista, así que más lejana gramaticalmente. Espero que me hayáis entendido, si no, acepto comentarios en plan ??????????????????????? ![]() Ensalló sus palabras una vez más. Podía ser que dijese algo incorrecto. Algo que la molestase. Y lo último que quería era enfadarla o fastidiarla. Al menos no la primera vez que se veían. Estaba emocionada. Le temblaba la voz y se hacía un lío con sus pensamientos. Pero tenía la esperanza de que todo saliese bien. Ella era muy comprensiva, muy cariñosa. Lo último que haría era burlarse de sus nervios. Al menos no al principio. Luego sí, le encantaba vacilar. O no... Dios, no tenía nada claro. ¿Sería ella la misma persona? Igual se comportaba de un modo distinto. Ya la había avisado. Pero se negaba a creérselo. Ella era ella. Y no había más. Faltaba poco para que llegase el metro. Habían quedado en la plaza del dos de mayo. Ella se movía muy mal por Madrid, y además no tenía el bono mensual. Lo mejor era ir a buscarla. Habían echo un trato. Las dos solas, sin nadie más. Y allí, en la plaza, como podía ser en cualquier otro lugar. Daba igual, el caso era conocerse en persona de una maldita vez. Llevaban mucho tiempo hablandole a una pantalla, y vislumbrando sus caras a través de una cam. No era el modo de conocerse. En eso las dos estaban de acuerdo. Cuando el primer vagón pasó delante suya, la arrancó con cierta violencia de sus pensamientos. ¿En qué pensaba realmente? Ni ella misma lo sabía. La plaza estaba tranquila. A esas horas no solía haber mucho ajetreo. Pero los nervios substituían el bullicio por el sonido de los latidos de su corazón, tan acelerados que parecía que acababa de jugar un partido. Sonrió al pensar en la ironía. Pero el pánico podía más. Recordó la vez que había comentado que si algo en ella no le gustaba saldría corriendo. En el momento las dos se rieron, pero allí, sola en el parque, pensó en que era la mejor idea que se la había ocurrido nunca. Cuando se dio la vuelta para marcharse, se la encontró de frente, con una sonrisa y una rosa roja en la mano. Lo único que a certó a decir fue: - Hola. Pillada in-fraganti en medio de una huída. ¿Cómo podía tener tan mala suerte? Estaba segura de que no era la hora todavía. Pero ella ya estaba ahí, con rosa y sonrisa puestas. Maldita En fin, el daño ya estaba hecho. Ahora había que quedarse y apechugar con las consecuencias. Pero ¿Por qué no era capaz de articular palabras? - Hola, chica. ¿Ya te ibas? - Ehhhh No. Sólo Iba hasta el quiosco de la esquina a comprar estoooo ¡Chicles! - Vaya. Pues en ese caso te acompaño. O mejor, tengo alguno por aquí ¿Fresa o Hierbabuena? - Mmmmm Fresa. - Tú siempre tan dulce Sus mejillas se calentaron ante el contacto de sus palabras. Una cosa eran los cumplidos cibernéticos. Había llegado a creer que cuando se viesen en persona encontraría a otra chica distinta de la que conocía Al parecer se había equivocado. La del mucho ruido y pocas nueces había resultado ser más fruto seco de lo que quería dar a entender. Bajó la mirada para evitar que se viese su bochorno, pero era tarde. Ella se reía. Se sintió herida y reaccionó. - ¿Se puede saber de qué te ríes? - Pues de la ironía - ¿Qué ironía? - Era yo la que parecía más de lo que era, y tú la sincera que no iba a cambiar. Pero estás muerta de vergüenza. No pretendo que lo pases mal. Todo lo contrario. Pretendo Bueno. Mejor te lo digo dependiendo de cómo acabe la tarde, si te parece - Ehhhhhh Bueno ¡Touche! Por dentro sintió el calor de una inevitable sonrisa. ¡Qué pelota era! Y cómo le gustaba eso En parte por eso le había caído tan bien. ¿A quién no le gusta que realcen sus virtudes y se olviden de sus defectos. Había poca gente que hiciese lo que ella. Era especial. O como ella se definía: un perro verde. Rara, extraña, diferente, especial Le llamasen como le llamasen siempre se daba por aludida. Y es más, lo aceptaba y le gustaba Así podía diferenciarse del resto de la humanidad, como pocos podían hacer. - Y bueno ¿Tenías algo pensado para esta tarde? ¿O podemos improvisar? - Pues no sé ¿Me invitas a tomar algo? - ¿Sólo eso? Uy, uy, uy Mejor me dejas improvisar a mí. Ven. Vamos a la estación que hay aquí cerca. Quiero que me enseñes Madrid - ¿Estás loca? Te vas a gastar un dineral en metro - No Tú hazme caso. Llévame a los lugares a los que sueles ir. Me gustaría conocer tu vida Se subieron al metro. Había asientos libres, pero ninguna se sentó. Se apoyaron cada una en una de las puertas del vagón. Ella no desviaba la mirada. Permanecía con la cabeza ligeramente agachada, con una intensa mirada fija en la chica a la que acababa de conocer, y una sonrisa de medio lado que parecía... ¡Dios! Parecía sugerir un millón de cosas... O miles de millones... ¿Y las ganas repentinas que le habían entrado de decir que si a todas ellas? Increíble. Se moría por un beso. Pero también moriría si ella la rechazaba. Prefería esperar, guardar las cartas que tenía y jugar sobre seguro... Pero ella no. Se incorporó y se acercó lentamente, esquivando a un hombre sudoroso que se agarraba a una de las barras. Se acercó a unos pocos centímetros de su oído y le susurró con una voz dulce y melosa, especialmente ensallada para la ocasión: - La rosa es para tí, princesa. No pensarás que la traje para que conociese Madrid... Y después de un cálido beso en la mejilla, depositó la flor en sus manos temblorosas. Y sin dejar de sonreír, volvió a donde estaba, ante la atenta y lasciva mirada del hombre que se interponía entre ellas. Pero una simple mirada fugaz a los ojos que la recorrían de arriba a abajo, cargada de desprecio, sirvió para que el hombre recogiese sus ideas y se largase. Era una chica con mucho carácter... Pero eso no era malo... ¿O sí? Se bajaron antes de lo esperado, sin fijarse siquiera en la estación. Ella la agarró de la mano y la arrastró a fuera del vagón. Sin saber ni por qué, ambas corrieron hacia la salida del metro, encontrándose con que habían salido exactamente en Chueca. ¿Casualidad? No, seguro que no. Ella sonreía con picardía. Pero antes de que pudiese reacionar, se echó a correr calle arriba. Apenas tuvo tiempo de seguirla. Corría como una loca, como si perderla fuese lo peor que podría pasarle en el mundo. Pero de pronto, al girar una esquina, se encontró con que no estaba allí. La asaltó la desesperación. Pero unos brazos la cogieron por la cintura y la atrageron hacia el portal más cercano. Cuando se quiso dar cuenta, estaban pegadas, separadas sólo por unos centímetros de aliento jadeante. Nuevamente se alzó un susurro: - Estás muy guapa cuando corres. Pegadas una a la otra, respirando con dificultad después de la carrera, no podían evitar perderse cada una en los ojos de la otra. ¿Qué había entre ellas? Fuego, pasión, amor Ninguna de las dos acertaba a adivinarlo, pero el caso es que había algo. Y no pensaban desaprovecharlo. Se lanzó con un impulso leve a su boca, pero cuando estaba a punto de rozarla, ella se apartó de encima y tiró de la manga de su camiseta para arrastrarla con ella a las escaleras del portal. - Siéntate, por favor. La obedeció, sentándose un tanto asustada, apretando el tallo de la rosa y clavándose una espina. La flor cayó al suelo, seguida por una gota de sangre. Pero ella cogió su mano y acercó la herida a sus labios. -Pensé que no tenía espinas - Princesa, una rosa sin espinas no es una rosa Se quedaron en silencio, mientras ella chupaba la sangre de la herida, arrodillada a su lado. Cuando ya no sangraba, la besó con dulzura y soltó la mano para coger un paquetito que sobresalía del bolsillo trasero de su pantalón. Estaba envuelto con papel de periódico. Con una sonrisa enorme pintada en su cara, se lo ofreció a la chica que la miraba con incredulidad. Su mano temblaba cuando agarró el regalo. Despacio, mientras ella recogía y acariciaba la rosa con las yemas de sus dedos, fue abriendo el pequeño paquete. - No tenías que haberte molestado - Lo vi y me dije que sólo podía ser para ti. Permaneció en silencio, pero levantó la vista del objeto misterioso y la fijó en sus ojos. No le gustaban las miradas tan directas, le daban vergüenza. Pero no sabía de qué otra manera responder a ese cumplido. Ella sonreía, cálidamente, con dulzura, como siempre. El papel llegó a su fin, y, extrañamente a desgana, tuvo que apartar la vista de sus ojos marrones para centrarla en el pequeño objeto entre sus manos. Era un pequeño espejito de plata, con rosas talladas por el mango. Lo sujetó como si se fuera a romper, dándole vueltas entre sus temblorosos dedos. ¡Era precioso! Por la parte trasera tenía tallada en relieve la Catedral de Santiago. Levantó de nuevo la vista y la miró extasiada. Ella sólo acertó a sonreír y a decir: - Toda princesa que se precie debería tener un espejo de plata - No sé qué decir - Pues no digas nada. Vamos. Tengo ganas de ir a una librería cerca de aquí - Claro Claro. Vamos Se pasaron el resto de la tarde de tienda en tienda. Entrando y saliendo del metro, guiadas no por el interés de comprar, sino por el interés de pasar el rato juntas, hablando. Caminaron toda la tarde, bromeando sobre todo, congeniando, acercándose cada vez más. Ambas buscaban el roce, y se les notaba demasiado. Cuando llegaron a la plaza del Dos de Octubre, se dieron cuenta de que el camino había terminado. Era tarde. Si la luz y la contaminación lo permitiesen, se verían las estrellas en lo alto del cielo. La plaza estaba desierta. La oscuridad había aullentado a la gente decente, y la que no lo era no tenía nada que buscar allí así que estaba solas, completamente solas. Sin pronunciar una palabra, ambas decidieron sentarse en un banco, bajo la luz de una farola. Permanecieron largo rato en silencio, sin atreverse a pronunciar ni una palabra, por temor a que resultase ser un Adiós. Ella se levantó y se puso frente a la otra chica, que todavía sostenía la rosa, teniendo mucho más cuidado con las espinas. Se arrodilló, quedando a la altura perfecta El momento era ideal; la luz caía del cielo iluminando las ligeras motas de polvo que contenía el aire, dando al lugar un aspecto mágico, como de cuento de hadas; las flores cercanas, que ya se habían cerrado, despedían un ligero aroma que cautivaría al más rudo de los hombres; la noche las envolvía, tejiendo con sus redes la ocasión ideal para un beso. Sin embargo ella no la besó. Permaneció arrodillada, mirándola a los ojos desde una distancia prudencial. Parecía que masticaba algo, que le daba vueltas a una idea que le costaba desarrollar. Al final, se decidió a hablar: - - Quizás no nos volvamos a ver - - Lo sé - - En ese caso, quiero hacerte dos preguntas. - - Claro - - La primera Si esto pudiese continuar ¿Qué sería yo para ti? - - - No lo sé Importante. Muy importante. Pero no puedo hacerme a la idea. - - - Me valdría Y la segunda - - ¿Si? Se fue acercando a la chica lentamente, hasta casi rozar sus labios. Las miradas ya se habían perdido, las respiraciones comenzaban a agitarse, sus cuerpos reaccionaban al deseo de abrazarse con toda la tensión que podían acumular Al fin pudo abrir la boca y pronunciar las deseadas palabras: - - ¿Te molestaría mucho que te besase ahora mismo? - - Me moriré si no lo haces La poca distancia que quedaba entre las dos desapareció por completo, permitiendo que sus labios se fundieran en un profundo y esperado beso. La rosa cayó al suelo, olvidada por su dueña a cambio de un manjar mucho más dulce, de un plato que tenía miedo de no haber probado nunca, pero que tenía más miedo de perder. Cuando se separaron, ambas se sentían como flotando en una nube. No querían soltar el contacto de sus manos, no querían irse a casa, querían permanecer juntas, y descansar durante toda la eternidad abrazadas en un solo cuerpo. Sin embargo, debían volver cada una a su solitaria cama. Las dos se levantaron. Se miraron a los ojos y se fundieron en un largo y caluroso abrazo. Ese podía ser el final de toda su aventura. Un día, un beso, un abrazo Apenas nada - Tengo que irme. Me esperan en casa. - Lo sé Yo también - Claro Mañana madrugas para coger el avión, ¿no? - ¡Oh! ¿Pero cómo? ¿No te dí la noticia? - ¿Qué noticia? - Pues que no me voy mañana Me quedo el resto del mes Después de aquel encuentro las cosas no volvieron a ser lo mismo. Se había entregado de una manera brutal sólo porque ella se marcharía al día siguiente. Ahora le resultaba un tanto incómodo mirarla, hablarle, tocarla... No, definitivamente no podía. ¿Y ahora? ¿Ahora qué? No tenía ni idea. Por supuesto no podía negarse a quedar con ella. No podía negarse porque no podía hacerlo... Realmente le había gustado ese beso, por eso tenía tanto miedo. No quería enamorarse de alguien que sólo se quedaría un mes... Y sin embargo en un día le había entregado su corazón. Pero eso todavía no lo tenía claro... Quedaron al día siguiente, y al otro, y al otro... Día tras día se fue convirtiendo en una pequeña rutina. Se sentaban en el mismo café, donde el camarero ya no les preguntaba lo que tomarían, sino que se daba por sentado. Hablaban de vanalidades, de cosas sin importancia, de sus vidas, de sus aficiones, de sus familias... Trabaron una relación basándose en que nunca había ocurrido nada entre las dos. Olvidaron aquel hermoso beso lleno de magia que las había hechizado la noche de su primer día juntas. Y nunca más volvieron a hablar del tema. La rutina comenzó a borrar ese recuerdo, a pesar de que cada roce involuntario lo hacía renacer, con nuevas fuerzas, ocupando su mente como si fuese lo único en lo que podía pensar. La habían besado muchas veces, pero nadie le había hecho sentir lo mismo que ella. Y sin embargo la asustaba la fuerza de ese recuerdo. por eso siempre evitaba su tacto, por eso siempre se escondía tras la mesa, apartando las manos si ella intentaba cogerlas. Ella no parecía darse cuenta, seguía comportándose como el primer día, tratando de acercarse lenta y pacientemente. Pero la fuerza de la negación acabó haciendo efecto en sus intentos, borrándolos por completo. Quizás sí se había percatado de las huidas, y sin embargo seguía sonriendo de la misma manera, con paciencia, con dulzura... Haciendo que inevitablemente la quisiera... Y ese fue el motivo por el que decidió dejar de verla. Ella era peligrosa: desestabilizaría toda su vida. No podía echar a perder todo lo que tenía. Si se enamoraba de ella... ¿Qué podía ocurrir? No podía evitar pensar en las cuestiones prácticas... ¿Vendrí ella a vivir a Madrid? ¿O le pediría que la acompañase? ¿Mantendrían una relación a distancia? ¿Se olvidaría de su amor al llegar a casa? No podía dar respuesta a esas preguntas, al igual que no podía responder a la única pregunta que importaba realmente: ¿de veras la quería? Y durante una semana todo permaneció del mismo modo, quedando en un café, tomando algo y hablando de todo y de nada, sentando una base sin darse cuenta, llegando a conocerse más de lo que nunca habían pensado... La llamada telefónica la sobresaltó. Se había quedado dormida... No eran ni las tres de la tarde. Agarró el móvil con desgana, mientras se estiraba y se desperezaba sonoramente. Pero en cuanto miró la pantalla los nervios empezaron a atacarle. Era ella. Lo dejó sonar otras dos veces más, igual ella se cansaba y colgaba... Pero al parecer no se rendía fácilmente: el móvil continuaba sonando. Apretó el botón sonriendo con resignación. Y puso su mejor voz somnolienta para explicar la tardanza sin achacarla a su miedo. - ¿Diga? - Hola, princesa. - Ah, hola. ¿Qué tal? - Si te soy sincera... No lo sé. Quería quedar contigo. ¿Crees que podrías hacerme un hueco en tu agenda? - Mmmmm... Bueno. Pero sólo por ser tú. - Claro. No esperaba menos. - Deja que me arregle y estoy ahí en una hora. - No necesitas arreglarte. Eres preciosa tal como eres. Te espero. Antes de que pudiese decir nada, ella ya le había colgado. Era una manía absurda... Siempre quería quedarse con la última palabra. Era un poco peliculera a veces... Pero era tan dulce y sincera. Era un vicio estar con ella cuando de repente te miraba a los ojos y te decía lo hermosa que eras. Sonrió recordando el primer momento en el que lo había hecho. Con esa mirada era normal que se quedase clavada al asiento... Se levantó y se vistió a una velocidad ni rápida ni lenta. Ya no estaba segura de estar ansiosa por verla. Ya no estaba segura de querer seguir con el jueguecito de roces y miradas que se iba enfriando cada día más. No, no estaba segura de nada. Y eso es lo que quería decirle, por eso había aceptado quedar esa tarde. Necesitaba algo más, o todo moriría antes de haber empezado siquiera. Además, a ella le quedaba menos de medio mes. Era una tontería encariñarse más... Y a pesar de que ya podía considerarla una gran amiga, el beso del primer día se había encargado de cruzar esa línea peligrosa que ahora las estaba volviendo indiferentes. Algo habría que hacer para remediarlo. Sonaba What You´re Made Of de Lucie Silvas, sonrió, apoyada en la barra del metro. Era una pena, no era la versión de Antonio Orozco... Pero seguía siendo preciosa. Le gustaba la versión de Orozco por una simple frase que había marcado su relación con la otra chica: "El quererme no lo es todo". Quizás ese era el problema. Se querían, sí. Pero no pasaban de ahí. ¿Se querían? Dios... No se había parado a pensar algo así... Se había acostumbrado a los largos viajes en metro. Apenas se aburría. Siempre encontraba algo que hacer. Esa vez no iba a ser la excepción. Comenzó a repasar los sms del móvil, para tratar de hacer más corto el trayecto. Y se encontró con uno que ya casi había olvidado: "Wns nxs,princesa.se ve que no me exas muxo de-,ya no me das esos tokes kmacian sonreir..no tpreocupes.yo seguire por aki pa cuando necesites algo.tkiero,princesa." Era de antes de haberse visto. Sí, había dejado de enviarle toques y mensajes. ¿El por qué? Ni ella misma lo entedía. Necesitaba espacio, necesitaba respirar, necesitaba olvidarse de ella durante unos instantes, porque si no se enamoraría completamente. Y eso le daba demasiado miedo. Ella no la quería. Ella sólo jugaba. Ella... Era demasiado perfecta... Llegó un poco antes de la hora prometida. La plaza estaba atestada de chiquillos con sus madres; de chavales con sus móviles, de personas que pasaban a toda velocidad de un lado a otro; de gente, gente y más gente... Entre todos ellos no pudo encontrar a la persona que buscaba. Pero ella jamás se había hecho esperar. Su mano se posó en su espalda con una suavidad increíble. Sintió de nuevo ese escalofrío que le removía el estómago y la dejaba por las nubes. Pero al darse la vuelta y ver de nuevo la sonrisa de toda la semana anterior, la magia se evaporó. Sería otra tarde igual de aburrida. Estaba segura de eso. Pero se equivocaba. Ella se llevó un dedo a los labios, pidiendo silencio. Nada de preguntas, nada de comentarios. Nada de palabras pues era eso lo que las estaba perdiendo... Ella agarró su mano y tiró suavemente, con delicadeza, insinuando que quería que la acompañase. Caminaron por una calle atestada de coches aparcados, pero más solitaria que las anteriores. De pronto algo comenzó a subir por su garganta. Un nudo de.. ¿nervios? Sí, parecía como aquella primera noche. No tenía ni idea de lo que podía esperar... Ella volvía a extender los polvos de hadas sobre las dos, reviviendo la magia. Llegaron a una puerta alta de madera. Era una puerta antigua, tallada, pero tan desgastada que no habría llamado la atención. Ella buscó en su bolsillo, sin soltar su mano. Sacó unas llaves y las introdujo en la cerradura. La puerta se abrió con un chirrido. Antes de entrar, sujetó la puerta y le cedió el paso. Atisvó el interior, con el corazón en un puño. Unas escaleras, un ascensor antiguo, un par de puertas más destartaladas que la exterior... Ella entró sin titubear, dirigiéndose a una de las puertas, la más cercana. También la abrió con las llaves, volvió a cederle el paso y cuando hubo entrado, cerró la puerta tras ellas, apoyándose sobre la madera y mirándola con una extraña expresión que no había visto nunca. Los nervios se convirtieron en pánico... La casa olía a incienso. Todo estaba oscuro, con montones de velas colocadas por todas partes. Algunas grandes, que iluminaban con una enorme llama anaranjada; otras más pequeñas que recortaban un circulito de luz amarilla contra las paredes blancas; las últimas eran las típicas que se pondrían bajo un quemador de esencia. Toda la casa estaba llena de ellas: desde el pasillo por el que entraron, al recibidor donde dejaron los abrigos y la habitación a la que ella la hizo pasar... Era una estancia pequeña, ocupada mayormente por una cama al fondo, debajo de la ventana, y dos armarios en la parte derecha. En la izquierda había un escritorio y unas estanterías, también atestada de pequeñas lucecitas y de barras de incienso que despedían su aroma en forma de columnas de humo serpenteantes. Sonaba música instrumental, seguramente la banda sonora de una película, porque le parecía reconocerla. Pero sus nervios no la dejaban centrarse en ningún detalle Su corazón latía cada vez más deprisa. Ahora el juego de los roces ya no le parecía tan estúpido. Ella le posó su mano sobre el hombro, provocándole un escalofrío que comenzó en la zona del contacto y se extendió por el resto del cuerpo como un latigazo. Sus latidos aumentaron su velocidad, un contacto más y su corazón estallaría. Pero el roce no llegó. - Siéntate en la cama, por favor. A la derecha. - ¿Qué es esto? En el centro de la cama había un pequeño librito con un mazo de cartas alargadas, del doble del tamaño que una baraja española. - Son cartas de Tarot. Quiero leerte el futuro - ¿Qué? - Quiero leerte el futuro. Quiero que sepas qué hacer. Y quiero saber qué puedo hacer yo Empezó a temblar de pies a cabeza, como un junco a la rivera de un río. Empezaba a plantearse la posibilidad de que en su futuro estuviese ella. Y el tener que sentarse en la misma cama ante una mujer a la que empezaba a desear, eso la hacía perder el control - ¿Y bien? ¿Dejarás que te lea el futuro? Empezaba a marearse con el olor del incienso. Ella continuaba mirándola con la misma cara, con las cartas en la mano y una enigmática sonrisa dibujada en los labios. Barajaba las cartas como si fuesen una extensión de su cuerpo. Ni cuenta se daba de que las tenía. Parecía que ella sólo tenía ojos para la chica que se sentaba delante. - ¿Qué me dices? Puedo leer tu pasado, tu presente y tu futuro. Sólo necesito que cortes la baraja con la izquierda. Yo me encargo de lo demás - Yo Vale. Está bien. Dime qué me traerá el futuro. Ella puso la baraja sobre la cama, hacia ella, mientras la miraba inquisitivamente. Le indicó con un gesto que cortase, hacia la izquierda, con esa misma mano. - Está más cerca del corazón, por eso es la que se usa. Fluye más energía. Cuando hubo soltado las cartas, ella las recogió y comenzó a extenderlas boca arriba, como si fuesen las marcas horarias de un reloj. La primera era una flor rosada, El Coraje; la segunda estaba del revés, era una persona solitaria en mitad de un desierto, La Repulsión y el Abandono; la tercera era El Hombre Rubio, también del revés; la cuarta El Delfín; la quinta La Mujer Morena; la sexta un caballo desbocado, La Rabia y la Impulsividad; la séptima una balanza, El Juicio; la octava era una paloma volando hacia el sol, La Felicidad; y por último, la novena, situada en el centro, pero boca abajo. Suspiró sonoramente antes de acercarse un poco más a las cartas. Sin previo aviso, sus manos se encontraron como por arte de magia, y ella la agarró con fuerza, pero con infinita suavidad. Apartó la mirada de las cartas y la clavó en sus ojos. Cuando comenzó a hablar, su voz era más ronca que de costumbre. Señaló la primera carta. - La primera vez que te enamoraste, tuviste miedo. Pero no dejaste que nadie más lo viese. Te lo guardaste todo dentro, intentando no molestar a nadie con tus sentimientos. Sus ojos se abrieron desmesuradamente. ¡Era verdad! Ella señaló las siguientes tres cartas, apoyando el dedo en cada una de ellas. - Para olvidar ese amor, para quitártelo de encima, buscaste ayuda de fuera y conociste a un chico de pelo claro. Pero él no pudo ayudarte. Tenía que salir de ti el querer olvidar. Y no fue tan fácil como esperabas. Todavía no lo has hecho. Se sonrojó ante el evidente ataque Pero era completamente cierto. No podía negar nada de lo que le decía. Ella volvió a dirigir su dedo hacia las cartas, posándolo sobre la que representaba una mujer morena. - ¡Ah! Fíjate en esta Esta es el presente. Es la mujer que ahora ocupa tus pensamientos. Es la que te quita el sueño, de la que estás enamorada. - ¿Enamorada? No Yo no - Shhhhhh, espera, escucha. Hay más. Mira las otras tres ¿Ves? Esta, la del medio, El Juicio Esta divide. Tendrás que tomar una decisión al respecto, tiene que ver con la mujer morena Una de las decisiones te hará la mujer más feliz del mundo. La otra La otra te hundirá en la rabia, en el temor, en lo diferente que podrían haber sido las cosas ¿Lo entiendes? - Yo Sí entiendo Pero yo no - Tienes que decidir Pero tranquila ¿Ves esa carta que queda todavía dada la vuelta? - Sí. - Esa carta es un consejo. Si quieres puedo voltearla o dejarla como está. Esa carta te dice la decisión que deberías tomar - Yo No sé si quiero - Tómate tu tiempo. Traeré algo para picar de la cocina. Tranquila. Ella salió de la habitación tras dedicarle una enorme sonrisa. Se quedó mirando fijamente la carta del revés. Podía esperar a que ella viniese. Estaba claro que no sabía nada de cartas. No sabría interpretarlo Pero quizás No, tenía que esperar. Pero había algo en aquella carta que la llamaba, que la obligaba a levantarla y mirarla Y no era lo suficientemente fuerte como para resistirse. Agarró los bordes y la volteó, quedándose con dos rosas en la mano, una roja y otra rosa. La carta de la Atracción. Leyó la inscripción: Pasión, atracción física o mental, amor, fuerte vínculo. Y se decidió por el significado que más deseaba tomar en esos momentos. Ella estaba de espaldas, sacando un par de cervezas de la nevera. Al escuchar sus pasos se dio la vuelta, empujando la puerta, y la miró con curiosidad. No se detuvo, se acercó a ella, la empujó contra el enorme electrodoméstico y la besó con toda la pasión que ardía en ella desde que habían entrado en la casa. Ni siquiera le había dado tiempo a soltar las botellas de cerveza. Las sintió en la espalda cuando ella le devolvió el beso y la atrajo con fuerza hacia su pecho. Estaban frías, pero increíblemente la excitaban de un modo inimaginable. Forcejearon durante unos instantes, con brazos, cuerpo y lenguas, recorriendo todo lo que les permitía la situación. Cuando por fin se dieron un respiro, ambas jadeaban sonoramente, no cansadas, sino encendidas por el fuego de la pasión. Ella la apartó ligeramente, con un gesto insinuante de su cadera, para que le dejase el espacio suficiente para dejar las cervezas a un lado. Ella agarró sus manos, atrayéndola con un suave tirón de vuelta hacia sus labios, y sin poder dejar de sonreír, tradujo toda la pasión en ternura. - ¿Cuál era? - ¿Qué? - La carta ¿Cuál era? Sonrió, algo avergonzada ante la obviedad de sus acciones. Pero se negaba a responder de un modo convencional. También podía ser misteriosa. Se dio la vuelta y entrelazó sus brazos con los de ella, obligándola a seguirla. Fueron avanzando a trompicones por el pasillo, riéndose, disfrutando del hermoso momento que habían encontrado juntas. Al entrar en la habitación, se tiró sobre la cama, agarrando entre todas las demás la última carta que había visto: La Atracción. Se la mostró a ella, escudándose tras la cartulina y con la espalda apoyada en la pared. Ella no dejaba de sonreír. Lentamente, recogió las cartas una por una, ante la atenta mirada de la otra chica. Cuando hubo recogido todas, se volvió y miró directamente a la que representaba las dos rosas entrelazadas. Ella se agachó para recogerla, pero antes de que sus dedos la tocasen, los que la tenían sujeta se soltaron y la dejaron caer al suelo. De pronto una mano se aferró al cuello de su camisa y la atrajo hacia la cama, donde cayó sin aliento. No podían dejar de sonreír. Se levantaron en guerra, una guerra de cosquillas y forcejeos. Se revolcaron con toda la inocencia del mundo en la pequeña cama, en la que apenas entraban las dos un poco apretadas. Levantaron sábanas, mantas, colcha Pero en un traspié la cosa se torció, y acabaron una encima de otra, jadeando, con la sonrisa permanente asomando a sus labios. Estaban cansadas, sin aire, sin aliento Se miraron a los ojos. Por primera vez desde que se habían conocido en persona, se fijaron la una en los ojos de la otra. Y se fundieron en un beso y un abrazo destinados a completarse mutuamente. Con dulzura, con ingenuidad, con inocencia Se fueron dejando llevar hacia caminos más sutiles, más intensos, más personales Sus caricias empezaron a buscar suspiros. Ella acarició suavemente su pelo, apartándolo de su camino a medida que sus labios y su lengua seguían a su mano. Fue besando ligeramente el cuello, recorriéndolo con la lengua, ascendiendo hasta su oreja Y ahí se detuvo ella, jugueteando con sus dientes en la zona más sensible que encontró. No podía dejar de jadear. La sensación era tan intensa que se conformaba con no gritar de placer. Empezaba a sobrarles la ropa. Empezaban a sudar y a sentir ese calor que te obliga a despojarte de todo, dejando libre la piel, que ansía roces y caricias. Ella le guitó la chaqueta, con habilidad, como si ya lo hubiese hecho mil veces. Luego le siguió la camiseta. Pero el calor parecía seguir creciendo y ella también se sacó la camisa con un gesto rápido, dejándola caer a un lado de la cama. Al fin sus pieles se tocaban, traspasándose su calor, que en esos momentos era poco menos que infinito. Lentamente, ella comenzó a extender sus besos desde el cuello al pecho, marcando claramente el recorrido, dejando marcas con los dientes con una suavidad más desesperante que apremiante. Fue bajando, despacio, aumentando el ritmo y la sonoridad de sus jadeos, deteniéndose a trazar círculos con su lengua en cada rincón de su piel. De vez en cuando usaba los dientes, para marcar el que se había convertido en su nuevo territorio. Llegó hasta la hebilla del pantalón, sujetándola con los dientes mientras lanzaba una furtiva mirada al cuerpo que acababa de recorrer, parándose en los bellos ojos oscurecidos por el placer. Sin embargo su hambre distaba mucho de estar saciada, y con movimientos rápidos y concisos desabrochó el pantalón y se lo deslizó con suavidad por las piernas, hasta dejarlo sobre el resto de la ropa. Se disponía a continuar, pero alguien la interrumpió. Ella levantó la vista y se encontró esa mirada intensa y expresiva. Era muy fácil leer lo que trataba de comunicarle: también quería participar. No quería permanecer como una simple espectadora. Dirigió sus dedos hacia el botón de los vaqueros y lo desabrochó con lentitud, ante la atenta mirada que ella le regalaba. Ya sólo quedaban entre sus pieles cuatro molestas prendas que no tardaron en desaparecer con la máxima dulzura, con cariño, con el amor que sentían la una por la otra Abrieron los cierres de los sujetadores mientras se abrazaban, y dejaron que se deslizasen hasta el suelo, ante sus pies. Ella detenía la mirada en cada curva de su cuerpo, como tratando de memorizarla. Era un momento intenso y dulce al mismo tiempo. La ternura inundaba la habitación, a la luz de las velas semi-consumidas. Ella la empujó con suavidad, sentándola en la cama y dejando que se recostase. Pero no la siguió. Empezaba a extrañarse. - Espera. No te muevas. - ¿Qué? Recogió del escritorio un par de lápices y una libreta de bocetos, colocándolos en una silla situada en el centro de la habitación. - Por favor quédate tal como estas. Necesito pintarte Los trazos recorrían el papel, como si acariciasen la piel desnuda. Se le habían subido los colores a las mejillas. Le parecía ridículo estar posando para ella. Hasta que ella levantaba la cabeza y miraba por encima del lienzo. Entonces todo su cuerpo se tensaba, como si fuesen sus manos el lapiz y su cuerpo el papel. Necesitaba acercarse a ella, sentir su calor, tocarla... Pero ella se había empeñado en dibujarla precisamente en ese momento en el que pensaba que no podría resistir más sin sus caricias. Nunca se había parado a pensarlo, pero la necesitaba. Quería que se quedase con ella para siempre, abrazándola, mimándola, queriéndola... AMÁNDOLA. Pero no podía dejar de pensar que en poco tiempo dejaría de acompañarla. Volvería a su ciudad, a su vida, a su ambiente... Y volvería a estar sola, como nunca lo había estado. Pues con ella había conocido lo que era olvidar la soledad. Sin darse cuenta, se habían conocido, se habían enamorado y después comenzaron a saber la una sobre la otra. Lo único que les faltaba era ese último contacto, esa lucha piel con piel. Amarse y conocerse físicamente. Y parecía que ese momento no llegaría nunca... Ella seguía mirándola, y su mirada era como sus propias manos. Se posaba en los lugares más insospechados, impidiendo que sus mejillas tomasen su color natural. Empezaba a tener frío, y ella lo notó... Sonrió con dulzura, con compasión, como si ella misma supiese todo lo que estaba probocando con ese lienzo introducido entre las dos. Se levantó, dejando los lápices a un lado. Se acercó a la cama con pasos pequeños, vacilantes, mientras intercambiaba miradas entre el dibujo y la realidad que había plasmado en él. Le dejó un pequeño hueco, para que ella se sentase bien cerca. Y lo hizo. Se dejó caer, desnuda como estaba, sobre su vientre. Le dio la vuelta al lienzo, para enseñárselo. No pudo contener un gritito de admiración. Se le parecía tanto... Y lejos de parecer estúpida, como había pensado en un principio, estaba en una postura insinuantemente sexy... Le daban ganas incluso de atacarse a sí misma... Y así el fuego empezó a deborar sus entrañas de nuevo, obligándola a dirigir su mirada hacia ella. La deseaba con todo su corazón. Y lo que era peor... con todo su cuerpo... Ella sujetó con firmeza su nuca, obligándola a levantar la cabeza y centrar su mirada en los intensos ojos que la observaban con intensidad. Trataba de centrarse en lo que había detrás de ellos, pero el deseo la inundaba de tal manera que no pudo evitar mover sus manos sobre la cálida pierde sus caderas, subiendo por la espalda, abrazándose a su cuello. Ella la tumbó sobre la cama, con un gesto rotundo de su cadera, pero sujetando con su brazo el cuello para dejarla caer suavemente sobre las sábanas. El bloc de dibujo y el lápiz cayeron al suelo, pero el golpe no las distrajo ni lo más mínimo. Ella dejó caer lentamente su cuerpo sobre la ardiente piel que la esperaba. Necesitaba tanto el contacto que todo el vello de su cuerpo se erizó, y un escalofrío recorrió su espalda cuando ella le situó la rodilla entre las piernas. Sus miradas no despegaron el contacto ni un solo instante hasta ese preciso momento, en el que ella acercó lentamente su rostro y cerró los ojos para regalarle un intenso beso. Comenzó lamiendo las comisuras de sus labios, apartándose ligeramente cuando trataba de atraparla; luego recogió su labio inferior entre los dientes, mordisqueándolo suavemente; trató de ser ella la primera que degustaba con toda la boca el dulce sabor de un beso Y lo consiguió. Tras la batalla, la lengua se adelantó a recoger su recompensa, pero se encontró una dura oponente con la que tuvo que luchar de nuevo. Pero esta vez ella no fue la vencedora, ni tampoco la vencida. El contacto entre sus lenguas revitalizó sus ansias de amarse, llevándolas esta vez hasta el límite del deseo. Ella comenzó a lamer su cuello, deslizándose cada vez más hacia abajo sobre su piel. Los jadeos comenzaron a escaparse de sus labios, pero pronto dejó de ser suficiente y tuvo que clavar sus uñas en la espalda de su amante. Ella no se quejó. Si le había dolido se lo guardó para ella, sin mostrar ni un solo síntoma de queja. Todo lo contrario, ella agilizó más su descenso, ansiando llegar al límite en todos los sentidos. Su cuerpo se arqueaba bajo cada uno de los movimientos de su lengua. Ya no podía evitar los grititos que cada vez subían más de intensidad. Pero de pronto, por un momento, se hizo el silencio en la habitación: ella había llegado a su destino. El silencio volvió a romperse con más jadeos y gritos; con palabras incoherentes susurradas a medias, o gritadas incluso. Mientras ella movía su lengua al ritmo de los latidos de su corazón, no pudo evitar las sacudidas que agitaban su cuerpo cada vez con mayor frecuencia. De pronto se hizo inevitable la llegada al clímax, traducido en un fuerte temblor y un grito intenso y prolongado, que fue bajando de intensidad conforme la tensión se fue relajando. Ella se incorporó ligeramente, para acostarse exhausta al lado de su amante. Levantó ligeramente su rostro con la mano, dejándolo a la altura perfecta para un beso. Se fundieron en un abrazo tan intenso y puro, que ninguna de las dos pudo evitar quedarse dormida. Disfrutaron al máximo del tiempo que les quedaba. Pasaron las noches con los cuerpos entrelazados; caminaron por la ciudad cogidas de las manos; contemplaron las estrellas juntas, no mirando hacia el cielo, sino centrándose la una en los ojos de la otra... Se amaron se bebieron, se entregaron a la pasión con toda la dulzura y el amor que cabía en sus pechos. Pero a pesar de todo lo que sentían la una por la otra, el día del adiós llegó como una inevitable tormenta eléctrica, dejando caer sus rayos sobre sus vidas. Sin embargo decidieron no hablar de ello hasta que ya no podían evitarlo... - ¿A qué hora sale el tren? - Dentro de cuatro horas. ¿Vas a acompañarme? - Sí... Pero no sé si... -Shhhhh. No digas nada, mi vida. Sólo disfrútalo. Se abrazaron desnudas, probablemente por última vez. Se vistieron en silencio, entre caricias y besos a lo largo de toda su anatomía. Ella estaba silenciosa, distante. Esta vez no cabía esperar ningún truco. Recogió sus últimas cosas y las metió en la maleta. Cuando terminó, la miró directamente a los ojos y, sin aviso, la atrajo hacia sí para regalarle el beso más apasionado y dulce de toda su vida. Y sin embargo el sabor fue salado, aunque ninguna de las dos estaba segura de quién había dejado escapar la lágrima. Llegaron a la estación con el tiempo pegado. Así tendrían el momento justo para un beso y un adios susurrado. Se miraron a los ojos y dejaron que sus labios se encontrasen en la ternura. Sus cuerpos parecían negarse a separarse, pero al final ella tuvo que ser la voz de la razón y partiendo en pedazos su corazón, se despegó del cuerpo que tan familiar le era ya. Trató de forzar una sonrisa cuando le cogió las manos. - Voy a volver. En cuanto pueda me tienes otra vez a tus pies, princesa. Ya lo sabes. - Ya lo sé. Pero no es lo mismo... Tenerte todos los días a mi lado... Es algo que no volveré a vivir nunca más. Eso lo tengo claro... - No, princesa, no pienses así... - Me dan ganas de irme contigo... De pronto la expresión cambió por completo. Entre la tristeza creció una nueva esperanza. Ella sonrió de oreja a oreja y la cogió con ambas manos por la cara. Le dio un pequeño beso en los labios. - ¿Y por qué no lo haces? - Pues porque... No puedo dejarlo todo aquí... No puedo... De verdad... Si pudiera... La luz que se había encendido se esfumó. Ella cerró los ojos lentamente y suspiró. Soltó su cara y se retiró, agarrando el asa de su maleta. - Tienes razón. No puedo pedirte algo así... Pero tranquila. Volveré prontito, en cuanto tenga un poquito de tiempo... - Claro, reina, ya lo sé. - No me lo tomes a mal, pero no voy a mirar hacia aquí cuando el tren arranque. No soportaría ver cómo te quedas atrás... - Lo entiendo. Pero estaré aquí hasta el final, por si se te ocurre mirar... - Yo... Nos veremos pronto, princesa. - Seguro, mi reina. - Adios. - Adios. Ella agarró la maleta y se volvió. Se juró a sí misma que no volvería a mirarla, sino correría el peligro de querer quedarse. Así que subió al tren y se acomodó en la primera butaca que vio libre. Procuró ponerse hacia el lado contrario, para no tener que verla ni por accidente. El tren comenzó a vibrar. Se fue poniendo lentamente en movimiento. Las lágrimas comenzaban a acudir a sus ojos. Ella estaba en el andén. Una mirada, una última mirada no le haría daño. Se giró con brusquedad cuando el tren comenzaba a ganar velocidad. Pero entre las personas dispersas ya no se encontraba su amante... Se había ido... - ¿A quién buscas? Su voz la sobresaltó. ¡¡Estaba allí, había subido al tren!! - ¡¡¿Qué haces?!! - Lo pensé mejor y decidí que todo lo demás no importa tanto... - Pero... Puso un dedo en sus labios y lo acompañó con un dulce beso. Las lágrimas comenzaron a rodar pos sus mejillas. La atrajo hacia su cuerpo y la sentó sobre sus rodillas. - ¿Sabes una cosa, princesa? - Que, mi reina. - Que te quiero. - Y yo a ti. |
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luna89 | Publicado el 12-09-2006 15:09:17 |
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Jejeje, esta genial Cala_Ithil ![]() |
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peke | Publicado el 18-09-2006 02:09:03 |
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Anoche la volví a ver, estoy segura de que era ella. Sentada, esta vez escuchando música, y mirando al cielo como si alguno de esos puntitos luminosos fuera a perder el equilibrio en cualquier momento. La miré, y ella ni siquiera se dio cuenta. Olí su perfume y no se percató. La sentí, a lo lejos, y apenas me miró. Anoche volví a verla, y alomejor no era ella. Alomejor la imaginé, como tantas otras noches, y al recordarla la odié como hago siempre sin quererlo. Igual que la quise sin darme cuenta. Quizás no sea ella, sea yo. Sea lo que hay de ella en mi, o lo que quedó de mi tras ella. Por eso la veo tan lejos y me cuesta reconocerla, porque soy yo a medias, otra parte de mi que se alejó, una YO que no quiere volver porque quizás nunca fue, y ahora si sea. Anoche volví a verla y quise que se fuera.![]() |
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cala_ithil | Publicado el 19-09-2006 00:09:08 |
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Me mostraste la manzana sin anunciarme que era pecado, yo sin miedo mordí el anzuelo, y con él me llevé tu mano, desatándome al sentimiento de tener que amarte tanto. Y desde entonces me descubro como Eva huyendo del paraíso, donde Dios, que así lo quiso, me encerró a su antojo y deseo, rompiendo dentro de mi alma mis más grandes anhelos. Y ahora que por la tierra camino libre de todo, mas con el pecado, sólo busco entre tantas tu mirada, tu voz, tu risa, tu mano.... Sólo busco entre la gente a la mujer a la que amo. Marina, que te quiero. ![]() |
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enamorada_dela_distancia | Publicado el 24-09-2006 15:09:20 |
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Bueno...veo las aportaciones de cada una y me parecen sensacionalmente bellas....todo expresado desde el fondo del alma...seguid asi! ahora soy yo la que pondra algo de su cosecha...no es gran cosas...pero cuando la vida me trata mal...me desaogo así! Mi alma Vaga moribunda entre las sombras de una noche eterna Fundiéndose con la oscuridad Mezclándose con ella hasta desaparecer Vaga ocultándose de la luz Que antaño la abraso sin piedad Destrozándola por dentro Desgarrando sus entrañas Quemando todo su ser Hasta convertirlo en miserables cenizas Que cada día le recuerdan Que en otro tiempo eran puro fuego Un fuego vivo y lleno de pasión Que se avivaba cada día más Pero todo el mundo sabe Que quien con fuego juega Se acaba quemando. Y eso le paso a mi corazón Se quemo Se abrasó Hasta quedar reducido a simples cenizas Que siempre estarán ahí para recordarme El fuego que antaño surgió en mi interior Ya pondré mas...solo tenia esta a mano...porque la tenia en el fotolog (http://www.fotolog.com/liquid_dreams3) esk no toy en mi ordenador jeje enga besikos wapaass |
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enamorada_dela_distancia | Publicado el 24-09-2006 15:09:24 |
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ah y dejo un cuento que escribí hace poco jejeje asi teneis para cansaros de mi por un ratito! Viviendo un sueño Una abuelita les contaba a sus nietos el cuento de antes de dormir. Hace mucho tiempo, existió una tímida chiquilla, ella vivía en una aldea, en el bosque. Su vida era tranquila, hasta que un día conoció a un chico. Juntos contemplaban cada noche las estrellas tumbados en la hierba fresca, admirando la belleza de la luna, intercambiando inquietudesdeseosel chico quería ser cazador, como su padre. Cuando la chiquilla escuchó aquello sintió miedo, pues eso era una tarea muy peligrosa. Al escuchar aquello se dio cuenta de que lo amaba, pues junto a él sentía como si flotara. El chico sentía lo mismo por ella y pronto comenzó el romance. El tiempo pasó, y los dos eran felices pues juntos habían descubierto el amor. El chico iba a salir de caza durante unos días ya que al final consiguió lo que quería, la chiquilla con lágrimas en los ojos le pregunto: -¿Cuándo volverás? El chico le contesto que cuando la luna se ocultara y volviera a estar plena estaría de vuelta. La chiquilla se pasaba los días ausente y por las noches contemplaba la luna hasta el amanecer. El astro cumplió su fase y la chiquilla esperaba ansiosa cada día el regreso del amado, los días pasaban y el chico no regresaba. La chiquilla asustada se temió lo peor, hasta que al tiempo llegaron rumores a la aldea de que unos cazadores habían perecido en la montaña. La chica no quería creer aquellos rumores, pero en lo mas profundo de su ser sabía que eran verdad. -¿Y ahora que será de mi? Se preguntaba a cada instante. Me falta medio corazón y así no se puede ser feliz se repetía una y otra vez deshecha en lagrimas. Le suplicaba a la luna que le devolviera a su amado aunque sabía que era inútil. Hasta que comenzó a refugiarse en el pasado, comenzó a refugiarse en los momentos junto a él. El dolor de la chica fue desapareciendose pasaba los días a la espera del crepúsculo, y cuando este llegaba lo observaba hasta el amanecer, así paso gran parte de su vida. Un viajero que pasaba por la aldea se percato de la situación de la chica, y le llamo la atención que siempre esperara la salida de la lunay le pregunto a una aldeana. -¿Qué le pasa? -Déjela joven, no la moleste, pues esta soñando, siempre sueñaella estaviviendo un sueño. -¿y porque observa la luna? Porque le es más fácil soñar refugiándose en ellarefugiándose en el recuerdo de días ausentes le contestó la aldeana. Desde entonces se dice que la luna refugia los corazones de los enamorados para que vivan un sueño, para que vivan su sueño. -Sois pequeños para entender el significado de mis palabras hijos míos, pero espero que nunca os pase como a la chica del cuento, le decía la abuelita a sus nietos. Cuando se aseguró de que estaban dormidos se fue a un claro del bosque a observar la luna, a seguir viviendo un sueño. Y esque aunque el amado no esté, en el recuerdo lo podemos revivir eternamente... |
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meike | Publicado el 26-09-2006 22:09:00 |
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Lunaymar, me encantó tu texto. Realmente precioso. Me tocaste de lleno al citar a Benedetti, para mi es como el aire, lo necesito para vivir. :) Un besito enorme. |
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lunaymar | Publicado el 29-09-2006 00:09:30 |
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pues muchas gracias Meike....al menos te ha gustado a ti ... Benedetti es un maestro acariciando las palabras...ya lo creo que si Un beso y gracias¡¡¡ |
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krysta | Publicado el 03-10-2006 13:10:07 |
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Por cierto chicas he leido algunas de vuestras cosas y de verdad, preciosas. Espero que este post siga este ritmo en el que cada una muestra aquel lado tan personal que son los escritos en la intimidad. Un beso !! |
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krysta | Publicado el 03-10-2006 13:10:32 |
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Bueno tras dias de duda, me estreno en este post impulsada por esa vocecilla que a veces creo debe ser mi conciencia. ![]() Dejaré dos escritos. Uno para románticas y otro para ese tipo de personas que les gusta pensar o más bien, enredarse las ideas. No recomiendo leer los dos seguidamente. Doctor, doctor... Doctor, doctor dígamelo ¿ Cómo es que me duele el alma ? ¿ Como es que al respirar mis pulmones sólo advierten este oxigeno infestado de dudas y prejuicios? Doctor, doctor cúreme este mal por favor porque no soporto ya la vida, esta misma que se ha convertido en un lastre que araña mi espalda. Dígame, ¿Qué es lo que le ocurre? ¿ Cuál es esa causa que tanto mal le provoca ? Es ella doctor, ella y sus labios sellados, son sus palabras prohibidas y sus sentimientos siempre punzantes. Soy yo, es mi necesidad de escuchar lo que no alcanzo a obtener, es mi dolor acumulándose, es mi miedo que crece equitativamente a su forma de silenciar las mágicas palabras. En mis sueños cada noche la oigo como una dulce melodía, observo el movimiento de sus labios al expresarme su amor y siento en mi corazón una cascada de agua fresca, de energía, un remolino de pasión. Pero es al despertar que encuentro los segundos con mirada nostálgica y unos brazos que lo expresan todo a la vez que nada. Al chocar con este torbellino sin fin donde cada latido supone una emoción aun bien sin saber cual exactamente mi mente enloquece y se vuelve oscura, ruin y marchita. Pero acláreme mujer ¿ Qué ocurre cuando sufre un mal ? ¿ Qué ocurre cuando sus ojos sangran lagrimas saladas ? ¿ No son esos mismos brazos que parecen regalarle caricias extraviadas los mismos que le acunan ? ¿ No son los que le mecen ? Si, así es. ¿ Y no es cuando la ansiedad penetra en tu más serena conciencia que su voz deja resbalar tiernamente mil susurros en tus oídos? ¿ No son susurros suaves, tiernos y llenos de tranquilidad? ¿ No es esa boca sellada la única que consigue calmar tu agonizante tortura, esa misma a la que reprochas los silencios ? Está usted en lo cierto. Dígame usted entonces a mí cual es ese mal del que se queja, si tiene entre sus manos y en cada movimiento de su rostro los restos de las caricias entregadas y rendidas al amor más puro y sincero, si en sus ojos puedo ver el reflejo de una felicidad palpitante y viva al oír su voz, al sentirla cerca. Dígame entonces si miento cuando le recuerdo que las palabras no son más que letras mezcladas y retorcidas para intentar expresar aquello que se ha convertido en tabú para el cuerpo, para las sonrisas, para los besos, para la ternura Doctor, esta usted en lo cierto. Dediqué mi atención y todo mi esfuerzo en conseguir de su boca dos palabras que apenas alcanzan para abarcar todo lo que me hace sentir con solo coger mi mano. Lloré entristecida y gris por aquello que añoraba, olvidando cuanto le había costado preparar toda aquella cena para mí, todos los esfuerzos que tuvo que hacer aquella noche para recogerme tan solo para que no fuese sola hasta casa, todas las charlas interminables brindadas de ánimos, cosidas con ilusión, arropándome y protegiéndome aun en aquellos momentos para ella tan duros. Olvidé como secó mis lagrimas con su pañuelo, como me abrazó aquella noche aun a pesar de todas las cosas feas que sin pensar le dije. Se me olvidó una vez más recordar como me acariciaba el pelo al besarme o aquellas sonrisas que dibujaba entre lagrimas solo para que mis esfuerzos de animarla no pareciesen inútiles. Ahora comprendo que aquello que no atravesaba su garganta, todas esas palabras que quedaron enterradas sin ver la luz se reflejaban en su piel, se olían en su pelo, quedában impregnadas en sus abrazos. Pero yo, ciega de mí, casi perdí esta oportunidad de ser amada dejándome llevar por el vacío de mis carencias. Gracias doctor, gracias. El impulso de Thanatos ¿Qué es la muerte? ¿Y el miedo a morir? ¿Que ocurre cuando de lo más profundo de nuestro ser emerge la más escalofriante ansia de empaparnos las manos y nuestros placeres más ocultos con la sangre de la violencia sin límites, ni piedad? ¿Qué es luchar contra nuestros impulsos más primitivos sino luchar contra nosotros mismos y aquello que nos hace humanos? Porque si bien el entendimiento y la razón es lo que nos separan de los animales, está visto que sin impulsos ni instintos no seríamos sino meras máquinas. Partiendo de esta idea en que el humano queda elaborado bajo una pócima en proporciones desconocidas de la necesidad de cercar el conocimiento a la vez que destruir i destruirse ¿No habremos chocado contra las paredes que nosotros mismos impusimos, acelerados por la moral y sin freno alguno ante la inamovible autoridad de la ley? ¿No es reprimir sentimientos y emociones lo que acaba a uno por enloquecerle o fragmentarle la vida, abriendo pequeños pasadizos en los que queda condenado y atado a la tortura de perderse una y otra vez? Y si es cuestión de libertad y respeto, que al dañar la integridad física o psíquica de otro individuo quedamos vedados de dar rienda suelta a nuestros instintos más asesinos ¿Dónde está el mal en que uno desate la furia, su propia batalla, con uno mismo? Si desde la conciencia, y el máximo estado de equilibrio, con la frialdad de la razón y el calor de las más latentes emociones uno decide ser uno mismo, permitirse ser uno mismo haciendo aquello que mente y "aquello que no es mente" le reclaman a cada instante sin inmiscuir en ello la fragilidad de otras personas ¿ No es esto posible, dentro de la libertad que quedan pactada en el sentido común y que da el don de la elección al ser humano, aun siendo esta, tan solo una ilusión ?. Si aquello que nos mueve en la vida tan solo es el miedo a la muerte y la libertad y caminamos por un mundo o más bien elegimos caminar por un mundo en el que la muerte queda amordazada, encadenada y enclaustrada en la alcoba de lo oscuro e incomprensible, siendo así que extirpándola de toda posible naturalidad se va creando fibra por fibra nuestro propio miedo y aquello que queda nombrado como libertad, lo único que nos hace sentir "libres" y que incita en nosotros a brotar las más frágiles ganas de vivir la vida, o eso que creemos vida, yace condenada, vaciada por dentro hasta hacer resonar en su interior el eco de la nada, prostituida y desquebrajada hasta aparecer ante nosotros sin ningún tipo de atractivo, con el velo de una ilusión, y los ojos encharcados de un espejismo que nos incita a desconfiar.¿Entonces que se supone debemos hacer? Si siendo humanos enterramos todo lo que nos autentifica y lo pisoteamos para hundirlo entre las tierras de "un futuro mejor, un futuro gris" con la esperanza de así olvidarlo. Si hemos renunciado a la capacidad de ver el mundo por nosotros mismos y el buscar un punto de vista que nos identifica nos parece una utopía sin sentido alguno. Será entonces que en nuestro instinto de supervivencia buscamos la protección de otros a cualquier precio, aunque ello suponga asesinar nuestros más profundos ideales ya que este tipo de aberración si está permitido en " nuestro futuro mundo, en nuestro perfecto e inmejorable mundo gris" donde creándonos miedos e inyectándolos a golpe de influencias masivas en nuestro cerebro conseguimos crear esas dudas que tanto se necesitan para el nacimiento de el "humano perfecto" y borrando la libertad, encharcando y masacrando aquello que nos impulsa a luchar por nosotros mismos, alcanzamos el sueño de permanecer quietos e inmóviles, como simples esponjas, como máquinas autómatas esperando ser programadas y así, borrar de nosotros todo lo primitivo. siendo lo que llamamos "primitivo" lo único que nos enlaza a nuestra verdadera esencia de humanos y que un día abandonamos hipnotizados, ensoñarrados por aquello que aguardando su más puro y aceptable sentido, cogimos y disfrazamos una vez más a nu |
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nefertiti | Publicado el 03-10-2006 19:10:40 |
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Me encantan!!!!!!!!!! XD.... ![]() ![]() |
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nefertiti | Publicado el 06-10-2006 12:10:46 |
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Resucitemos este post...! ![]() Es cierto, tengo celos, celos de tu boca, Porque te quiero y no te tengo, Porque la distancia es nuestra peor enemiga y Por eso bajan lágrimas del cielo, pero juntas lograremos la unidad. Ya é que soy una bola de nervios y un avispero de celos, Que soy muy torpe y muy desastre, lo sé porque lo siento, pero también siento una emoción grandísima al verte, porque tuyos son los labios mas sonrosados y tuyos los ojos mas verdes que hay, se podrían comparar a las aceitunas altivas de los campos de olivares. Tú la mas bella le que adorna cualquier situación y la hace maravillar para que parezca de ensueño. ¿Qué no te da s cuenta que no hace falta que te preocupes? Que solo con verte las mariposillas ya me avisan y revolotean en mi alma descolocando mis esquemas orgánicos y emocionales, que me envuelves con tu mirada y me enamoro más de ti. Cada vez que te veo amontono mis sentimientos al saber que tu los sientes por mi, para encontrar el momento dual y hacerlos estallar, sentir el placer de amar y ser amada,,conjugar nuestros deseos y haciéndolos una unidad, para terminar siempre con nuestra mutua moraleja la FELICIDAD |
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aleja | Publicado el 25-10-2006 21:10:31 |
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¡Más, Insomnia! Eres una poeta, niña, lo llevas en la sangre...¡Danos más! | |
sivepo | Publicado el 06-11-2006 03:11:21 |
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Hoy el sol esta escondido,le he visto llorando. El dia esta triste. Desde que te fuiste los dias no son iguales,el sol nota tu ausencia,se ha escondido en un rincon,esta triste y llora,no sale de su habitacion. El no sale de dia y no hay luna en la noche,quiza sean amantes,no se pero yo salgo a buscarte y ahora ya nunca puedo encontrarte. Hay estrellas en el cielo,las miro y en ellas te veo,me estas mirando y sonrriendo,se que no es verdad,debe ser que estoy muriendo. Las nubes estan llorando el sol juega al escondite y nadie puede encontrarlo,el dia vuelve a estar triste y otra vez esta llorando |
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