Os dejo aki un artikulo de opinion de Teresa Toda, aki lo dejoo k llevaba mucho tiempo sin pasarme por aki icon_rolleyes.gif

Aquí no hay fotos, pero...
por Teresa Toda, periodista

Estallaron las fotos. Amnistía Internacional llevaba más de un año alertando sobre lo que pasaba en Irak, sin que los gobiernos implicados ni la inoperante ONU oyeran sus gritos de alarma. Al menos 15 congresistas republicanos y demócratas estadounidense recibieron denuncias de soldados de su país sobre lo que estaba ocurriendo, pero no les hicieron caso. Y estallaron las fotos. Con ellas, llegó la hora de los mea culpa y las palabras con cierto regusto hipócrita y ecos conocidos, como eso de que a los médicos militares españoles que atendieron en Irak a presos golpeados no se les ocurrió que sus lesiones podían ser fruto de malos tratos. Por su parte, Rodríguez Zapatero está convencido de que su antecesor en la Presidencia del Gobierno español, José María Aznar, no sabía nada de las torturas en las cárceles de Irak. George W. Bush, como Aznar, dice que no sabía nada. Como Felipe González respecto a los GAL, como todos los gobiernos españoles, forenses y jueces, respecto a las torturas «domésticas», es decir, esas que agentes policiales y guardias civiles practican en el Estado español.
Es tal el grado de cinismo respecto a esta cuestión que hemos tenido que leer y oír a Mayor Oreja amenazando a su contrincante Josep Borrell con hablar sobre los GAL y «las torturas en España» si el PSOE utiliza la violación de derechos humanos en Irak como argumento electoral. Que diga eso Mayor Oreja, miembro y sostenedor de los gobiernos del PP durante cuyos mandatos se han visto las fotos de Iratxe Sorzabal y Unai Romano, años en los que se acumularon denuncias muchas reflejadas por Amnistía Internacional en sus informes, en que se oyeron decenas de relatos entre ellos el de Martxelo Otamendi de tan amplia repercusión, es algo más que cinismo. Dice Mayor que el PP «no tiene nada que esconder en esta cuestión». Efectivamente. Se diría que lo tiene asumido. Su actitud ha sido y es de amparo incondicional a los torturadores, incluso indultando, cuando no condecorando, a aquellos que han sido objeto de condenas ridículas para la magnitud del delito. Tan blindado está el Estado que las citadas fotos de Sorzabal y Romano no consiguieron mover ni un pelo escandalizado en el escenario español. Ahí estuvo la barrera de las y los forenses que apenas ven y juezas y jueces que ni ven ni oyen, y la de los medios de comunicación que señalan bien la viga en el ojo ajeno pero ni sienten la que llevan en el propio.
El PP tampoco está libre de la carga del terrorismo de Estado en su forma más brutal, pues sus antecesores políticos, UCD y AP, mucho tendrían que explicar sobre ATE, el BVE y sobre las tramas internas en los cuerpos policiales, nunca del todo deshechas seguramente por el poder que podían ejercer sobre los gobiernos, que sirvieron en su día para encarrilar las estructuras más potentes y apenas tocadas de los GAL. Oscuras tramas policiales que parecen haber seguido desarrollándose, a tenor de las sordas peleas internas que se filtran en torno a la información previa y posterior actuación respecto al 11-M.
Desgraciadamente, el PSOE comparte el grueso de la filosofía estatal en materia de Interior, agravada por su trayectoria en y con los GAL. Bajo los gobiernos de Felipe González crecieron monstruos como Enrique Galindo y Domínguez Tuda entre otros destacados torturadores, y cada año de aquellos el Estado español figuró entre los países señalados en los informes de Amnistía Internacional.
Lleva poco tiempo el actual Gobierno encabezado por Rodríguez Zapatero, y no se trata de hacer recaer sobre él las sombras de su pasado colectivo, aunque algunas personas que estuvieron en los aledaños de aquellos ejecutivos vuelvan a tener plaza. La evolución es posible, la rectificación y la corrección también; hay que darles el margen. Ojalá sucediera así.
Sin embargo, la trayectoria de los gobiernos españoles desde 1975 hasta ahora, casi 30 años, deja poco espacio para la esperanza. Todos han negado que bajo su mandato se torturase y todos han mentido al decirlo. Siempre negando la evidencia, atribuyendo las denuncias a fantasmagóricas campañas para «desprestigiar a los cuerpos de seguridad», aunque se tropezase con AI o con la Comisión Contra la Tortura de la ONU. Con no hacer caso y desprestigiarles a ellos Y cuando algún caso extremo ha logrado saltar la barrera y llegar a juicio, no ha habido medidas contundentes, investigación profunda o depuración que trasladasen el claro mensaje de que esas prácticas tenían que acabar y que se tienen que respetar los dere- chos de las personas detenidas. Al contrario, se han institucionalizado medidas como la incomunicación mientras se perfeccionaban los métodos de tortura, haciendo prácticamente invisible la única prueba física que la víctima puede aportar, las huellas sobre su propio cuerpo.
¿Puede ser que, en el fondo, se dé un grado de acuerdo con lo que ha afirmado levantando gran escándalo en su país un profesor de la Universidad del Ejército alemán, Michael Wolffsohn: la práctica de la tortura se justifica «como un medio legítimo para poder combatir eficazmente el terrorismo»? Al menos un Estado, el de Israel, lo tiene incluso recogido en su legislación, sin presión seria de otros estados para que lo retire.
Las fotos de Irak son tremendas. Y tremendo también es constatar que los métodos «más coercitivos» de interrogatorio que el Pentágono ha decidido pro-hibir a raíz de lo descubierto en Abu Gharaib resultan conocidos en Euskal Herria por la cantidad de veces que se han oído en relatos y denuncias de ciudadanos y ciudadanas vascas detenidas por la Guardia Civil y la Policía españolas, en algunos casos por la Ertzaintza. Impedir el sueño; encapuchar a las personas para privarlas de los sentidos; obligarlas a permanecer largo tiempo en posturas incómodas o realizando ejercicios como flexiones; desnudarlas o hacerlas desnudarse y permanecer así El Pentágono ha prohibido esas «prácticas inhumanas», al menos sobre el papel. Pese a las negativas oficiales, todo eso y más viene ocurriendo en el Estado español. Esas fotos son invisi- bles, pero no por ello menos reales. Revelarlas y actuar con energía en consecuencia es otro reto para el Gobierno de Zapatero, así como para todas las institu- ciones que quieren defender los derechos humanos, incluidas las de Euskal Herria, que tanto podrían ejemplificar empezando por no aceptar las normas que amparan la tortura. Al igual que el 11-M quitó las vendas respecto a la guerra de Irak, ojalá lo descubierto en Abu Ghraib abra las puertas de las celdas de detención en el Estado español. Sólo hace falta voluntad.-