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Eva

sara85
    sara85
    Eva era una chica de 22 años que se pasaba todo el día trabajando, no era de esas que se pasan media hora delante del espejo arreglándose, de echo su surtido de maquillaje consistía en una simple base y un brillo para los labios. A pesar de no dedicar tiempo a su belleza exterior, tenía un cuerpo perfecto, no era delgada pero tampoco era obesa, se recogía el pelo color canela en una sencilla cola de caballo, tenía la piel fina y algo pálida, usaba gafas, de aquellas de pasta dura de un rojo intenso, a veces se ponía las lentillas, sus ojos eran de un verde intenso, como cuando llueve en primavera y las hojas de los árboles resplandecen con las gotas de lluvia y el sol. Trabajaba como redactora, bueno, en realidad estaba estudiando periodismo y hacia unas practicas en un periódico, de esos que solo se leen porque son gratis, ella no redactaba solo le hacían corregir las faltas de otros sin cambiar ninguna palabra, era un trabajo aburrido, pero sabía que era el inicio de una larga lucha para conseguir que su nombre apareciera debajo de un articulo. A parte del tiempo de estudio para la universidad y del dedicado al trabajo, que era demasiado para lo que en realidad tenía que hacer, le quedaba algo para ir a visitar a su abuela a una residencia geriátrica. Eva había perdido a sus padres hacia tanto tiempo que ya no recordaba casi nada de ellos, de echo lo que recordaba no era suyo propiamente, sino que eran cosas que su abuela le había contado, asó que ella no tenia ya recuerdos propios, era como si sus padres jamás hubieran existido, era algo que no le atormentaba ya que no podía sentir dolor, ni culpabilidad por no recordarlos, no recordaba haberlos queridos, ella era solo una niña de tres años cuando sus padres murieron. Jamás tuvo muchos amigos ni amigas, tenía un par que conservaba a lo largo de los años, pero no solía conocer mucha gente, era bastante tímida y no corría riesgos.

    Todo eso empezó a cambiar una tarde de otoño, ella iba andando hacia el periódico, hacía frío, se notaba el invierno cerca, llevaba una chaqueta marrón de piel que le llegaba hasta las rodillas y una bufanda del mismo marrón, debajo unos tejanos, más negros que azules, y un yérsey de lana blanco, iba con la cabeza agachada mirando el suelo, pensando n el día que le esperaba. Siempre hacía el mismo recorrido, salía de su piso, un tercero de una vieja casa de los años cincuenta en una zona aislada de la ciudad, andaba el medio kilómetro que la separaba de la estación y se bajaba tres paradas antes, cruzaba el parque de la ciudad y se iba al trabajo. Aquella tarde las hojas de colores pardo y rojizos crujían a su paso, sentía voces de gentes, pero no prestaba atención, con las manos en los bolsillos y media cara oculta por la bufanda caminaba indecisa cruzando el parque. Fue al llegar a la mitad cuando sintió un grito, un golpe en la nuca y luego nada. Se despertó tendida en el suelo del parque, con la boca pegada al suelo, escuchaba voces alrededor.

    - Nos la hemos cargado.

    - No, solo esta inconsciente.

    - ¿Habéis llamado a una ambulancia?

    - No será para tanto.

    - Deberíamos llamar.

    - Eso se pasa con un poco de aire.

    - Anda, dejadla que respire un poco.

    - Creo que vuelve.

    Eva se dio la vuelta, le dolía la nuca y cerro los ojos con fuerza, los abrió de nuevo, pero veía borroso, una figura estaba encima de ella, veía un rostro que poco a poco copio forma, era una chica, de unos veinte años, tenía el pelo corto y de un negro más oscuro que la noche, unas cejas finas y cuidadas coronaban unos ojos azules, un azul oscuro como el del océano, unos labios finos y rosados. Eva se llevó una mano a la nuca, se acarició suavemente por encima de la ultima vértebra, sintió una punzada de dolor, intentó levantarse pero no podías, sintió como dos manos la levantaban por los brazos, se apoyó en el cuerpo de la persona que la había ayudado a levantarse, estaba mareada, no se tenía en pie, miro a la chica y ella le sonrió, Eva se quedó mirándola con el ceño fruncido, le dolía mucho la nuca.

    - Perdona el golpe, estábamos jugando con esto.- Dijo otra chica sosteniendo unos de esos balones con forma de melón en la mano.- Pero Lucy es muy torpe y no atrapó la bola.- Señaló con el balón a la chica que la había ayudado a levantarse.

    Lucy se puso una mano en la cabeza y saco un trocito de lengua entre sus finos labios en un gesto infantil. Miró a Eva y sonrió.

    - ¿Te encuentras bien?

    - Un poco mareada.

    - Siéntate en ese banco, te ayudo.

    Se dirigieron con las otras chicas, había dos a parte de Lucy, y Eva se sentó apoyándose en el respaldo, echo la cabeza hacía atrás, sintió una punzada de dolor y volvió a mirar al frente.

    - Ahora la tienes que invitar a un café, Lucy.- Dijo la chica del balón.

    - Yo la invito Miriam, pero que sepas que es culpa tuya, no tenías que haber tirado el balón con tanta fuerza.

    - Ya va, no es culpa de ella que tengas las manos de mantequilla.- Dijo otra de las chica rodeando por la cintura a Miriam.

    - Esa es mi niña.- Dijo Miriam dándole un beso en la frente a la otra chica.

    - La opinión de Sofía no cuenta.- Dijo Lucy. Miró a Eva, sus ojos azules escudriñaban los ojos de Eva.- Te invito a un café.

    - ¿Qué horas es?

    - Las cuatro.- Contestó Sofía mirando su reloj.

    - Llego tarde.- Eva se levantó y salió corriendo, Lucy la miró y luego al suelo, había algo tirado entre las hojas, se acercó y lo cogió.

    - ¡Te dejas!- Eva ya no estaba.

    Aquel día fue el primero que Eva llegó tarde al trabajo.

    Entró por la puerta del edificio a toda prisa, aún le dolía un poco la nuca y disculpándose irrumpió en la oficina y se puso ante su ordenador para trabajar. Al cabo de un rato su jefe se acercó y la llamó para ir a su despacho. Eva se levantó indecisa, era la primera vez que su jefe la llamaba a su despacho, y teniendo en cuenta que todo el que entraba salía llorando no era algo precisamente bueno, Eva no podía hacer nada para evitarlo así que fue allí. Su jefe, un tipo de unos cincuenta años con el pelo blanco y un traje de 500, le dijo que se sentará. Eva se sentó en una pequeña silla delante del escritorio y se concentró en el suelo.

    - Eva, ¿Por qué piensas que te he llamado?

    - Por haber llegado tarde.- Dijo dubitativa.

    - No, es la primera vez, tu actitud ha sido excelente en los seis meses que llevas aquí.- Su jefe la miró esperando que se arriesgará otra vez.

    - Reducción de plantilla.- Su jefe estalló en una sonora carcajada.

    - Sí y no. Verás la plantilla se ha reducido involuntariamente, muchos de nuestros periodistas han aceptado ofertas de periódicos importantes, y aunque aún no has terminado tus estudios creo que en estos meses te has ganado una oportunidad, así que no la menosprecies, es algo pequeño, pero quizás lo próximo no lo sea. Quiero que vayas a esta dirección, esta misma tarde a las siete.- Le tendió un papel, Eva aún estaba confusa.- Es una conferencia sobre los derechos de las personas de orientación sexual dudosa.- Eva lo miró extrañada ¿Qué estaba diciendo su jefe?- Bisexuales, transexuales, homosexuales y todas esas cosas. No le vamos a dedicar mucho espacio, tan solo unas líneas debajo de una foto, pero deberías entrevistar a algunas personas por si en el último momento otro reportaje falla y hay que rellenar.- Su jefe le tendió unos papeles con nombres de personas y se concentró en unos papeles que tenía sobre la mesa, Eva cogió lo que le había tendido y se quedó sentada.- ¿Aún estás aquí?

    - Lo siento.- Se disculpo Eva y se marcho, al salir todos la miraban, Eva no lloraba, levantó los brazos en gesto triunfador y los demás aplaudieron a aquella estudiante de periodismo que acababa de recibir una oportunidad.

    Se fue hacía su mesa, eran las cinco, así que se metió en Internet para buscar información sobre el tema. Cuando estaba revisando una página de legislación la recepcionista la interrumpió.

    - Eva, han dejado esto por aquí cuando estaba con el gran hombre.- La recepcionista dejó sobre la mesa de Eva algo y se marchó.

    - Gracias Elvira.- Dijo Eva sin apartar la mirada del ordenador.

    Empezó a imprimir toda la información que había encontrado para poder repasarla tranquilamente. Cuando fue a coger un rotulador para señalar las cosas más importantes se fijó en lo que había dejado Elvira en su mesa. Un balón de fútbol, como el que hacía unas horas la había noqueado envuelto con un lazo amarillo y una pequeña nota, al lado se monedero. Eva lo miró extrañada, lo abrió, tenía algo de tierra, se le habría caído en el parque, cogió el balón y la nota. Mientras en una mano sujetaba la bola en la otra tenía la nota.

    Como no te hemos podido compensar con un café, hemos creído que tenías que tener el balón, como prisionero de guerra, y sepas que no pensamos recuperarlo, así que tienes derecho a imponerle un castigo ejemplar por el delito de agresión a un ciudadano inocente. Atentamente. Las futbolistas del parque. Eva no pudo evitar sonreír, miró al balón y lo dejó encima de su mesa, la nota la guardó en uno de los cajones. Miró el reloj y se dio cuenta que era la hora de la conferencia así que salió pitando de la redacción, llego quince minutos tarde y no la dejaron entrar, era su primer artículo y no quería perder la oportunidad así que se quedo a esperar.

    Hacia preguntas a todas las personas que salían de la sala, no se fijaba ni en los rostros ni en nada, solo miraba su bloc y hacia preguntas anotando respuestas que venían del aire, cuando estaba haciendo una pregunta a alguien que había parado cogiendo del brazo noto una mano en su nuca, creyó que era alguien que le llamaba la atención así que lo ignoró.

    - No te ha salido un moratón. Eso es bueno.

    Eva se giró y vio a Lucy, la chica del parque, con una sonrisa en los labios mirándola fijamente a los ojos.

    - Hola.- Dijo Eva fijando la vista por encima del hombro de Lucy, una de las conferenciantes salía en aquel momento, Eva tenía que conseguir hacerle unas preguntas. Lucy fijo la vista donde Eva y la conferenciante la miró y la saludó con la mano.- ¿La conoces?- Preguntó Eva a Lucy.

    - Claro, es mi hermana.

    - Podrías- Lucy miró el bloc de notas de Eva, sonrío.

    - Claro, ven señorita periodista.- Dijo sonriente mientras que le tomaba la mano y la llevaba al lado de su hermana.

    - Elizabeth, te presento a Eva, es periodista ¿Te apetece un café?

    Su hermana la miró y sonrío, Eli conocía muy bien a Lucy, le encantaba ayudar a la gente, sobre todo si

    Fueron a un café y Eva hizo muchas preguntas, Eli daba laboriosas respuestas y se esforzaba por no olvidar nada, Lucy estuvo todo l rato observando a Eva, como fruncía los labios al intentar recordar alguna pregunta o algún dato.

    A la semana siguiente se publicó en el periódico un artículo de dos páginas sobre aquella conferencia, a los dos días el periódico recibió centenares de cartas al director, algunas buenas y otras no tanto, Eva poco a poco fue ganándose su lugar, y cada mes escribía algún artículo o noticia para el periódico.

    A los pocos días fue a ver a su abuela para contarle todo, pero le dijeron que la habían tenido que llevar al hospital, nada grave, Eva fue hacia allí, estuvo hablando con su abuela, que a pesar de encontrarse bien se tenía que quedar en observaciones. Eva salía del hospital cuando sus ojos se cruzaron con los de Lucy.

    - Hola ¿Qué haces aquí?- Preguntó Eva acercándose.

    - Nada, solo estaba dando una vuelta.- Contestó Lucy.

    Se quedaron mirándose un rato.

    - Por cierto- Empezó Lucy haciendo que pensaba.- ¿Cuál ha sido la condena?

    Eva la miró extrañada, luego recordó el balón que se había llevado a su casa y había puesto en una estantería.

    - Condenado a diez años sin salir a jugar.

    Lucy sonrío.

    - Pobrecito, parecía tan bueno.

    - Sí, pero no o es, si no pregúntale a mi nuca que testificó en el juicio.- Las dos rieron.

    Aquella fue la primera vez que salieron a tomar algo, estuvieron en un café, hablando, conociéndose, Lucy hacia muchas bromas, cada vez que explicaba una anécdota ponía ojos de pilla, estaba llena de vitalidad, de aquello que a Eva le faltaba, Eva ya no podía recordar cuando había reído tanto, creía que nunca lo había echo.


    Eva recuerda aquella tarde, eran cerca de las cinco y como desde hacía un mes, había quedado con Lucy, Eva había pasado de vivir solo para trabajar, estudiar y para su abuela a simplemente vivir. Se divertía cuando iban todas, las amigas de Lucy, Lucy y ella a jugar al parque (le concedía permisos de fin de semana al recluso Don Balón). Pero aquella tarde salieron solas. Fue durante una película en un pequeño cine de esos de barrios que nadie va, era una reposición de una película antigua, Lucy no paraba de sonreír y reír, y de vez en cuando daba una palmadita en el brazo de Eva para que prestará atención a una escena y luego reía a carcajadas, fue cuando una de esas palmaditas de Lucy se alargó un poco, como una leve caricia sobre la piel de Eva, fue entonces cuando supo que era. Hacia un mes que no paraba de sentir aquella sensación cada vez que ella estaba cerca, con su sonrisa de oreja a oreja, no había sabido, quizás no había querido saber, que era aquella sensación, pero aquel día, en el cine lo supo, Eva lo recuerda hoy como si hubiera sido ayer.

    Fue luego al volver a casa cuando se daban un beso de buenas noches en la mejilla cuando por primera vez lo deseó, deseó ese primer beso que cuando lo recuerdas te arranca irremediablemente un suspiro.

    Tuvo que esperar, y esperó, Eva no sabía si Lucy alguna vez había sentido aquello, ni ella misma sabía exactamente lo que era, aunque sabía a que se aproximaba, nunca había sentido algo así, siempre ocupada, encerrada en su propio mundo, siempre con la vista fija a sus pies, sin preguntarse si quiera si más allá del horizonte hay algo, siempre sin conocer a la gente, sin llegar a arriesgarse a que la conozcan, con miedo, miedo a ser rechazada, miedo al contacto con otras personas, miedo a que si la llegan a conocer encuentren la clave para hacerle daño.

    Esperó durante meses, hasta que un día, cuando volvían del parque ocurrió. Habían estado jugando con Don Balón toda la tarde, con las demás, y como siempre Lucy acompañó a Eva a devolver a su celda a Don Balón, empezó a lloviznar, Lucy como siempre iba haciendo bromas, empezó a llover más fuerte y Eva corrió a refugiarse a un portal para no mojarse, miró a Lucy que seguía andando, con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, sonriendo al cielo, agachó un instante la cabeza y sus ojos buscaron los de Eva, su sonrisa se ensanchó aún más y fue con ella.

    - Ven aquí.- Dijo cogiendo la mano de Eva y arrastrándola suavemente hacia la lluvia, Eva intentaba taparse con la chaqueta para no mojarse, pero Lucy la tomo por los hombros y le hico bajarse la chaqueta de la cabeza, con su mano derecha levantó la barbilla de Eva para que pudiera sentir el agua caer en su cara.- Cierra los ojos.- Lucy estaba muy cerca de Eva, su respiración se mezclaba con el perfume del cuello de Eva.- Es como si te acariciaran mil dedos por toda la piel, como si las gotas de lluvia limpiaran todos los problemas y tristezas, como si no existiera nada más que la lluvia y tu.- Lucy miró a Eva por un momento, Eva agachó sonriendo la cabeza y quedaron mirándose la una a la otra.- ¿Te gusta?

    - Sí.- Contestó Eva volviendo a levantar la cabeza. Notó la mano de Lucy en su barbilla, con los ojos cerrados bajó la cabeza, notó sus dedos recorrer su mejilla, su frente, su nariz, sus ojos, sus labios, noto desaparecer la mano, y los sintió.

    Aquellos labios finos y rosados sobre los suyos, húmedos por la lluvia, los besó con dulzura, Lucy la abrazó fuerte contra ella, Eva se dejó abrazar.


    Eva llora al recordar aquel momento, le duele, lanza suspiros, suspiros por saber que no volverá a sentir aquellos labios, suspiros de resignación, y sigue llorando entre suspiros.


    Recuerda el día que supo que pasaba, levaban tres meses juntas y cada día Lucy le enseñaba una forma diferente de amar, con las miradas, con las caricias, con los besos, Eva no recuerda haber aprendido tanto nunca. Aquel día despertó como todos, rodeada con los brazos de Lucy, Eva se despertó a preparar el desayuno y antes que acabará sintió la puerta, salió a ver, Lucy se había ido, una vez al mes desaparecía sin decir nada, cuando Eva le preguntaba Lucy no contestaba, pero aquel día Eva estaba preparada, siguió a Lucy por las calles de la ciudad, era pronto y hacía frío, las calles estaban cubiertas por el rocío del amanecer, y Eva se apretaba el abrigo para conservar el calor de su cuerpo mientras no dejaba de mirar la espalda de Lucy, vio que entraba en un edificio, Eva lo observó, era el hospital, hacía mucho, le parecía una eternidad, había visto a Lucy allí, poco después de conocerse, ella dijo que estaba paseando y Eva no pregunto más, se metió en el edificio y siguió a Lucy hasta consultas externas, la contempló en la sala de espera, allí sentada ojeando unas revistas, sonriendo de vez en cuando, parecía estar como siempre. Un doctor salió de una sala.

    - Lucy, ya tenemos los resultados, pasa.

    Lucy entró en la sala con el doctor y Eva intentó escuchar a través de la puerta lo que decían, dos palabras bastaron para que el mundo de Eva, su nuevo mundo, aquel en el que había conocido el amor, se derrumbará, y aquella ciudad llena de vida y color en la que vivía se volviera gris y desierta, dos palabras, solo dos: tumor cerebral.


    Eva no dijo nada en días, estaba ausente, Lucy intentaba averiguar que le pasaba, pero no conseguía más que una mirada, una caricia o un beso como respuesta. Fue aquel día que el doctor llamó, hacía poco Lucy había vuelto al hospital, Lucy lo cogió y aquella sonrisa permanente en sus labios se borró por unos segundos, a Eva le pareció una eternidad, Lucy colgó y no dijo nada, se fue a la terraza y se sentó en una hamaca, Eva fue y se sentó entre sus piernas dándole la espalada, se tumbó apoyándose en Lucy.

    - Lo sé.- Dijo mirando al cielo.

    Estuvieron en silencio mirando el cielo, Eva no recuerda cuanto tiempo, solo recuerda que fue a abrir la boca para decir algo y la mano de Lucy la tapó.

    - Puedes simplemente- Quitó la mano.- ¿Solo estar así?

    Eva asintió, y se quedaron así durante horas, con los brazos de Lucy rodeando a Eva y la cabeza de Eva apoyada en el hombro de Lucy, las dos con los ojos cerrados.


    Eva recuerda la ultima vez que vio aquella sonrisa, fue en la cama de un hospital, iban a operar a Lucy, había un riesgo grande que no volviera, para Eva demasiado grande, había llorado durante semanas, Eva recuerda como Lucy la animaba, ella no había cambiado en nada, seguí riendo, bromeando y enseñándola a amar.

    Lucy miro a Eva con aquella sonrisa en los labios, fingió pensar, tal vez lo hizo, y se le iluminaron los ojos y su sonrisa se ensanchó.

    - Ya sé porque se le resbaló a Miriam el balón.- La miró sonriente como si lo que acabara de decir fuera lo mejor que había dicho en su vida.

    - ¿Por qué?- Pregunto Eva sin ganas, Eva no quería hablar de aquel estúpido balón, quería decirle una vez más que la quería, y que cuando saliera del hospital, porque tenía que salir, irían de viaje a algún sitio las dos solas.

    - Fue el destino.- Siguió sonriendo, al ver que Eva no decía nada siguió.- Sé, el destino, quiso que tu y yo nos conociéramos para que te preparara.

    El enfermero entró y puro a Lucy en otra camilla, Eva no soltaba la mano de Lucy ni un instante, mientras la miraba con lágrimas en los ojos. Salieron de la habitación, cuando ya estaban en el pasillo de los quirófanos Eva lo preguntó.

    -¿Prepararme para que?

    Fue ahí, cuando Eva le soltó la mano porque un enfermero la cogió mientras le decía que no podía pasar cuando vio por última vez aquella sonrisa, seguida de un:

    - Para saber amar a otra.

    Las puertas se cerraron y Eva quedó sola con el enfermero, se sentó en una silla y esperó, esperó a que Lucy saliera de aquella, siguió esperando durante horas, le parecieron días.


    Hoy recuerda eso, entre lagrimas y suspiros, sabiendo que Lucy tenía razón, la enseñó a amar y no solo eso, la enseño a reía, a vivir la vida, no sabe si volverá a amar, aunque recuerda a Lucy y sabe que sí, sabe que lo que ha aprendido algún día lo utilizará, no lo olvidará, no la olvidará, pero Lucy le enseñó a vivir y es lo que va a hacer. Deja a Don Balón en el suelo junto a unas flores, esta lloviendo, y la lluvia resbala por su piel, hace mucho que Eva dejó de utilizar paraguas. Sale del cementerio con la cabeza hacia el cielo, los ojos cerrados y sonriendo.
    sara85
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      La había visto con una chica por la mañana, paseando por la orilla de la playa. Con aquel bikini blanco que dejaba poco a la imaginación, su piel dorada por el sol y húmeda por el agua, su pelo mojado cayendo por su espalda, con aquellos ojos verdes clavados en el mar. Solo se desviaron una vez, solo una, sus miradas se cruzaron por un instante. Aquella sonrisa, en su rostro la enamoró. No sabía su nombre, pero no pudo dejar de observarla en toda la mañana, la veía allí con esa chica, jugando en el agua, nadando, de vez en cuando sus miradas se cruzaban, y siempre, la misma respuesta, una sonrisa, una sonrisa capaz de deshacer el hielo de la antártica.

      - Estas esta mañana muy despistada, Silvia, ¿Te encuentras bien?- Su amiga Marina la distrajo de aquel paisaje.

      - Si, estoy bien.- Volvió a mirar pero ya no estaba.

      Estuvo el resto del día buscándola en los rostros de otras, sin conseguir encontrarla, no volvió a ver aquella sonrisa en toda la mañana. La paso entera pensando en aquel pelo cayendo por aquella espalda de piel dorada y húmeda, pensando en aquellos ojos verdes que había estado mirando, en aquella sonrisa, mientras nadaba o jugaba al voleibol con sus amigas o se comía un helado o tomaba el sol, pero sin ser plenamente consciente que era ella, su cabeza no estaba en lo que hacia, estaba en la muchacha de los ojos verdes.

      Por la noche consiguió olvidar aquellos ojos, sus amigas, la música y el baile la ayudaron. Pero allí estaban otra vez, cuando se acerco a la barra del bar para pedir más sangría, los vio, allí, al final, mirándola, volvía a estar con aquella otra chica, la chica le hablaba pero ella la miraba, pensó en acercarse, pero alguien la tomó de la mano y la saco a bailar.

      - Venga, Silvia, bailemos un rato.

      Silvia bailó, con la mirada fija en aquellos ojos verdes, perdiéndose dentro de ellos, había mucha gente y a veces la perdía de vista, pero luego la volvía a ver, allí sentada, mirándola. Pasó un rato y se iba a sentar con el resto de sus amigas para hablar un rato, noto una mano, suave, tierna, que le tomó la suya, miro, era de piel dorada, se giro y los vio, más de cerca, allí enfrente de ella. Vio la sonrisa y comenzaron a bailar, una canción lenta, en aquel baile sintió como su alma se fundía con la de la muchacha de los ojos verdes, sintió como el ruido, la gente y hasta el suelo desaparecían, desapareció el tiempo, de lejos se escuchaba la música, pero ella ya solo sentía la alma de la muchacha en su cuerpo y su propia alma en el cuerpo de ella, soñó con que ese momento no acabara. Soñó que estaban solas, en una habitación, con la luz del atardecer entrando a través de las líneas de las persianas, sintió su piel, desnuda, en su cuerpo desnudo, sus labios se entrelazaban en un suave beso, substitutos de las palabras, sus manos acariciaban aquella piel dorada, en la que había estado pensando todo el día, sintió su calor que se confundía con la suya propia, se dejaron caer entre abrazos y besos en la cama, sus miradas se encontraban a cada momento, a cada caricia, a cada beso, a cada contacte de sus dos almas, sintió el tacto de la piel de su vientre, y lo beso, con suavidad, luego con deseo, al final con pasión, y sentía la respiración acelerada, confundiéndose con los latidos de la muchacha a la que estaba amando, acaricio su bello, y su sexo en una caricia delicada, como un roce, la muchacha de ojos verdes se estremeció, se mordía el labio y Alex los besaba, mientras se rendían a la pasión, sus cuerpos envueltos se confundían en una nube de pasión, sus almas entrelazadas se amaban, y no podían para de mirarse a los ojos, aquellos ojos verdes. Pero la muchacha se desvanecía, alguien tiraba de ella, alejándola, sintió como su alma volvía a su cuerpo, y el ruido, la gente y el suelo volvieron, vio la sonrisa de la muchacha de los ojos verdes perderse entre la multitud. Jamás volvió a ver aquellos ojos verdes, aunque los siente en sus sueños.

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