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Expresando. Orden de tu desorden

dita_von_teese
    dita_von_teese

                La voz rota, como rotos los recuerdos… paseaba sin mirar hacia ningún lado, pero con la mirada al frente, como si supiese exactamente hacia dónde se dirigían sus pasos. Pero no lo sabían…

                Día tras día salía de casa con la intención de llegar a algún sitio y siempre tenían de traerla de vuelta porque ni siquiera podía recordar su nombre tras una hora dando vueltas, probablemente, a la misma manzana, sin saber reconocer la calle en la que había nacido sesenta y siete años atrás.

                Cada vez que eso sucedía y sonaba el timbre de la puerta, María se deshacía en lágrimas de impotencia y de dolor porque tampoco a ella la reconocía. Ellas, que tanto camino habían recorrido, que tanta vida habían compartido, que tanto amor se habían profesado, compartían ahora estancia como dos desconocidas, sin saber cómo encauzar los caminos que se abrían y dividían en mil callejones sin salida. Y María sólo pensaba que se tenían la una a la otra y que si alguna faltaba… y volvían las lágrimas como lluvia torrencial que arrasaba con todo. Su desesperación iba en aumento a medida que los síntomas de Lucía iban a más, con la lentitud asoladora de un río de lava.

                Acariciaba su cara; su niña, su niña pequeña, su preciosa niña a la que tanto amaba, su niña perdida en ese mundo de retroceso en el que se iba sumergiendo cada día un poquito más y pensaba en qué debía hacer y qué era exactamente lo correcto.

                Aquella noche, la cena fue ligera. En absoluto silencio, María recogió la mesa mientras Lucía se retiraba al salón para ver la televisión antes de tomar sus pastillas e ir a dormir. Caminando más lentamente de lo habitual, pensativa, María entró en el salón con la correspondiente medicación, pero esta vez con algún cambio en las dosis. Pronto entrarían en un sueño en el que los laberintos de sus cabezas dejarían de existir, en el que se seguirían teniendo pero sin trabas, sin pausas, sin que la corrosión de la enfermedad del olvido se interpusiese en sus caminos…

                A los pocos minutos se metieron en la cama, dispuestas a dormir. María depositó un leve beso en los labios de su amante, la miró un segundo, le acarició el pelo y con los ojos desbordados de ternura, le dijo:  “Te quiero, mi niña pequeña” – y en un breve momento de lucidez Lucía le respondió: “Yo también te quiero María” – y se abrazaron para dormir.

    Y esas bellas palabras fueron las últimas que escucharon…

    misostenido
      misostenido

      En siete párrafos has transmitido un dolor intenso y una claudicación total, eres una maestra.

      dita_von_teese
        dita_von_teese

        Gracias misos {#icon_e_wink.gif} 

        Y tú por lo que veo, una lectora fiel {#icon_redface.gif}

        Un beso.

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