Las familias que no fueron a Colón
Las nuevas familias, las tradicionales que discrepan de lo establecido por la Iglesia, las más heterodoxas y las indiferentes no se presentaron el domingo en el centro de Madrid.
Aunque hubiesen sido dos millones (como dice la Iglesia) -en realidad fueron unos ciento cincuenta mil, lejos de la lluvia de millones con que contaban los organizadores- los que proclamaron en La Castellana su adhesión con el concepto de familia católico, lo cierto es que en España están dejando de ser una rareza los que nunca asomarían por la kermesse de los obispos.
Como Mara y Jorge, un matrimonio formalizado en el juzgado con dos hijos, que paseaba a media tarde por la Puerta del Sol. Su concepto del yugo es práctico y en absoluto espiritual. “Si vives en una sociedad civil no puedes mezclar el matrimonio con ideas metafísicas como propone la Iglesia”, estima Jorge.
Para esta pareja que hace 30 años difícilmente podría decir estas cosas en público, “la Iglesia usa el matrimonio como una forma de controlar el orden social”.
Cambios sociales
La España que surge de la Constitución de 1978 (sobre todo por la igualdad de trato que sacraliza) y la prosperidad económica vivida han acabado mutando la manera de formar grupos familiares en un país uniforme y gris en este asunto. Las familias estaban formadas por papá, mamá y los niños o no eran tales.
Hoy son comunes las uniones no matrimoniales, las parejas que deciden no tener descendencia, las procedentes de uniones anteriores, las surgidas a partir del matrimonio de dos hombres o dos mujeres, y las de uno y su progenie nacidas de la decisión de tener hijos en solitario.
Como muestra de ello, lo más reciente es la revolución de las costumbres que ha supuesto la aprobación del matrimonio homosexual, una ley que ha atizado en gran medida a la Iglesia a tocar a rebato y repetir sin cesar que la familia está perseguida.
Al menos 2.600 parejas homosexuales han formalizado su unión ante el juez desde la aprobación de esta norma en 2005. Además, se estima que en España viven unos 80.000 hijos de familias homoparentales, de esas cuyo plácet legal, siempre según el cardenal de Toledo Antonio Cañizares, son “graves amenazas” que sacuden los cimientos de la familia.
Otro dato revelador de la abundancia de discrepantes: en 2006 había 84.000 familias monoparentales encabezadas por una persona soltera, según el Instituto de la Mujer.
Juntas desde hace 24 años
Tienen tres hijos. “No entiendo cómo se puede ir contra los derechos a estas alturas, y sobre todo, si se hace desde el cristianismo”, se lamenta Marisol Galobardes, casada desde hace dos años con María Viñolas, su amor desde hace 24.
Cuando se pregunta a esta mamá barcelonesa de tres hijos en qué se diferencia la suya de las llamadas familias tradicionales responde sin dudarlo: “En nada. La nuestra es tan tradicional como las demás, y más longeva que muchas, además”.
Frente a la incomprensión de los ultramontanos, Marisol (vicepresidenta de la Asociación de Familias Lesbianas y Gays) recomienda “información”. La ignorancia es la madre de la discriminación, insiste la mujer: “Informaros, les diría a los radicales, ya veréis cómo mi familia es tan común como las demás”.
La vida de esta familia no parece alejarse de la anodina normalidad de la clase media. Incluso hay tiempo para visitar al párroco, “que nos conoce y nos aprecia mucho. Estoy segura de que si necesitáramos cualquier cosa, el hombre nos ayudaría”, añade.
En su asociación está inscrito “un centenar largo de familias” formadas por dos hombres o dos mujeres y su progenie. Muchas de ellas son católicas practicantes, asegura, “y viven la fe en sus parroquias”, explica. “El problema es la posición trasnochada de algunos obispos”, zanja.
Comentarios
lamaris
8 de January de 2008 a las 10:17
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