Marguerite Radcliffe Hall (IV)

¿Por qué esa obsesión a lo largo de la novela con lo "natural" y lo "antinatural"? ¿Por qué, precisamente, en una mujer como Radcliffe Hall, que vivió abiertamente su lesbianismo, que mantuvo relaciones largas y estables con otras mujeres, que se benefició del ambiente tolerante y solidario del París de entreguerras? Si lo comparamos con los poemas de Natalie Barney, o con obras como el contemporáneo Almanaque de las Mujeres, de Djuna Barnes, la novela de Hall nos sorprende con su trasfondo determinista, con su estrechez de miras, con su aplastante "moralidad". Nos incomoda, nos enfada que Stephen sea tan caballero", tan noble, tan altruista -tan conservadora y tan patriarcal. Que sacrifique su amor por Mary en aras de la "respetabilidad". Que admire tanto a los hombres (a Roger Antrim, a su amigo Bockett, a su padre...), que a toda costa quiera identificarse con ellos, y que en su misma relación con Mary reproduzca fielmente los patrones de un matrimonio convencional. Que la única visión que ofrezca de lo que puede esperar de la vida una mujer lesbiana sea un "puro infierno" de incomprensión, amargura y renuncias.

Quizá el porqué haya que buscarlo en el tipo de público al que se orienta la novela: El Pozo de la Soledad está claramente destinada a una audiencia heterosexual. Radcliffe Hall quiere romper con el silencio que rodea al hecho lésbico, quiere atraer la atención del gran público sobre la existencia de una auténtica legión de homosexuales y lesbianas que se ven obligados a ocultarse tras una fachada de "normalidad". Y si no se debe leer El Pozo de la Soledad como una novela autobiográfica, por las razones citadas más arriba, si hay que poner en relación la intencionalidad de la autora con las palabras que Puddle le dirige a Stephen después de que Lady Anna la expulse de Morton: "Nada está completamente fuera de lugar ni perdido, estoy segura de eso -y todos somos parte de la naturaleza. Algún día el mundo lo reconocerá, pero entretanto hay mucho que hacer. Por el bien de todos aquellos que son como tú, pero quizá menos fuertes o menos dotados, es tu deber tener el coraje de hacer el bien" (Hall, pág. 208).

Si Radcliffe Hall esperaba reivindicar ante el mundo el derecho de los "invertidos" a existir, a amar y ser amados, a vivir vidas plenas, no podía hablar de los placeres de la homosexualidad: se veía, casi por definición, obligada a hablar de sus sufrimientos. Todavía en 1928 no se habían cerrado en la sociedad inglesa las heridas abiertas por el proceso contra Wilde. La visión esteticista de la homosexualidad que ofrece El Retrato de Dorian Gray había suscitado la animadversión del público tanto como la de los jueces encargados del proceso. Por tanto, Radcliffe Hall optó por la estrategia de la ética, creando un personaje que está a salvo de toda sospecha, que encarna la más pura moralidad cristiana. Las connotaciones mesiánicas del personaje de Stephen Gordon, apuntadas ya en la fecha de su nacimiento, el 25 de diciembre, se acentúan a partir de ese momento en que Puddle le descubre su "misión" en la vida. A través de la escritura, Stephen es capaz de encontrar no sólo su propio lugar en el mundo sino también de intentar crear un espacio para otros, del mismo modo que lo hace Radcliffe Hall al escribir su novela. Si Stephen se había revelado contra un Dios que, según sus propias palabras, "nos dejó tarados al crearnos", es a Dios a quien se vuelve más tarde en busca de reconocimiento y apoyo: "Dios, nosotros creemos; te hemos dicho que creemos. No te hemos negado. Así que Tú álzate y defiéndenos. Reconócenos, oh Dios, ante el mundo entero. Danos también el derecho a existir" (Hall, pág. 447).

Fue el hecho de invocar a Dios y a la naturaleza para justificar la homosexualidad lo que más escándalo produjo en la sociedad de la época. El Pozo de la Soledad fue sometido a un proceso por obscenidad en el mismo año de su publicación que lo mantuvo alejado de las imprentas inglesas durante veinte años, y provocó comentarios como el de un periodista que afirmó que "preferiría poner arsénico en las manos de una muchacha antes que permitirle leer esa novela". Afortunadamente, lo que entonces era escandaloso y blasfemo, hoy nos resulta anacrónico y redundante. Pero si El Pozo de la Soledad sigue teniendo vigencia, a pesar de todo lo que hoy en día percibimos en la novela como melodramatismo o absurdo determinismo biológico, es en la medida en que Hall desafía las premisas de la cultura patriarcal, en la medida en que denuncia a una sociedad que mutila emocionalmente a todo el que desafía sus normas, a quien viola las constricciones que se imponen sobre los individuos por el mero hecho de nacer con una u otra anatomía, por ser hombre o mujer. Stephen Gordon hubiese podido ser el héroe perfecto -pero era mujer. Shakespeare pudo haber tenido una hermana tan brillante como él -pero nunca hubiera podido llegara escribir...

Comentarios

herlinda

herlinda

5 de October de 2005 a las 08:37

GRACIAS POR PUBLICAR ALGO RESPECTO A RADCIFFE HALL. LEI EL POZO DE LA SOLEDAD CUANDO ALGUIEN MUY ESPECIAL ME LO OBSEQUIO, HACE MUCHOS AÑOS. Y SIEMPRE ME HA INTRIGADO LA FIGURA DE LA AUTORA, DE LA QUE NO HE SABIDO MUCHO. PERO, QUIZA POR ESO MISMO ME PARECE FACINANTE. FELICIDADES ! !

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