He dudado mucho antes de contar lo que, en mi vida, fue un drama. A los 17 años sentí hacia Simone de Beauvoir, mi profesora de filosofía, una atracción apasionada. A esta pasión se añadió unos meses más tarde una relación amorosa con Sartre: en 1939 formábamos un «trío», que fue deliberadamente roto primero por Sartre y luego por Simone en 1940. Esta doble ruptura, en un momento histórico tan amenazador para una judía como yo, me hundió en una grave y persistente depresión. Después de la guerra, sin embargo, reanudé mi amistad con Simone.