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Una historia corta...

rogue
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    ENTRE CASA Y DETROIT....(LIS)


    por Rogue




    Paro en unos de los primeros semáforos del centro. Creí que a esta hora no habría estas horrorosas caravanas que siempre me han puesto los pelos de punta. No entiendo como cualquier esfuerzo que he hecho por tomar las carreteras menos transitadas, me han devuelto de igual modo a este tremendo atasco que me va a hacer llegar tarde. Completamente parada en medio de la calle, mientras veo el dichoso semáforo cambiar a verde, pero aún así no pudo avanzar ni siquiera unos metros.


    Pongo la música intentando olvidar el claxon de los coches de atrás que ya casi es ininterrumpido, desde hace poco más de diez minutos.


    Con cada acorde de esa música me vienen recuerdos de no hace mucho, solo unos meses atrás, cuando mi vida tenía otra meta, que el camino hacia el que ahora iba....con prisas y más retenciones de lo que esperaba. Como llevada por el ambiente del interior del vehículo, cierro la ventanilla, tratando de ignorar al resto del mundo de fuera de él. Aquí otro mundo se abre para mí.....el que me ofrece mis recuerdos.








    Me repegé a la ventana del departamento mientras seguía esperando.


    -¿Dónde puede estar? ¿por qué demonios no llama? ¿acaso no sabe que siempre pienso lo peor?. Si fuera cualquier otra su forma de ser habría dormido sin preocupaciones toda la noche, pero Bren no es el tipo de persona que simplemente falta a casa sin avisar. Es por eso que me sentí tan terriblemente preocupada. Casi al grado de sentirme enferma.


    -Lo que daría porque en este momento entrara por la puerta y me diera una tonta excusa, como que se le había terminado la batería a su móvil. -pienso




    Llevaba esperándola toda la noche. Primero no presté atención. Estaba demasiado ensimismada en toda la maldita confusión que me había arrastrado en la oficina. No podía dormir y me decidí a hacer unos cuantos diseños en el ordenador. No tenía caso perder el tiempo sin hacer nada, y el trabajo siempre me había permitido pensar con claridad. Pero luego fueron pasándose las horas y Bren seguía sin llegar. Poco a poco mi corazón se iba oprimiendo, porque cada segundo que pasaba me imaginaba que algo terrible le podía haber acontecido.




    Fue ya casi las diez de la mañana y tendría que estar hacía un par de horas en el trabajo. Pero en vez de ello le dí vueltas al capuchino con doble crema que ni si quiera me tomé. Tratando de distraerme un poco recordé el día en que Bren me regaló esta cafetera. Fue en un aniversario. Ella sabe que el capuchino me vuelve completamente loca.




    Recuerdo haber despertado con el dulce aroma del café inundando el cuarto. De esas veces en que despiertas pero no quieres abrir si quiera tus ojos. Y allí me encontraba, disfrutando del dulce aroma hasta que sentí unos suaves labios que acariciaban los míos. Y una tenue voz junto a mi oído diciendo Feliz aniversario amor- Y al abrir poco a poco mis ojos encontrar su cara muy cerca de la mía, expresando esa sonrisa que ilumina sus ojos azules y te hace reconocer que esta planeando algo.




    -Tengo tres regalos para ti - soltó de repente, y yo no pude más que sonreír porque sabía que el maletín de piel que le había comprado para que no trajera todos sueltos sus papeles en el periódico, no se compararía con sus presentes. El primero es en realidad una inversión a largo plazo- dijo mientras me guiñaba el ojo y sacaba debajo de la cama la cafetera que ahora adorna la cocina. Me la entregó y al examinarla no pude sino darle un gran beso en los labios y sonreír ya plenamente. Teníamos cafetera en casa, pero esta era especial, era la cafetera del bar de Gaston. Y Dios sabe que tuvo que hacer gala de inteligencia para convencer a ese viejillo de que se la vendiera.




    -El segundo es una meta para hoy en la noche- mientras me entregaba el recibo por 2 noches de hotel en un pequeño pueblo a cuatro horas al que solíamos ir desde que cumplimos nuestro primer año juntas. Y el tercero y más importante- dijo tentadora es un plan que tengo para ahora mismo, pero requiero cierta cooperación tuya.-dijo esto último con una sonrisa particular en su cara.




    Dioses como nos divertimos ese día.


    Pero aquel otro....Mis recuerdos siguen ahondando mientras el dolor viene con ellos.


    Estuve allí metiendo un dedo a la mermelada porque no tenía el estómago de comerme si quiera un pan tostado.


    -¡Maldita sea Bren! No te costaba nada llamar. Un simple Lis voy a llegar tarde, me salió algo más de trabajo ...por favor, por favor...que este bien.-pensaba entre preocupación y rabia ante su descuido y falta de consideración.




    En ese momento el sonido de la puerta me sacó de mi tormento. Me sentí, terriblemente aliviada y creo que hasta hambrienta de repente, pero por sobre todo con ganas de descargar mi frustración.


    - ¡ Esa mujer me va a escuchar!... Claro, después de darle un beso y asegurarme de que esta completamente bien.




    Caminó por el pasillo desabrochándose la camisa rumbo al baño y no podía creer su actitud. -¿ Ni siquiera un hola? ¿no hay un discúlpame amor no quise tardarme?-pensé




    -Bren ¿se puede saber donde has estado?-le dije mirándole con toda la seriedad que mi preocupación me permitía. Pero ella simplemente esquivó mi mirada, me ignoró y siguió su camino hacia el baño.


    -Te llamé al móvil como diez veces anoche, pero nada. Llamé también al periódico pero nadie contestaba..... Y esta mañana......


    -¡¡¡Ya yaaaa Lis!!! .-replicó a mis peticiones de alguna explicación que justificara mi angustia de no saber nada de ella en toda la noche. Supe que algo iba mal de cualquier modo.


    -¿Que te pasa Bren?. Malas noticias?..y aunque así fuera, ¿porqué no llamaste anoche, o esta mañana?.- Le digo mientras intento comprender que es lo que sucede.


    -¡¡¡Déjame en paz!! ¿¡ quieres!?-


    -¿Déjame en paz? me reiteré en su respuesta.-¿Quien es esta mujer y donde dejaron a mi esposa?. ¿qué demonios sucede? Y sobre todo.... ¿por qué demonios sigo preocupada en vez de empezar a enfadarme?- pensé


    -¿Qué pasa Bren?.


    -¡Eso dímelo tú! respondió mirándome con lo que me parece rabia y frustración, antes de seguir su camino al baño y cerrarme la puerta en las narices.


    Me quedé atónita mirando la puerta hasta que el sonido de el agua cayendo me despabila un poco. Antes de hacer cualquier cosa tomé el teléfono y marqué a la oficina.




    -¿Malory? Soy Lis, por favor cancela mis citas de este día ¿si?


    -¿Lis? ¿Pasa algo?


    -Eh..no, no te preocupes, es solo que tengo algunos problemas en casa.


    -¿Estás bien? ¿Le sucede algo a Bren?-insistió


    -Nada importante Malory. Tu solo...solo cancela mis citas. Cuando averigüe que sucede te llamo ¿si?


    -Ok. But call me, ok?. Porque me has dejado desde ya preocupada.-dijo Malory, mi secretaria con su típico acento británico.


    -Yo te llamo. - prometí antes de cortar la llamada.




    Me senté en la sala esperando a que saliera. No alcanzaba a comprender que es lo que le sucedía. Pero entendía que algo malo estaba pasando, esta no era Bren, ella es dulce y comprensiva, ella es la mujer que es capaz de salir en la noche a buscar una lata de duraznos en almíbar porque de repente dijera que tenía el antojo. Ella, ella es todo menos la mujer que entró en ese baño sin siquiera darme una explicación.




    Sus pasos saliendo del baño en el albornoz morado que le regalé en navidad me hicieron salir de mi estado de meditación y le segí hasta el cuarto buscando respuestas.




    -Bren. No sé que te pasa, pero creo que me merezco una explicación, ¿no?...¿que haces? dije mientras la mujer que más amaba en el mundo comenzaba a vaciar el closet que ambas compartíamos desde hacía años.


    -¡¡Mira Lis no quiero hablar de ello ahora!!. ¡¿vale!?.


    -¡¡Pues tendrás que hacerlo!!..-le grité mientras le arrebato la ropa de las manos en un intento desesperado por pararla.


    -¿Por qué esta haciendo esto? ¿de verdad va a dejarme?-no paraba de pensar al tiempo que la veía moverse por el cuarto


    -¡Esta bien!...¡¡¡esta biennn !!!!. Ayer fui al estudio ¿sabes?. dijo mientras me miraba con rabia


    -Ayer..tu.....Bren....yo- intenté hablar pero las palabras no me salían. -¿por qué de entre todos los días tuvo que ir Bren ayer? No ayer... no...dioses...-pensaba.


    -¿Qué Lis?...¡¿que excusas me vas a dar?!.


    - Bren, escucha repliqué desesperadamente tratando de hacer algo que le hiciera entender, algo que hiciera que no se marchara. -No puedo vivir sin ella, ¿cómo demonios explicarle?-no paraba de ahogarme en como decirle, como hacerle ver....


    -¡¡No, escucha tú!!. No quiero hablar de esto, no creo que haya nada que me puedas decir que justifique lo que ví.


    -Solo fue..


    -Sé lo que fue, ¿recuerdas?... estaba allí- me dijo con la mirada más fría que jamás le vi en la vida.


    -Bren....-grité mientras sujeté su mano tratando de detenerla, de aferrarme a su amor y mantenerla en mi vida.


    -¡Suéltame Lis!!...¡¡No!!. Confiaba en ti ¿sabes?. Sabía que podía pasar mucho que nos pudiera dañar, pero a pesar de todo siempre confié en ti. Ahora ya no sé ni quien eres....-dije mientras me daba la espalda y sequía juntando su ropa


    -Bren escúchame por favor....yo...No sucedió nada, nada. Fue solo un error que paré en cuanto empezó. Yo, me sentía....


    -¿Sola?....¿te has preguntado como me sentía yo? ¿Te preguntas acaso que sentí cuando vi lo que vi?....¿sabes lo que siento ahora?....Déjalo Lis.....me marcho.


    -¿Dónde vas?-pregunté sin terminar de aceptar lo que estaba sucediendo.


    -A cualquier parte, no lo sé.


    -Bren quédate y hablamos..yo- ya ni siquiera sabia lo que decía, simplemente hablaba por hablar, las palabras salían como una fuente intentando ayudarme a mantenerla a mi lado. Pero ella no escucho mis suplicas...se puso sus jeans, tomo su maleta y se dirigió a la puerta.


    -¡¡Bren...Breen, por Dios no te vayas!!- alcancé a decir antes de que mi voz se quebrara por completo y me fuera imposible hablar.


    -¿Sabes cuánto me has robado?.......- dijo mientras me miraba -creo que nunca lo sabrás Lis, pero confiaba en ti, como nunca confié en nadie.- dijo antes de marcharse dándome la espalda. Y yo no pude más que pensar que me lo merecía. Bajé mis ojos llenos de lágrimas y la dejé partir. Desde ese entonces mi vida sería lo que ahora es. Y ahora sabía, que así iba a ser para siempre.






    El sonido del claxon del auto detrás mío me despierta de entre mis recuerdos. La luz del semáforo debe tener un buen rato en verde porque la mujer no queda muy contenta cuando salgo de mi misma y acelero el auto por la atestada calle. Como siempre voy tarde a la cita. ¡pero cómo iba a saber que Malory se enfermaría, el abogado llegaría con retraso y para colmo Adolfo no tendría el modelo a tiempo! En fin no tiene caso justificarse ahora. Después de todo ya no queda nada por arreglar. No es como si Bren no me conociera. Nunca he llegado temprano a ningún lado. Y seguro no llegare ahora, solo faltan 5 minutos y estoy como a 10 del lugar de Gaston.




    Y pensar que todo comenzó en un día igual de apresurado que el de hoy. Recuerdo perfectamente mi asombro al ver a Andrea entrar a mi oficina. Hacía casi 10 años que no le veía. No dudé un segundo en que era ella. Tenía el mismo porte rebelde de hacia unos años. La sonrisa torcida y los modales agresivos de mi mejor amiga, de la primera persona de quien tenía recuerdos en este mundo.




    Andy y yo crecimos juntas en el orfanato de San James. En un barrio del que no quiero recordar el nombre. Fue la única persona en quien pude apoyarme en esos momentos, me suplió todo lo que nunca tuve. Fue mi familia, mi amiga, mi amor. Juntas pasamos la niñez y lidiamos con la adolescencia. Ella apenas un año mayor que yo me cuido y protegió de todo y todos. En ese entonces yo solo era una niña muy tímida, una pequeña introvertida que según palabras de la psicóloga estaba tan afectada psicológicamente que no sería capaz de sostener relaciones personales normales en su vida. Y se escondía detrás de una doble personalidad llamada LilianaYo no sabía nada de la vida, si no hubiera sido por ella, no sé donde habría acabado...




    A los catorce años nos escapamos de ese lugar. De verdad que lo pasamos mal. Hubo días en que no comiamos. Otros en que lo pasamos muy felices. Nos sosteníamos de mis dibujos y de las pequeñas tareas que ella conseguía hacer. Y pese a todas esas arbitrariedades no puedo decir que fue infeliz.




    Cuando cumplí 17 conocí a Carlos y Elsa, como ellos me dijeron que les llamara, eran una pareja con mucho dinero y mucho más tiempo libre. Fueron ellos quienes descubrieron mi talento y lo enfocaron al diseño y la publicidad. Los que llevaron mis dibujos por primera vez a una agencia y me dieron mi primer sueldo. Quienes me ofrecieron un departamento y comida si seguía trabajando para la agencia y desarrollando mis habilidades. Tuve mucha suerte... pero Andy no quiso acompañarme. Dijo que eso no era para ella y se marchó sin decir casi nada.




    Y después de mucho tiempo estaba allí, frente a mi, en mi propia oficina. La joven que busqué con desesperación desde los 17 a los 22 años, cuando perdí la esperanza y conocí a una joven de ojos azules que luego sería mi esposa.




    -¡Hey extraña! ¿cómo está Liliana?- Preguntó con ese típico saludo de ella, que me trajo miles de recuerdos dulces a la mente.


    -Andy...-respondí antes de abrazarla, -¡¡Andyyyyy!!- y no puedo negar que sentí una felicidad inmensa cuando le abracé, como si volviera a estar en casa, como si fuera de nuevo una persona con familia y no la mujer sin pasado que todos conocían. La mujer que conocía Bren....




    Nunca fui capaz de hablar con nadie sobre el tema. Mi pasado me persiguía y atormentaba como si yo hubiese tenido la culpa de todo lo que vi y pasé esa noche.... Bren sabe que algo malo me pasó hace tiempo, que no tengo padres ni hermanos y que la gente que me puso en donde estoy, mis benefactores, están ya muertos. Yo quise enterrar esa parte de mi e iniciar una vida nueva con ella. Ahora esas dos partes de mí se estaban uniendo.




    -Me temo que Liliana ya no existe Andy, ha pasado el tiempo...


    -Y que lo digas- me interrumpió -supe que me estuviste buscando- mientras su mirada se pierdía en sus zapatos como en los viejos tiempos, cuando se avergonzaba de algo. Era lo mejor para ti sabes?, si me hubiese quedado a tu lado no estarías donde estas ahora.-terminó con su frase.




    -Lo sé....




    Y así inició una conversación que se prolongó por toda la tarde. Poniéndonos al tanto de todo lo que nos había pasado en esos últimos años. Ella me contó de sus viajes por el mundo, de la vez en que robó un par de zapatos y pasó tres meses en la cárcel. Dijo que la prefería mil veces al orfanato y ambas reímos a carcajadas. Me habló de la gente que conoció en esos extraños lugares que solo ella pudo haber visitado. Y yo... Yo le hablé de Bren. Le conté como la conocí, le hablé de ese momento en que una atractiva periodista se había acercado a mi lado en una aburrida fiesta de mi cliente más importante y me preguntó que pensaba de los hoyos negros. De la sonrisa que me sacó esa manera tan extraña de presentarse. Del momento en que le pedí que viviéramos juntas y de los viajes de aniversario al Carabineros




    Pero no podía mentirle a ella, no a Andy, y al final terminé por llorar. Diciéndole que pasábamos por una crisis, que de un tiempo acá Bren y yo ni si quiera nos hablábamos, que estábamos tan ocupadas cada una con sus cosas que la rutina estaba acabando con nuestra relación. Le dije que no sabía que hacer, que estaba confundida, que no quería perderla.


    Ella me tomó de la mano y me invitó a salir de la oficina. Ya casi eran las diez de la noche. Como siempre que hablábamos se nos habían ido las horas como agua. Sentí el aire picándome la cara cuando salimos al estacionamiento. Allí Andy me detuvo y me dijo:




    -Lis, quisiera que siguieras siendo la niña que un día conocí. Para poder decirte que todo estará bien y convencer te con un beso y un abrazo. Pero las cosas no son más así linda, ahora eres una mujer y tienes que arreglártelas sola. Y sé que vas a lograrlo ¿sabes? Te conozco desde que éramos unas niñas y desde entonces has sorprendido al mundo. Si en verdad la amas tanto sorpréndela a ella también. Yo mientras tanto haré lo único que sé hacer luego me marchare a casa- dijo mientras me abrazaba suavemente como lo había hecho durante tantos años y acercaba sus labios a los míos.


    Mientras me besaba me sentí como esa chica de 17, totalmente protegida, pero al mismo tiempo me sentí horriblemente vacía. Me daba cuenta de que aquello no era más que un recuerdo y de lo que intentaba decirme Andy. Ahora yo era una mujer, y tenía que arreglármelas..más no sola, siempre tendría a Bren.


    Y con eso en mente tomé a Andy del brazo y la llevé en mi coche al aeropuerto, no sin sacarle con resiticencia la promesa de que me llamaría alguna vez.... Cómo iba yo a saber que justo ese día Bren había decidido ir por mi a la oficina...




    Sigo conduciendo y me detengo una cuadra antes del café de Gaston, ni si quiera intento acercarme más porque tengo años viniendo a este lugar y se que nunca hay lugar libre donde estacionarse. Pero aun no me siento con la fuerza suficiente para bajarme. Mejor mi mente vuela a los días después de que Bren se fuera de la casa. Esos momentos en que la llamaba insistentemente a la oficina, con los amigos, con la abuela y no contestaba.




    Muchas veces pensé que había estado deprimida, pero por Dios que hasta ese día que Bren me dejó supe de verdad lo que era que tu vida no tuviera más sentido. Toda esa semana fue un fiasco para mí, la pasé vegetando, acostada en las sábanas que habíamos compartido durante tanto tiempo, queriendo respirar su olor en la casa, aferrándome con todo lo que tenía a su recuerdo.




    Fue entonces cuando subí de nuevo a ese risco. Un lugar que nunca le enseñé a Bren, ella odia las alturas, yo las amo, me gusta mucho sentarme al borde de un precipicio y respirar el peligro. Y esa vez lo hice así. Mire al vació y sentí el aire darme de lleno en la cara. No tenía a nadie, no tenía a Bren, no era nada.




    -Deja de llorar estúpida- escuché una voz muy conocida en mi mente tú sabes que te lo mereces, ......solo a ti se te ocurre permitir que te bese Andy enfrente de Bren.


    Hacia mucho que no escuchaba la voz de Liliana dentro mío. Había ido desapareciendo conforme yo dejaba atrás mi pasado. Pero ahora ese pasado me había alcanzado y de nuevo estaba enteramente sola.


    Tú sabes que no lo hice adrede Lil, tú mejor que nadie deberías saber que la amo, ¿qué voy a hacer sin ella?- hablo conmigo misma, como muchas veces hice antes, como si nunca hubiera dejado de hacerlo.


    -¡Te dije que no te enamoraras! ..pero eres una tonta, te dije que iba a lastimarte, todos te lastiman ¿acaso ya no lo recuerdas?-intentaba hacerme recordar mis momentos más dolorosos y silenciosos hasta para Bren.


    -No pude evitarlo Lil, dije mientras mis lágrimas resbalaban por mis mejillas sin que yo intentara siquiera limpiarlas.


    -Pues tendremos que sobreponernos ¡¿entiendes?!, no nos podemos quedar aquí viendo al horizonte como un par de idiotas.


    -No puedo Lil, esta vez no...ahora sí.... ya no queda nada.


    -¡¡Deja de decir esas cosas!!, ¡¿que vas a hacer eh niñita llorona?! ¿suicidarte? Ni siquiera tienes el valor para hacer eso.


    -No me conoces tanto como crees Liliana, a pesar de que somos una no sabes de lo que soy capaz. Más ahora mismo que no queda nada.


    -No hablarás en serio ¿verdad Lis?


    Pero esta vez no respondí a mi mente, simplemente respire profundo antes de empezar a soltar mi cuerpo y sonreírle al vacío.


    Aun no sé que hubiera sucedido si no hubiese sonado el móvil en ese momento.




    El sonido incesante del teléfono me salvó de cometer una estupidez, o tal vez no...quizás solo me ayudó a seguir regodeándome en mi dolor hasta que la muerte decidiera darme algo de paz.


    -Lis ¿eres tu?- escuché del otro lado del auricular una voz muy característica y especial


    -¿Abuela?- dije aún en shock. En realidad Elena no era mi abuela, sino la de Bren, pero desde la primera vez en que Bren me había llevado a su casa ella me adoptó cual si no hubiera diferencia entre ella y yo.


    -Si, soy yo. ¿se puede saber que pasa entre tú y Bren? -preguntó con ese tono preocupado de abuela que solo ella podía utilizar.


    No lo pude evitar, me solté llorando. Le dije toda la verdad, le conté acerca de mi vida, de Andy, de lo que había visto Bren, le dije que estaba desesperada. Que mi vida ya no tenía sentido.


    -Tienes que comprender que ella esta muy dolida Lis, no será tan fácil que la recuperes.


    -¿Está contigo abuela?


    -Si


    -Lo imaginé..¿dónde si no?.


    -Lis- dijo dudativa si quieres recuperarla tal vez este sea el momento de hablar...Hay....-calló un segundo antes de seguir- Hay una chica que ha estado visitando muy seguido a Bren,... ya sabes...consolándola.


    -¿Una chica?.. ¿a Bren?


    -Si Lis, una chica llamada Maury, es una buena persona ¿sabes?


    -Lo sé abuela, la conozco. Escucha, cuida a Bren de mi parte ¿si? .Y no te preocupes, si alguna vez me la topo ella nunca sabrá de esta llamada.


    -Lis, ella te ama.- dijo con compasión


    -Y yo la adoro abuela, pero hay cosas que no se pueden arreglar dije sabiendo la magnitud de mis palabras.




    Una lagrima rueda por mi mejilla mientras recuerdo los sentimientos de entonces, que siguen siendo los de ahora. Pareciera que no han pasado los meses, que un día de estos despertaré de la pesadilla y ella estará ahí para abrazarme mientras lloro y me dirá que todo fue un mal sueño. Intento recomponerme un poco arreglando mi maquillaje en el espejo del auto. Este auto que nos vio tantas veces juntas. Tengo ya 15 minutos de retraso, pero aun no puedo bajar, los recuerdos siguen invadiéndome como si trataran de asfixiarme, y aunque sé que algún día acabaran por hacerlo no quiero desprenderme de ellos. No si el precio es olvidar a Bren como un día olvide a mis padres...no esta vez.


    Aún recuerdo, el día en que perdí la esperanza de tenerla de nuevo a mi lado. Cuando después de la llamada de la abuela saqué mis cosas de nuestro departamento y me mudé a un piso yo sola. Aún entonces me quedaba un pequeño hilito de luz donde escondía la ilusión de tenerla de nuevo conmigo. Pero ese día, en este mismo café al que pronto ahora me dirijo, me dí cuenta de que Bren ya no era para mí.




    Recuerdo haber entrado por la puerta principal y haberle sonreído a Gaston mientras pasaba. Iba con un par de compañeros de trabajo, nos habíamos dado un tiempo de descanso porque el proyecto en el que andábamos nos tenía muy estresados a todos. Yo, en realidad me estaba metiendo lo más que podía en mi trabajo para olvidar mis tragedias personales. Escogimos una mesa y yo acomodaba mi bolso cuando me giré y la ví, tan hermosa como siempre. Por un instante me perdí de nuevo en sus ojos azules y creí que nunca saldría del estado que me producía mirarla. Fue entonces cuando ella volvió su ojos hacia mí y sonrió al verme, por un instante creí que todo sería como antes y le devolví la sonrisa. Pero entonces me percaté de que estaba acompañada. Maury estaba con ella. Y a ello Liliana se burlaba de mis absurdas esperanzas..... mientras mi corazón se hacía trisas. Sin embargo terminé por acercarme a su mesa. Por alguna idiota razón quería que ella notara que yo estaba bien, que no la necesitaba.




    -Hola Bren


    -Hola Lis...¿cómo estás?


    -Bien, supongo...con mucho trabajo.-dije mientras mi mirada se dirigía hacia Maury, no sé si en un intento masoquista de compararme con ella o por la punzada horrorosa de celos que me mataba en ese momento.


    -Ah si...ella es Maury una compañera de....


    -La conozco, -interrumpí -creo recordarte de algunas de las celebraciones de navidad del periódico.


    -Así es- respondió Maury -solo espero que no recuerdes nada de lo que me debiera avergonzar..o sí.-respondió sonriente.


    Para mi asombro sus palabras me trajeron a la boca una sonrisa, de verdad era una buena persona Si la abuela lo pensaba...quizás esta vez fuera yo la que estaba demás allí y en su vida definitivamente.


    -Bueno Lis..siéntate con nosotras- sugirió Bren.


    -No, ya me están esperando, hay mucho que hacer, solo vinimos a un pequeño descanso Ahora debo regresar a la faena.- dije intentando sonreír y mirando sus ojos, como si me despidiera de ellos.


    -Entiendo...pues ve, seguramente tu capuchino con doble de crema se te enfriará .


    -Sí.... bueno Bren, hasta pronto- dije mientras me marchaba, no sin antes poder evitar mirar a Maury de nuevo. Me hubiera gustado decirle que la cuidara...pero, quien era yo para decirle eso. Después de todo yo no había sabido hacerla feliz.






    Por fin decido salir del auto, me aseguro primero de traer todo en el bolso, el pasaporte, los boletos de avión, las carpetas de dibujos a revisar durante el vuelo. Y salgo despedida hacia la que fue nuestro punto de encuentro durante tantos años.


    Lo primero que veo al entrar es a Asdrúbal, el dueño del bar que me mira con el cariño de un amigo al que has abandonado durante mucho tiempo.


    - Bren esta en la mesa de siempre- me dice Gastón como expectante, -¿te sirvo lo de siempre? -yo le respondo que en realidad tengo mucha prisa y le regalo una media sonrisa antes de acercarme a la mesa de Bren.




    -Hola, lamento la tardanza Bren- digo mientras la beso en la mejilla


    -Hola Lis, ya veo que las buenas costumbres no se quitan ¿eh?- responde mientras me sonrée embromadora y casi puedo respirar el aire de nuestros viejos tiempos en este mismo lugar. Pero ahora nada es igual y tengo que acostumbrarme a ello.


    -Lo siento, es que en unas horas sale mi avión y realmente dejé todo para última hora y....


    -¿En unas horas? ¿Tan pronto?- preguntó sorprendida, como si realmente nunca le hubiera dicho que la firma me mandaba a Detroit. Siempre había sido mi sueño, y ahora que no me quedaba mucho porqué luchar en cuanto a mi vida personal, mi carrera se había vuelto la prioridad. Había decidido enamorarme de mi trabajo.


    -Si....


    -Bueno pues..pues yo te traía algunos objetos para que te llevaras contigo.-me dijo señalando con su mirada una caja justo a su lado.


    -Gracias, me gustará mucho tenerlos- digo mientras observo la fotografía que tomamos en mi cumpleaños...antes de que nos lloviera a cantaros y al otro día amaneciéramos las dos muertas de gripe, en la parte superior de la caja. Eso demasiado para mí, tengo que salir de este lugar lo antes posible.


    -Para irte al grano porque se me hace tarde, solo quería darte esto digo mientras le extiendo las llaves del coche. -No me ha dado tiempo de venderlo, pero al fin y al cavo es nuestro y en Detroit como que me haré una transeúnte de a pie..o a metro.


    -Sí....más aún sabiendo como te pones en las colas de las mañanas.. De mañanas, de tardes, de noches- yo sonrío mientras entiendo que nunca nadie me conocerá como ella. Mientras, su mano se apodera de las llaves.


    -Bueno Bren...quiero... bueno cuídate. No sigas cantando en la ducha en altas horas de la noche a las que sueles llegar. Ya sabes cómo se pone Mac Lian, el vecino


    -Nunca supiste apreciar mis cualidades dice con una sonrisa.


    -Si, siempre lo aprecié, solo que cantar no es una de ellas.-respondo sin pensar, mientras nos intercambiamos una sonrisa cruzada.


    -En fin Bren ya debo irme decido romper con el momento.


    -Ya....pues suerte...mucha suerte allí. Llámame cuando llegues ¿ok?


    - Descuida.


    Sujetó mi bolsa y le doy un rápido beso en la mejilla antes de dirigirme a la puerta. Ahora solo debo pensar en mi y en mi carrera y dejar todo esto atrás.




    -¡¡¡Espera!! siento de repente su la voz de Bren desde el fondo del lugar.-¿quién te llevará al aeropuerto?


    -Tengo un taxi esperando ahí mismo- le indico


    -Un momento, Yo te llevaré.


    -No, no te preocupes, yo...- digo intentando encontrar una excusa para no tenerla más al lado, solo yo puedo saber que estoy desmoronándome por dentro mientras me alejo de ella y de mi pasado.... otra vez.


    -Nada,- insiste dando su decisión de acompañarme por terminada- ¿dónde has dejado el coche?


    -Es..está en la calle trasera del café.


    -¿Y eso cuando pensabas decírmelo? ...No aprenderás Lis, siempre serás la misma.


    Me dice mientras yo sonrío sin creer aún que me había olvidado de decírselo. Hubiera tardado un buen rato en dar con el carro, aunque no debería sorprenderme ese hecho. Tengo una memoria que puede recordar cosas tan estúpidas como la masa atómica del helio y olvida cosas como ésta.


    Me paso todo el viaje contemplándola y tratando de olvidarme de que puede ser la última vez que la veo, y mientras la miro sin que lo note, contemplo la ciudad que tanto me ha dado, donde dejo parte de mí.




    -Hemos llegado -es lo siguiente que oigo de ella.


    -Sí...-digo mientras la miro y le sonrío a todo lo bueno que vivimos juntas.-En fin, vámonos o ese avión se irá sin mi.


    -Ok , Bueno Lis....cuídate mucho ¿eh?


    Intento contestarle con una sonrisa, pero sé que lo que dibuja mi cara no es exactamente lo que pretendía, Ella me abraza y entonces siento mi cuerpo temblar como esas pocas veces en que sintiendo sus brazos protegiéndome, me abandone al llanto. Pero esta vez no debo hacerlo, porque no habrá nadie al final del día que me consuele.


    Me alejo de su cuerpo dejando sus manos sujetas con las mías.


    -Bueno Bren, te llamaré alguna vez.- le digo, casi una promesa.


    -Eso espero, debes de darme tu dirección y tu teléfono. responde mientras yo ya me encamino a las puertas de cristal que me separan de mi nueva vida.




    Me lanzo a caminar tratando de no pensar en nada más que en el futuro. Diciéndome que Bren tiene toda la razón en no perdonarme. Después de todo fui yo quien dio todos esos discursos sobre la infidelidad, la que dijo que nunca podría perdonar algo como eso. Fue mi boca la que besó la de otra persona. Fui yo quien traicionó el amor y el cariño, quien deshizo nuestra relación. Y extrañamente sé que tal vez algún día, ella me pueda perdonar y sonría mientras recuerde mi nombre. Pero yo...yo nunca podré hacerlo, nadie puede odiarme tanto como en estos momentos me odio a mi misma.




    Me siento en la sala de espera y reviso un par de documentos de trabajo antes de escuchar a la azafata pedir a los pasajeros de primera clase que muestren sus boletos. Yo no puedo más que tomar mi maleta y acercarme a ella.




    ....¡Lis!! ¡¡Lis!!! ¡espera!- escucho la voz de Bren gritándome a lo lejos




    -Bren ¿qué haces aquí?...pero ...pero.¿Qué pasa? ¿a qué viene esto?


    -Es....es....es tu teléfono....tu móvil.-termina por decir mientras trata de respirar.


    -¿Mi móvil?


    Digo antes de ver en su mano el pequeño teléfono que uso para mis negocios.


    -Ahh vaya...Gracias Bren, te lo agradezco.


    Digo sin poder evitar sonar algo decepcionada. Muy a pesar de mi misma hubiese deseado que estuviera aquí para algo más.


    - De nada- me responde mientras la azafata me pide el billete para facturar mi equipaje.


    -Ah sí, perdone....ahí tiene.- digo mientras extiendo mi mano para darle lo que me pide. Pero de repente la mano de Bren se posa sobre la mía impidiéndome mover.


    -.Lis....yo....no quiero que te vayas. es lo que pretendo escuchar. Yo no puedo creer que lo este diciendo.


    -¿Qué? digo y espero mientras la miro expectante.


    Antes de contestarme, me lleva lejos de la fila que ya comenzaba a vernos con cierta curiosidad.


    -Lis, quiero que te quedes. Yo, no sé que pueda pasar entre nosotras, pero si que no quiero que te vayas.-me dice.


    Yo no puedo evitar que las lágrimas rueden por mis mejillas, esto es tan irreal, es lo que estaba deseando, lo que soñé todo este tiempo sin ella y de alguna manera me parece que a pesar de escuchar sus palabras no hay manera de que podamos acabar juntas.


    -Lis no, por favor...Mira , ven....vámonos fuera a algún lugar donde podamos hablar, pero de momento por favor no te vayas. insiste.


    Yo solo atino a asentir mientras siento su mano rodear mi espalda y conducirme a la salida, pero de repente me detengo y me suelto de su brazo, comprendo que no puede ser, que ya no es lo mismo de antes, que la relación que tuvimos nunca será igual y solo acabaremos haciéndonos daño. Que Lil tiene razón y yo no sirvo para hacerla feliz.




    -Nooo no puedo Bren...no puedo. y emprendo un camino ligero hasta la terminal.


    -Lis ..¡Liss!-dice mientras va tras mis pasos y la escucho tras de mí.


    -No puedo Bren, ¿no lo entiendes?- digo tratando de explicarme.


    -No puedo estar a tu lado, he perdido tu confianza y no es que pueda recriminártelo....pero no puedo estar así contigo. Sólo nos haríamos daño


    La cara de Bren me hace darme cuenta de que dí justo en el blanco, a ese nivel la conozco, le he abierto los ojos y ahora ella también sabe que es verdad, no podemos estar más juntas. Así que me vuelvo sobre mis pasos y me dirijo de nuevo a la sala de espera. Tan ligeramente que en algunos pasos ya estoy bien retirada de ella.


    -¡¡¡Ayúdame!!!-escucho detrás de mi y detengo mis pasos -¡Ayúdame Lis!.....sé que podemos hacerlo. Hemos podido con todo estos años, esto no debe de ser más. Dímelo Lis, dime que puedo confiar en ti....di solamente....confía en mí....y yo lo haré -dice mientras siento como se acerca y las siento tomar mi hombro y girarme hacia ella, pero aún no puedo verla a los ojos, no soportaría ver de nuevo ese estoicismo y leer en él lo que apenas unos minutos atrás había visto en su mirada.


    Ella toma mi barbilla y su mano irradia tanto amor que no me queda más que dejar que de mis ojos broten las lágrimas que había tratado de seguir escondiendo.


    -Dímelo mi amor.-dice mientras me mira a los ojos Y yo comienzo a pensar que tal vez no tenga que deshacerme de mi pasado para crear mis futuros, tal vez pueda aprender algo de él y ser una mejor persona en base a ello. Quizás Bren pueda de verdad confiar en mí.... algún día, y


    -¡demonios! Porque no luchar por ello.- pienso


    -Confía en mi Bren digo mientras con la voz quebrada por el llanto y con esos odiosos sollozos que nunca puedo evitar cuando me gana el llanto.


    Me abrazo con fuerza a su cuerpo como lo he hecho otras tantas veces. Como cuando despertaba de mis pesadillas llorando como ahora y ella me consolaba hasta que mis sollozos se apagaban poco a poco. Igual que lo hizo ahora, sosteniéndome hasta que me tranquilice lo suficiente.


    -Vámonos amor- me dice levemente


    -Vámonos a casa- contesto mientras entiendo que nunca habrá para mi más familia que ella.


    Ella asiente y se acerca suavemente a besar mis labios. Yo de nuevo me abrazo a ella tratando de expresarle en un solo gesto todo lo que las palabras nunca podrán decirle. El llanto ha parado y en mi cuerpo siento ese cansancio que me bien siempre después de desahogarme en lágrimas. Siento su aliento en mi cuello y me doy cuenta de que todo ha pasado. Puedo respirar de nuevo y mi vida comienza otra vez aquí. En algún punto entre nuestro hogar y Detroit.






    FIN
    rogue
      rogue
      Hace mucho tiempo me encontraba en una charla amistosa con mi novia y de ahi salio la idea de este relato, en realidad son dos relatos en lugar de uno. La primera parte la escribio ella y me la envió al c orreo, la lei y me encantó pero mientras la leía pensaba en lo que había motivado al otro personaje (aunque este no existia jeje) el c aso es ke esa noche me puse a escribir e hice la segunda parte. Y lo que salió de este exprimento se llama "Entre Casa y Detroit" y nada ke ahora aprovecho para compartir esto con ustedes.




      ENTRE CASA Y DETROIT....(BREN)


      por genix


      El café que Gaston me ha servido ante mí, en la mesa de siempre, hecha ese humo lleno de aroma que inunda mis cercanías. Agradezco su gesto con mi sonrisa habitual, después de habernos quedado charlando durante un tiempo respetable, que Asdrúbal, el aparente, solo aparente mal carado propietario del bar, le ha permitido tras unos de sus elocuentes comentarios de ...¡¡ehhhh !! ¿para eso te pago?....trabaja chico que la charla no produce ingresos!.


      Sé que la sonrisa de Gaston es cómplice con la mía, ambos sabemos que Asdrúbal es solo fachada de tipo duro, pero que después de cada comentario así, se sonríe a sus espaldas. Aunque quizás por los años que hace que vengo aquí y lo que me conoce en este tiempo, esa sonrisa la expresa descaradamente para mí.




      Remuevo mi café, con medio sobre de azúcar en su interior, mientras veo que el ambiente es como el por entonces. A pesar de estos meses de ausencia, algunas de las caras, son las de siempre. Agito mi café entre saludo y saludo en la lejanía.


      Cuando me doy conciencia de mí ando mareando un café que casi se me enfría, con una sonrisa que ya apenas si puedo borrar de mi cara.


      Al lado de mí, en la silla contigua, descansa esta caja de cartón, llena de tantas cosas que me son difíciles enumerar. Quizás bien podría decir que no se trata ni más ni menos que de la mitad de mi vida. Nunca me había dado cuenta de lo poco que podía parecer esa caja en el fondo del armario, y sin embargo, esta mañana mismo, mientras sabia que me desprendería de ella, me resultó entrañable y algo nostálgico el espacio que ocupa allí. Podría decir que casi es un resumen de una gran parte de mi vida.


      Mis ojos se enfrentan al café de nuevo trayéndome conmigo miles de pensamientos que acompañan a aquel pequeño depósito de muchos recuerdos. Tres libros, unos cuantos álbumes de fotos, algunos resguardos de billetes de avión de algún viaje que ahora mismo me viene a la memoria como si hubiera sido ayer mismo.


      Y dejo a mis pensamientos vagar a ese tiempo y lugar. De repente, siento la sensación de la fría nieve contemplada desde la cama, a través de la ventana, el sonido tras de mí de una puerta y unas manos que se colaban bajo las sabanas para descansar en mi vientre.


      -¡¡Lissssss!!!.....¡¡por todos los cielos!!! ¿Quieres matarme?- dejando la contemplación abruptamente para intentar encolerizarme por aquel hecho.


      -Nooo Bren. Eso seria un souvenir demasiado grande para llevarlo a casa no....¿no crees? susurró a mi oído desde atrás.


      Ese fue el instante perfecto para sujetar sus manos que erizaba la piel de mi estomago, mientras me giraba sobre mi misma para enfrentarme a su sonrisa, despiadada y blanca sonrisa. Sus ojos como siempre llenos de vida, dentro de sus pupilas entre colores matizados de miel. Con sus manos sujetas a ambos lados de nuestras caras y al nivel de nuestras cabezas, me daban dos opciones que aun recuerdo, o continuar la falsa de aparentar mi disconformidad o realmente hacer que esa sonrisa se perdiera en mis labios. Como siempre ella elegía por mi, tras unos segundos y sonriendo aun, supo leer que iría por lo segundo. Sin soltarla, acerqué mis labios a los suyos y la besé como había estado haciendo toda la noche, mientras afuera la nieve caía, y el viento golpeaba ligeramente en la ventana, sacando de unos de los cristales flojos e inestable, ese tintineo que en esas cuatros noches de nuestras vacaciones transcurridas allí, nos habían acompañado.




      Tomo mi primer sorbo de café, mientras el murmullo de los del bar, se hace ininteligible, desechado cualquier propósito de escuchar algo coherente. Alguna risa, o una voz que sobresale para luego acabar en silencio de nuevo. Es curioso , pero pareciera que la nada en medio de ese todo, me lleva, me ayuda a divagar aun mas en ese pasado aun tan reciente en mi.


      Por un lado de la caja asoma queriendo destacar entre las demás, una foto desencajada del lote que esta recopilado en una orilla del cartón. Sin mas que hacer mientras bebo mi café, la saco y ahí estamos. Ella y yo. Fue en uno de nuestras salidas al campo, cuando celebramos su cumpleaños con varios amigos en el Pinar de las brujas de Blade, como termino Lis por bautizar aquel lugar. Ahí estaban Fred, Lon, Marta, Aviu, Leonel y como no, Lis y yo. En el revés de la foto, una fecha clave como ella solía hacer, poner nombre a los recuerdos..21 de Junio de 1999, ¿cumpleaños feliz?. Bren con una copa de más momentos antes de que cayera la grantormenta.


      Sonrío a ello, porque me dedico a contemplar de nuevo la imagen y realmente mucho deberíamos haber andado de plena distracción para no habernos dado cuenta de que el cielo estaba realmente queriéndose desplomar sobre nuestras cabezas, pero así éramos nosotros, y seguimos siendo. Perdemos el concepto de lo demás cuando estamos reunidos. La miro, y veo su sonrisa plasmada en aquel papel. Es una sonrisa que siempre me abrió cualquier horizonte. Su mirada siempre tuvo ese brillo particular que me dejaba perpleja cuando sentadas en este bar, hablábamos y hablábamos cuando quedábamos en vernos aquí, para suavizar cualquier enfado. Parece absurdo, pero ahora pensarlo lo vuelve casi un ritual, pero es aquí, en esta misma mesa que nos vio varias veces discutir e incluso hasta dar por terminada una situación insostenible para nosotras.


      Doy otro sorbo de café, y ahí esta de nuevo. Mas recuerdos.




      -No Bren, no voy a permitirte salirte con la tuya esta vez. Tu has sido la que me ofrece tiempo para que reflexione de nosotras, y no es por nada, pero si crees que necesito eso es que dudas de mi. Realmente no sabes nada, no me conoces y....


      Ese era el momento en que sujete su mano y le pare que dijera mas de lo que sabia luego se arrepentiría. Sus ojos con ese su brillo natural y tan especial, daba vida si mas se podía a sus palabras. Nadando en lagrimas que no dejaría escapar, quizás era por eso que nos veíamos ahí, era su forma de poder hablar sin que acabáramos amaneciendo una abrazada a la otra, sin haber llegado a ninguna conclusión. Ese bar, sencillamente marcaba un nivel un tanto importante en el asunto a tratar.


      -Lis...suplicaban mis ojos. y ella callaba bajando su mirada unos instantes.


      -Sabes que no es así, te conozco casi tanto como me conoces tu a mí, pero...ya no sé que hacer. Ya no hay tiempo para nosotras. Cada vez más, me estoy teniendo que acostumbrar a comer en la salchichería de debajo de mi trabajo, siempre ocupada, siempre. He tratado de entender el porqué cuando mi jefa me ofreció oportunidad de ascender y me comentó ese trabajo para el cual tenia que trasladarme a Montreal unos meses, ni siquiera pude contártelo.


      No es que tendríamos que haberlo comentado, discutido, sino que simplemente no pude sino terminar por darle de lado al tema.


      Ella alzó su mirada ahí. Creo que fue el día en que nos dimos cuenta de que algo iba mal en realidad, que no se trataba de alguna terca rencilla de celos, o de disputa de tozudez por a donde ir estas vacaciones, o simplemente porque me quede dormida cuando habíamos quedado en ir a cenar y llegaba tarde a la cita.


      Recuerdo haber continuado hablándole.


      -Lo sé, sé que es lo que debes sentir ahora, te conozco y no debes de sorprenderte por ello. Pero hace como un mes Maler me ofreció esa oportunidad e intenté varias veces comentarte el asunto, pero no hubo forma para ello. Si te llamaba al estudio tenías sesión ineludible, o estabas encerrada en tu laboratorio, en alguna reunión. Llegabas a casa tan tarde, que cuando regresabas solo sentía la satisfacción de ver que estabas allí, y no me importaba nada más que seguir fingiendo que dormía, sentir tus labios en mi frente y seguir allí, mientras tu te dormías y yo perdía mi sueño mirando a algún lugar perdido en la oscuridad.......




      Ya no teníamos tiempo, ya empezamos una separación que sabía que era difícil de lidiar.


      Recuerdo la mirada que me dirigió esa vez. Era mezcla de sorpresa, angustia, quizás al fin había demostrado cuanto la echaba de menos, cuanto se había entregado a su trabajo, cuantas veces cene sola en casa y cuantas veces intente que habláramos de ello.


      Una vez paré el tiempo y me di la tregua de confiarle como me sentía yo con todo aquello.


      Había llamado a su estudio....




      -¿Malory?....haz el favor de ponerme con Lis....¿está por ahí?


      -Ahh si Bren , enseguida te la pongo.....¡¡¡¡Lisss!!! phone for you.


      Tras unos instantes.


      -¿Si... Bren?..¿Cómo estás amor?


      -Bien, estoy saliendo de la oficina en este momento. ¿Nos vemos para el almuerzo?


      Tras unos segundos de silencio


      -Claro, nos vemos en Tocata a las 14:30, dame un tiempo de que termine con esto ¿ok?


      -Ok, Tocata a las 14:30. Allí nos vemos.


      -Bye amor, y pórtate bien .


      -Bye, te veo allí. Te amo




      Pero no fue, tras una media hora de espera el móvil sonó advirtiéndome que no podría acudir. Pero eso sí, siempre con ese amor con el que ella sabía hacer todo. Sola, pedí mi almuerzo antes de partir de nuevo al periódico. Una vez más otro día sería el adecuado para hablarnos.


      Cielos, realmente la amaba, con todo lo que podía. Pruebo otro sorbo de café mientras mis recuerdos siguen vagando.


      La espera en Tocata fue de algo más de hora y media, en que baje como dos martinis tintos, con unos hielos dentro que se disolvían mareados mientras con la aceituna clavada en el palillo, removía de un lado al otro. Ese día, ella no sabia de que le hablaría, ni siquiera se daba cuenta de la distancia que se estaba generando entre nosotras. Estábamos cayendo en aquel lugar donde habíamos prometido no caer, la rutina de lo mudo, como solíamos llamarlo cuando comentábamos ese mismo problemas en parejas amigas y cercanas a nosotras.


      En su día aquello no era así, nos pillaba la madrugada entre besos, comentarios y largas charlas donde la calidez y el sentido de la vida, predominaba..como una foma de vivir.


      Reíamos y vegetábamos en las mañanas de los domingos hasta que la hora del almuerzo nos preparábamos un sencillo desayuno que nos traíamos a la cama, y nos quedábamos allí a veces, hasta la hora de darse una ducha. Cada aniversario solíamos ir a cenar al mismo viejo restaurante de la costa norte, donde nos quedaba a unas 4 horas de camino en coche, hasta el punto de que cada año, nos quedábamos allí hasta la mañana siguiente, en el hotel adosado en la planta alta de dicho restaurante Carabineros como olvidar ese lugar....eso...¿cómo?




      Media hora ha pasado desde que me senté aquí, en esta mesa y se retrasa bastante, aunque eso no debería extrañarme. Solo que Maury, una chica de local, ha quedado en esperarme para el almuerzo. A Lis nunca le gusto esa chica, porque según ella siempre me estaba tirando los tejos, yo le desmentía que fuera así, pero realmente era cierto. Nada mas saber que habíamos dado tregua a nuestra relación, sus invitaciones de ayuda, a salir, fueron tan insistentes que lo dejo por evidente. No se porque accedí a salir con ella aquella vez, quizás fue que era el día de unos de esos aniversarios y a pesar de lo sucedido y de que Lis ya vivía en otro apartamento, la llamé y no contestó nadie. Quizás solo por eso, la invitación de Maury me resultó la única opción de olvidar que día era, y que a esas horas posiblemente estaríamos de camino a la costa, ella y yo. Si no hubiera pasado lo que pasó. Uffff lo que pasó, aún le doy vueltas como una noria incansable, pero no consigo darle explicación a nada.


      Ese día no me rendí a la necesidad de verla. Quizas estaba muy ocupada, quizás al llegar a casa me diría todo lo que había hecho en el día y yo le contaría que Maler me había ofrecido el cargo de jefe de internacional, pero quería que fuera diferente. Habíamos pasado una pequeña crisis, como ella solía llamar a esos pequeños distanciamientos que rara vez nos ocasionábamos, así que me acerqué por ella al estudio. Era bien entrada la noche, pero aun salían todos de lo que supuestamente era el trabajo que pondría al fin a la agencia en una de las mas prestigiosas. De ello, de ese trabajo para una empresa internacional y poderosamente influyente en todo lo que se relacionaba con ella, dependía en parte el futuro y avance de sus trabajos.


      Estacioné cerca de su coche esperando que de alguna manera eso haría bien, nos haría romper con esa tensión de los últimos días, en los que hasta mis invitaciones de almuerzo eran fracasadas por últimos detalles de su trabajo, o más bien tendría que decir semana, la última semana. Y ahí la veo salir, hablando con alguien con mucho interés, pero cansada. La conozco y sé como se hecha a cuestas su trabajo, enérgica, triunfante, fascinada por lo que hace, una enamorada en verdad de sus proyectos. Llevaba su bolso de cámaras y objetivos, así como diseños y pruebas que seguramente pensará mostrarme al llegar a casa. Sonreí con esa idea de que apenas imaginaba que estaba allí.


      Busco el momento adecuado para acercarme y disfrutar a solas de la sorpresa que mostrará cuando me vea. Pero al abrir la puerta todo se desvanece cuando veo a aquella mujer que la acompañaba acercársele y darle lo que indiscutiblemente fue un beso en sus labios, que se prolongó, al menos hasta que ya no pude mirar. Ante tal cosa y como única opción, cerré la puerta, me agarré al volante, absorta, sorprendida y porque no.....rota por dentro.


      No podía ser, eso no había sido real, no podía serlo. ¿De eso se trataba?....mentira o infidelidad, no sé cual dolió más. Solo me quedé allí mientras las luces de su coche advertían que se marchaba aunque nunca tuve valor de levantar mi mirada de aquel volante.




      Si, no volví a casa esa noche, conduje sin rumbo fijo, hasta que llegué a una gasolinera perdida en medio de la oscuridad, a la que no podía ponerle nombre. Realmente no sabia donde estaba, solo que había transcurrido 4 horas desde aquel momento inesperado. Con el móvil apagado, y la música a todo volumen, solo sabía lo que habría dado la vida por haberlo sabido de su boca no por mis ojos.


      Decidí dormir en un hostal de carretera cercano a la gasolinera, que un tipo gordo y grasiento me había señalado y allí me pase lo que quedaba de noche, vaciando en parte las únicas bebidas baratas que contenían aquel pequeño refrigerador.


      Aquella habitación olía a rancio y me sentí acorde a mi misma, porque todo en mi, a mi alrededor me olía a eso. ¿por qué?....¡¡¿POR QUE?!!....y tiré el vaso semivacío contra la pared.


      Recuerdo que con la mirada nublada entre rabia y dolor me arrojé en aquella cama, intentando escapar del eco de lo que mi mirada aún retenía.


      Momentos en que mis demonios me ayudaban a odiarla, me ayudaban a darle a esa la razón de ese distanciamiento. No encontraba explicación o justificación a lo que había visto.


      Hasta pensé que podría haber sido culpa mía, pero ¿¿cómo??, acaso no sentía yo lo mismo que ella?, acaso su lejanía me obligaba o era respuesta para hacer algo así. Llegué incluso a odiarme por no haberlo hecho yo, por sentirme indefensa, como nunca me había sentido, por no haberle sido capaz de ceder a Maury ni pensándolo siquiera y ella sí.


      Y así me dormí no sé cuando, ni cómo. Sólo recuerdo que a la mañana siguiente desperté con la ropa puesta, con olor a resaca en el aire, mi camisa arrugada y mis pantalones desabrochados. En el suelo una botella de güisqui barato que casi me hace caer, pero se sujeté en el borde de una vieja rozada y malgastada cómoda a cuyo frente se acoplaba un espejo manchado y que reflejó mi rostro, ni más ni menos que la cara de lo que sentía. Ojeras, mis pupilas dilatadas, mi pelo enmarañado y mi camisa abierta hasta medio pecho. Me miré fijamente a los ojos, hasta que la conciencia de la noche y el día anterior me devolvió al presente. Como respuesta a ese estado en el que yo misma me negaba a verme, y con mis puños cerrados golpeé mi imagen reflejada hasta que por fin mis ojos se derritieron, dejando escapar la rabia en un llanto que sencillamente no pude controlar.


      La amaba tanto...¿por qué? ¿por qué? ¡¡¡POR QUEEE!!!


      Como fuera conseguí adecentarme como pude, secando mis lágrimas y pasando mi mano por mi cabello. Arreglé mi atuendo y salí rumbo a la ciudad. No pensé en ella, en que quizás estaba preocupada por no estar en casa cuando llego, o en la mañana al despertar que notara que no pase la noche allí. Pero francamente, me dio igual, no creí nunca poder decir ni mucho menos sentir así, pero me daba igual.


      Mas bien concentré mi atención en la reunión que debía tener esa mañana con la dirección del periódico. Los recortes en los gastos había hecho tomar la decisión de rebajar la plantilla y debía exponer mi idea de ampliar la publicidad para así conseguir que nadie saliera de la planta, porque precisamente era en internacional donde querían actuar con saña los imbéciles consejeros de accionistas pasados de ambición.


      Llegué al periódico apenas una media hora tarde, pero por suerte en mi despacho siempre solía guardar una muda de ropa, debido a que las pocas veces en que alarmas generales de guerra o noticias de primera, habían logrado que pasase alguna noche allí, pegada a mis papeles y atenta a los avances de las noticias que me daban los corresponsales.


      Maury fue la que advirtió que a pesar de mis ropas algo andaba mal, debió de ser así cuando me dijo estar horrible e insistió en que apenas momentos antes de abrir la puerta tras cual el comité esperaba, me pusiera un poco de colorete en contra de mi voluntad.


      Ni que decir la cara de Maler cuando me vió aparecer, recriminación, reproche, rabia. Y es que era mucho lo que se ponía en mis manos, incluso, el futuro empleo de muchos de mis compañeros, pero por suerte todo fue bien para todos.


      Ese día iba a ser mi último día en el periódico a pesar de las suplicas de Maler, que confiado que había sido su recriminación a mi tardanza lo que me había llevado a tomar mis cosas de mis cajones y salir de allí, no paró de suplicar que me quedara.


      Pero mis oídos estaban sordos, solo necesitaba salir de allí, de todo. así que le dije que ya hablaríamos , que necesitaba unos días y que le llamaría, a lo que accedió encantado.




      Rumbo a casa, rogué porque no estuviera allí, que se hubiera marchado al estudio, que no me viera tal y como estaba, porque a pesar de que no muchos podrían haberlo notado, estaba destrozada, como nunca pensé estarlo.


      Entre en casa, esperando quizás una nota sobre la consola de la entrada, pero no fue así. Directamente me fui desabrochando la camisa rumbo al baño, pero entrando al salón ahí estaba, detrás de la barra de la cocina con una humeante taza de café, mientras terminaba de guardar la mermelada, recién usada en su desayuno, en la nevera.




      -Bren ¿se puede saber dónde has estado?-me dijo mirándome seriamente.


      Yo simplemente esquive su mirada y seguí camino del baño.


      -Te llamé al móvil como diez veces anoche, pero nada. Llame también al periódico pero nadie contestaba. Y esta mañana.....-decía mientras me seguía por el pasillo.


      -¡¡¡Ya yaaa Lis!!!


      .


      -Que te pasa Bren....¿ malas noticias?.. , pero aunque así sea, ¿porque no llamaste anoche, o esta mañana?.


      -¡¡Déjame en paz !! ¿¡¡quieres!!?


      Su cara fue de total desconcierto cuando me giré a mirarla. No sé si a mis palabras inusuales en ese tono o quizá mi mirada que delataba algo de lo que quería esconder.. pero su tono cambio de reproche a un tono de preocupación y perplejidad.


      -¿Qué pasa Bren?.


      -¡Eso dímelo tú! respondí mirándola fríamente y sosteniéndosela mientras ella bajaba la suya, entre perpleja y sorprendida, mientras ya me introducía en la bañera.


      sentí sus pisadas abandonar el baño. Y ahí me propuse disfrutar del agua que salía bañando mi cara, mis ojos que me escocían por dentro y que serenaba en parte con el calor, la tensigridad de mis músculos. Me sentía explotar de dolor y rabia.




      Cuando salí de allí, con mi pelo mojado aún y mi albornoz puesto me dirigí directamente al dormitorio. Cuando ya sacaba mi maleta desde la parte alta del armario, su voz desde detrás volvió a sonar.


      -Bren. No se que te pasa, pero creo que me merezco una explicación, no?...que haces? continuo mientras se daba cuenta de que trataba de sacar mi ropa, o parte de ella del armario.


      -Mira Lis no quiero hablar de ello ahora. ¡¿vale!?.


      -Pues tendrás que hacerlo..-replico quitándome la ropa de las manos y arrojándola en la cama.


      -¡Esta bien!...¡¡¡esta biennn !!!!. Ayer fui al estudio ¿sabes?. le dije mirándola con rabia sostenida.


      -Ayer..tu.....Bren....yo.


      -¿Qué Lis?...¿Qué excusas me vas a dar?.


      - Bren, escucha.


      -No, escucha tú. No quiero hablar de esto, no creo que haya nada que me puedas decir que justifique lo que ví.


      -Solo fue..


      -Sé lo que fue, ¿recuerdas?... estaba allí.- le dije mirándola aún, para volver de nuevo mi atención al armario.


      -Bren....-dijo sujetando mi mano con fuerza.


      -¡Suéltame Lis!!...¡¡No!!... Confiaba en ti ¿sabes?. Sabía que podía pasar mucho que nos pudiera dañar, pero a pesar de todo siempre confié en ti. Ahora ya no sé ni quien eres....-y me giré en busca de más ropa del interior del cajón del armario. Para cuando me di la vuelta, estaba mirándome con una mirada que, en ella, jamás había visto. Dolor, desesperación, impotencia. Pero yo no podía sino sentir esa rabia, esa traición fuera de todo lo imaginable por mí.


      -Bren escúchame por favor....yo...no sucedió nada, nada. Fue sólo un error que paré en cuanto empezó. Yo, me sentía....


      -¿Sola?....¿Te has preguntado como me sentía yo? ...Te preguntas acaso que sentí cuando ví lo que ví?....¿Sabes lo que siento ahora?....Déjalo Lis.....me marcho.


      -¿Dónde vas?


      -A cualquier parte, no lo sé.-dije sintiendo su preocupación ahora fuera de lugar.


      -Bren quédate y hablamos....yo....- sabía que ni ella misma sabría que decir al respecto


      Yo me senté en la cama después de cerrar la maleta y me puse la camisa y mis pantalones vaqueros. Sin obedecer a sus súplicas ni palabra alguna, agarré la maleta y caminé decidida hasta la puerta, tomé las llaves de mi coche y dejando la puerta abierta avancé corredor adelante, hacia el ascensor....


      -¡¡Bren...Bren, por Dios no te vayas!!.


      Solo se me ocurrió una frase que aún resuena en mi mente......


      -¿Sabes cuánto me has robado?.......creo que nunca lo sabrás Lis, pero confiaba en ti, como nunca confié en nadie.- mis ojos llenos de lágrimas contenidas por orgullo, mirando a la única mujer, la única persona de la que nunca había pensado me traicionaría así.


      A pesar de todo se me partió el alma ver sus hermosos ojos color miel lleno de lágrimas en un rostro desencajado y confundido, una mezcla de culpabilidad y exasperación. Se me partió el alma aún más de lo que sentía yo misma algo roto dentro de mí.


      Me introduje en el ascensor y simplemente sabía que quería crear espacio entre las dos, al fin y al cavo ya ella lo había puesto por mí.


      -Estúpida, no soy más que una estúpida....


      Con una mente llena de... ¿por qué?, un corazón latiendo a mil y una indescriptible sensación de ahogo, me metí en mi coche y salí del garaje tan rápido como pude.




      Mi café se ha enfriado en mi mano, mientras la voz de Gaston llama mi atención.


      -Bren, ¿mas café?


      -Si Gaston , por favor- le digo con una pequeña sonrisa.


      Mientras el se aleja en busca de mi café, yo miro mi reloj, dándome cuenta de que se retarda ya como unos 25 minutos de la hora convenida. No se porque me extraña, es su costumbre la impuntualidad.


      Estoy a punto hasta de sonreír del hecho de conocerla así, de saber que eso era algo que no pocas veces nos había costado llegar al cine ya empezada la película, o llegar casi a segundos platos en las cenas con los amigos. Pero en su lugar Gaston deja mi café ante mi....


      -Gracias Gaston


      -Un placer para mi servirte.- me dice en su tan arraigada costumbre de bromearme, tanto a mi como a Lis.


      Yo levanto mi ceja a su comentario y me sonrie levemente antes de humedecer mis labios en el café caliente de mi taza. Entonces mis recuerdos se disparan de nuevo..........




      Me adentré en la oscura carretera, saliendo de la ciudad. No podía sino divisar de reojo las líneas blancas del asfalto y señales reflectantes que me pasaba sin molestarme a leerlas siquiera. Conecté mi móvil para hacer una llamada, pero en su lugar suena. Contemplé los números del que llama, y me doy cuenta de que se trata del periódico.


      -¿Si?


      -¿Bren?


      -Ahh, hola Maury...¿que pasa? , ¿algún problema?


      -No, todo bien, es solo que me preocupas.


      -Ah buenoo..noo todo esta bien


      -Venga Bren, no te engañes


      Tras ese comentario calle


      -Lis ha estado llamando en la mañana. Ha preguntado por ti como 5 veces. Hasta te dejo mensajes en tu contestador.


      -Si, ya.


      -Bren ¿sucede algo?....¿estáis bien?


      -Mira Maury ahora no quiero hablar de ello.


      -Esta bienn ..esta biennnn....dime al menos a donde vas.


      -Me voy a Fénix, al rancho de mi abuela, ya sabes si hay algún problema me llamas ...¿ok?...Hazme el favor de decírselo a Maler, te lo agradecer mucho.


      -Descuida Bren, así lo haré. su voz pareció en ese momento preocuparse de verdad por lo que me tenia entre manos.


      -En fin te dejo , me queda aun mucho camino que recorrer.


      -Bren.....


      -¿Si?


      -No, nada...solo cuídate replicó su voz particularmente titubeante.




      Era bien llegada la madrugada al llegar al rancho. Tenia llave y entré instalándome en mi habitación. La abuela no se sorprendería de ello, porque no era la primera vez que Lis y yo salíamos y si nos alcanzaba altas horas nos acercábamos allí, a pasar la noche. Bueno la noche y tras la insistencia de la abuela , el fin de semana.


      No es que a Lis le disgustara, le encantaba hablar con la abuela, acercarse y ayudarla con su viejo viveros de rosas. Y la abuela....¿que decir de la abuela?...a veces me parece que tiende mas a defenderla a ella que a mi misma. Al menos así había pasado otras veces en pequeñas discusiones que habíamos tenido.




      Me acerqué a la ventana, y a través de las paredes y de la ventana pude escuchar el relinche de Mordaval, un gran semental tan bravo como fiel, tan salvaje como obediente. Y en mi interior, siento en parte una atracción hacia el, porque en esos momentos me sentía dentro de mí, como atrapada tal como las verjas de madera que cercaban su libertad.


      En breves instantes ya le había colocado la silla y ya estaba galopando por el medio del bosque oscuro, con ese alo de misterio de la luna y sus sombras en contra a los múltiples árboles. El animal galopaba brioso, sus crines peinaban el viento, como hacía con el mío, el desahogando su vicio, mientras yo derramaba unas lágrimas sinceras...por primera vez.


      No había rabia en ellas, solo desamor y decepción. El saber que el ser que amaba y al que amaría siempre, me hubiera hecho tanto daño...tanto, que no sabía si algún día podría perdonarle.


      Nadie podría entender como Moldavar y yo desahogamos esa noche nuestras decepciones. Nuestra parada fue en el río, donde pasamos largo rato. El bebía en el abrevadero, y yo acariciaba su lomo, sintiendo el incontenible deseo de abrazarlo, porque necesitaba abrazar a algo. Me aferré a él, y el animal retozó como si entendiera que me atormentaba algo muy adentro y, dejando de beber, ladeaba su cabeza. De esa noche solo recuerdo lo solos que estábamos el y yo....solos. Como nunca había sentido durante el tiempo en que Lis había entrado en mi vida. Me sentí como al principio....y hasta me pude notar como esa parte de mi, se cerraba poco a poco sin yo poder hacer nada por ello.


      Tal y como sospechaba, la abuela notó que había llegado a casa, pero lejos de despertarme, un aroma a café y a tortitas horneadas, llegaron hasta mi habitación. Me quede mirando al techo unos momentos sabiendo que le extrañaría la ausencia de Lis, y cuya respuesta a sus preguntas temía, al igual a mi reacción ante ello.


      Pero conociendo a la abuela, si no bajaba ante de las 12 seguro me traería el desayuno a la cama, así que no había manera de liberarse de ese momento. Me vestí y bajé.


      -Buenos días dormilona sentí su voz de espaldas junto a la salten en la que se calentaba algunas tortitas con caramelo liquido.


      -Buenos días mamá Lena .


      Esa mujer tenia oído y olfato de sabueso. Sus 72 años no hacían justicia a su dinámicos gestos, a su ímpetu al hablar, a sus vaqueros y a su camisa desgarbada, suelta....como siempre usaba de ponérselas.


      Me acerqué a por su beso, un saludo entrañable a la única persona de mi familia con la que siempre me había sentido a gusto. Incluso más que con mis padres, desde siempre.


      Cuando abandonó unas tortas en uno de los platos se giró al fin y me abrazó con el mismo cariño que siempre, desde niña, recordaba de ella.


      -¿Cómo estás cariño?


      -Bien abuela. Me apeteció venir a verte- me adelanté a decir antes de que me asaltara sus preguntas, .....pero pronto me dí cuenta de lo obvio....no funcionaría.


      -Bren dijo en tono conocedor de que realmente no era ese el motivo .


      -¿¡Que?! ¿Es que no puede una nieta querer ver a su abuela favorita?- dije levantándola del suelo y dándole un giro....sabía que eso le haría protestar y quitar trivialidad y enfoque al asunto.


      -Brennnn....paraaaa......déjame


      Cuando la puse en el suelo le sonreí, pero aun así no significó mucho para ella.


      -A ver......¿dónde esta Lis?- dijo mirando hacia la escalera.


      -No..ella...no ha venido.


      Su cara fue todo desconcierto, jamás, después de que estaba en mi vida, había acudido allí sin ella.


      -Bren....¿qué ha pasado?


      -No, nada abuela, no me apetece hablar ahora de ello.


      -Esta bien respondió. Eso era algo que me hacía respetarla y que fuera para mi tan entrañable. No me presionaba bajo ningún concepto, quizás por eso se había convertido en mi confidente, en el puntal que me sostenía cuando algo iba mal. Parecía tener siempre las palabras adecuadas en el momento preciso. Pero respetando mi decisión, olvidó el tema y se sentó a la mesa para que desayunáramos, bueno lo hice yo, porque ella solía hacerlo casi cuando el sol empezaba a despuntar por el horizonte. Hablamos del rancho, de los caballos, del precio del maíz que se había incrementado 1/5 más de lo normal, en referencia a años anteriores. En fin, que una vez más la abuela me ayudó a evadirme de mí misma, al menos unos instantes. Aunque en el fondo sé que ella puede ver mas allá de mí y no contarle de momento el problema no soluciona que vea que lo hay.






      -¡Gaston, por favor tráeme agua!


      -Marchando una de aguaaaa respondió desde detrás de la barra.


      Alrededor de mí todas las mesas estaban ocupadas, en la barra solo había como dos taburetes libres. Era la hora punta del desayuno. Era normal que a esa hora los operarios de las empresas cercanas, se acercaran a por algo de tomar. Sin embargo el lleno completo, no provocaba un ruido estridente en aquel lugar, mas bien se había convertido en un murmullo continuo.


      Un chico joven, desde el otro lado del lugar alza su mano al contemplar el lugar en su dirección. Al reparar en él me doy cuenta de que se trata de un joven trabajador del periódico que ejerce de boxeador de prensa, repartidor, como comúnmente se le conoce en el mercado de la información escrita. Debe de ser que alguna vez me ha visto con Maury y se había hecho eco de mí.


      Maury, eso me gusta de ella, su soltura al hablarle tanto al director de planta como al repartidor de igual modo. Levanto mi mano y le sonrío mientras Gaston deposita ya el agua sobre la mesa.


      Mis pensamientos de Maury se hacen cargo en apenas hace unos meses. Exactamente cinco.






      Los días siguientes en el rancho transcurrieron en medio del maíz, los recolectores que la abuela había contratado y cuyo salario esperaba recuperar con la vendimia de invierno, y en la cuadra sobre todo, con Moldavar y dos yeguas más que la abuela había adquirido bajo precio de maíz a un vecino de tierras colindantes.


      El fin de semana se aproximó y yo estaba como siempre cabalgando en la mañana, atravesando los campos hasta el río, de vuelta al rancho. La carretera se podía contemplar desde los campos, y así fue que a lo lejos los destellos de sol en una superficie metálica, llamó mi atención. Pude ver como un coche, del que solo distinguí el color, se adentraba por la carretera secundaria camino del rancho. Galopé siguiendo el curso a través del campo verde, como siempre en esa estación ... primavera.


      Una vez en el establo, acomodaba a Moldavar cuando sentí su voz tras de mí.


      -Hola jinete...no sabía que montabas tan bien.


      -¡Maury!...¿qué haces aquí?...-exclamé mientras le sonreí.


      -Bueno digamos que solo me preocupaba por ti.


      -Pues estoy bien...¿verdad Moldavar?....-el caballo relinchó y yo sonreí al hecho.


      -Vaya, ya veo que se llevan bien se acercó a acariciar al animal desde el otro lado.


      -Sí, digamos que somos buenos amigos.


      -O digamos que sois igual de salvajes.- dijo sonriendo con ironía a sus propias palabras.


      Luego se hizo el silencio, mientras ya yo quitaba la silla del lomo de Moldavar.


      Ella rompió el silencio.


      -Bren, Lis ha llamado estos días. -dijo buscando mi mirada.


      -Ya...¿cómo está ella?


      -No sé, pensé que quizás tú podrías decírmelo.


      -Pues pensaste mal repliqué quitándole la fardilla al caballo.


      -Esta bien, se le notaba inusualmente seria y preocupada. No creo que sea justo que no sepa ni dónde estás.


      -Mira Maury, no me apetece hablar ahora de que es justo o injusto..


      -Ok Ok...entiendo.-respondió mientras yo metía a Moldavar en su establo.


      -Solo quiero que sepas que si quieres hablar aquí estoy. y diciendo eso se aproximó a la puerta y se quedó mirando el extenso campo que se abría ante su mirada.


      Yo, sencillamente agarré unos puños de heno para dárselos al sudoroso animal .


      Esa mujer estaba allí, se había molestado en hacer los cerca de 300 Km que me alejaban de la ciudad. Realmente estaba descargando mi frustración con ella.


      -La fui a recoger una noche al trabajo y, sencillamente la vi besarse con alguien.-dije mientras me acercaba a ella por su espalda.


      Ella, pese a lo que esperaba, no se sorprendió.


      -¿Y? fue toda su respuesta, mirándome, ya situada a su lado.


      -Nada, que ese día yo....


      -Te entiendo, es difícil sentir como todo en lo que una cree se desvanece ante nuestros ojos. parecía saber de qué hablaba y a la vez pretendía no ahondar mucho por lo hiriente que pudiera ser para mí.


      -Supongo que sí.-agradecí que me hubiera interrumpido.


      -Solo que en tu caso, Lis es una gran mujer, sé que te ama y aunque no intento justificarla, si que sé que al menos deberías llamarla, hablarle, quizás haya algo que te pueda decir que a ti se te haya escapado. No hay justificación y lo sé.....no es que diga eso, pero a veces hay cosas injustificables como el amor, o como un error.


      -Quizás, pero aunque hablara con ella, lo que realmente me preocupa es mirarla a la cara, saber que ya nunca volveré a confiar en ella. No creo merecerme eso, ni ella ese tipo de vida que yo le daría. Yo.....sencillamente no puedo perdonarlo, no puedo olvidarlo.


      -Entiendo, pero si puedes quedarte aquí, desahogando lo que quizás ella necesita escuchar.


      -Ahora me es imposible pensar en lo que ella necesita, me basta saber que está bien.


      -Pues si es así, tranquilízate. La vi ayer mismo...en la noche en un restaurante del centro. Me enteré que se había mudado a las afueras de la ciudad, que tenía mucho trabajo esos días, pero, lo más que me preocupó fue ver esa tristeza en sus ojos.


      Solo la miré, esperando solo saber un poco más.


      -A perdido esa sonrisa. Solo alguien que os haya visto juntas como lo he hecho yo, sabría que sufre. Yo he guardado el secreto de donde estás, pero ¿sabes qué?....Creo que aún así, ella sabe que estás aquí....solo que lo más probable es que no se atreve a venir. hizo una pausa en su comentario - Pero solo una cosa Bren....que no se atreva a venir no te da derecho a creer que no está tan mal como tú.-continuó




      Ese día las palabras de Maury me hicieron entender lo que ya sabía, pero a pesar de ello, yo no me sentía capaz de verla, quizás demasiado dolor. Por eso no había visto nada más que la posibilidad de que yo solo mantenía esa carga.


      Sin embargo tras la insistencia de la abuela, Maury pasó allí el fin de semana. Y de alguna manera me sirvió de gran ayuda. De alguna forma, esa mujer lograba buscar un punto en común entre lo que yo padecía y lo que pudiera estar padeciendo Lis.




      Allí pasé el mes, y Maury se venía cada vez que podía. Una vez más la abuela se buscaba una aliada. Aunque para ello debió pasar por la idea de que esa chica no era lo que en un principio pensó..la causa de que Lis no estuviera allí, sonriendo como siempre, llenando la casa de su brillo y de su alegría.


      -Abuela, por todos los cielos...¿cómo puedes pensar que Maury sea algo más que una amiga?


      -Lo sé hija, pero quizás ella si quiera ser algo más. Ya sabes que no digo nada en vano, hay algo que......


      -Bahh abuela quise olvidar el tema. No quería ni pensar en ello.




      Pero así como me fui soportando a mí misma, el tiempo pasó y el trabajo reclamaba. Después de un mes y medio regresé a la ciudad. Atrás dejé a la abuela con un alo de interrogante aún sobre mí. Yo sabía que estaba siendo injusta con ella, pero ella entendía perfectamente mi actitud. Casi llegué a suponer que no me haría falta entrar en detalles, porque ella siempre fue conciente de cuánto amaba a Lis, ella más que nadie sabía cuánto había significado ella para mí y cuánto había cambiado mi carácter incluso, su influencia.




      Entrar a casa me resultó un poco vacío. Por todos lados habían recuerdos de nosotras. El reno blanco que habíamos comprado en Canadá aquel invierno en que poner sus manos frías en mi vientre era su deporte favorito. El buda de nuestro viaje a Tailandia, me encantó verla vestida con trajes del lugar, sonriente e intentando danzar al son de aquellas exóticas músicas. Lis era así, solo pensaba mientras ya estaba actuando, espontánea y siempre ella.


      El teléfono sonó justo cuando entraba en el dormitorio. Solo me bastó estirar mi mano para agarrar el auricular.


      -¿Si?


      -Bren....soy yo.


      -Ahhh hola Maury...¿que tal?


      -Pues nada, llamé a la abuela y me dijo que habías salido para la ciudad. ¿Estás bien?


      -Creo que sí respondí sin pensar en mi respuesta, pero influenciada en el armario vacío de sus ropas, ante mí.


      -¿Tienes plan para la cena?


      -Pues no, más bien en cuanto desarme la maleta me iré a por unas compras. Debo llenar el refrigerador.


      -Ok...¿paso por ti entonces?


      -No, mejor ya paso yo por ti....al periódico a las 10....¿te viene bien?


      -Ok me parece perfecto.


      -Bien pues hasta luego entonces.-intenté que fuera una despedida.


      -Bren-me reclamó de nuevo.


      -¿Si?


      -¿La has llamado?


      -No


      -Bren, recuerda que el dolor es comida que comemos todos.


      -Lo sé...Bye Maury


      -Bye


      No es que sus palabras me hubieran llegado, es que realmente quería saber de ella. Todo allí, en la casa que habíamos compartido por tanto tiempo, y que tanto hablaba de ella, ahora solo me delataba su ausencia.


      Una nota descansaba en la estantería de los libros. Era su letra.


      Hola Bren, te dejo estos libros porque a pesar de que protestaste cuando me gasté medio sueldo en ellos, son tus favoritos. Ojalá un día nos veamos. Te amo. Lis




      Eso me trajo un recuerdo de dolor que creí había superado es este tiempo, pero aún así no era mi estilo acobardarme. Quería hablarle no solo porque quería saber de ella, sino porque un día u otro tendríamos que vernos, en algún lugar, en cualquier momento. Al fin y al cavo teníamos hasta los mismo amigos.


      Marqué su número....


      -¿Liss Por favor?- pregunté al chico que respondió del otro lado.


      -Un momento, enseguida se pone.


      Tras unos minutos que se me hicieron interminables su voz sonó del otro lado.


      -¿Si?


      -Lis...soy yo..Bren


      Solo se escuchó un ensordecedor silencio, antes de que de nuevo volviera a hablar


      -Bren..Hola....¿cómo te ha ido?


      -Bien, he estado con la abuela en Fénix.


      -Sí, eso supuse. ¿Cómo está la abuela?


      -Bien, estupendamente, ya la conoces.


      Y de nuevo se hizo un silencio por ambas partes, era evidente que ninguna sabía que decir.


      -Bueno solo quería decirte que he llegado a la ciudad, te agradezco lo de los libros y en fin....


      -Bren..yo....solo quería decirte que....nooo nada, me llaman por ahí, tengo que dejarte ahora, pero ya hablaremos. Cuídate mucho Bren


      -Lo haré, haz tú lo mismo. fue lo único que se me ocurrió decir a su voz apagada de su última frase.


      Me había gustado escuchar su voz. Extrañamente podía escucharla sabiendo tanto de ella, pero lo más que sabía es que tenia que dejarlo así, en solo amistad. Yo no podría confiar en ella....no podía.




      Un par de veces la ví en algún restaurante, y una vez la encontré en un bar del centro, acompañada por alguno de los trabajadores del estudio, entraba sonriente sin percatarse de que yo estaba allí.


      La única que pareció hacerlo fue Maury que me contaba a cerca de Maler cuando vio mi mirada perdida hacia otro lado del lugar.


      -Un día tenía que pasar Bren. ¿Qué vas a hacer ahora?


      Yo no podía apartar la mirada de ella, su pelo, esa sonrisa, sus ojos.


      Ella instalaba su bolso de cámaras sobre la silla contigua a la suya cuando se giró y sus ojos se cruzaron con los míos. Piedra es decir mucho, de cómo me quedé. Pero pude sonreír y al menos aguantarle la mirada.


      Ella borró su sonrisa de su cara y otro gesto muy desconocido por mí se dejó entrever en su mirada. En verdad aquélla mujer no parecía la misma que momentos antes. Jamás había visto su semblante expresando esa tristeza. Yo le sonreí, intentando suavizar , y ella muy despacio y tímidamente me correspondió con una suya.


      -Ve a saludarla Bren.


      -No puedo-respondí mirando a Maury.


      Cuando devolví mi mirada hacia Lis, ella estaba charlando con uno de sus amigos del trabajo a cerca de su pedido en la barra del bar.


      Capuchino con doble de crema, recuerdo haber pensado entonces, sabiendo qué bebía con total seguridad.


      Ya luego sintiendo lo inútil de todo aquello, desvié mi atención a otro lado. Preguntar a Maury por más de lo que me contaba sobre Maler, me pareció lo mejor. Ya casi me había escondido en ese tema para no divagar en otros asuntos referente a Lis que me asaltaban sin piedad y....


      -Hola Bren


      Alcé mis ojos a un lado y allí estaba. Su pelo un poco más corto, sus ojos color miel, su naturalidad en su rostro, su voz.


      -Hola Lis...¿cómo estás?


      Maury calló y solo se quedó como testigo de un momento que tarde o temprano llegaría.


      -Bien, supongo...con mucho trabajo.


      Solo sonreí mientras la vi mirar hacia Maury.


      -Ah si... ella es Maury una compañera de....


      -La conozco, creo recordarte de algunas de las celebraciones de navidad del periódico.-se dirigió a ella directamente.


      -Así es- respondió Maury- solo espero que no recuerdes nada de lo que me debiera avergonzar..o si.-le sonrió


      Lis respondió a eso con una de sus maravillosas sonrisas. Mientras le estrechaba la mano.


      -Bueno Lis..siéntate con nosotras -se me ocurrió sugerir.


      -No, ya me están esperando, hay mucho que hacer, solo vinimos a un pequeño descanso, debo regresar a la faena.- dijo intentando sonreír, pero mirando fijamente a mis ojos.


      -Entiendo...pues ve, seguramente tu capuchino con doble de crema de te enfriará .


      -Sí. y sonrió levemente.- Bueno Bren hasta pronto- continuó mientras miraba a Maury y se marchaba a su mesa, solo que no se sentó como era de pensar. Cogió su bolsa y se marchó del lugar hablándole antes a sus compañeros y despidiéndose de ellos con una sonrisa.


      -No fue tan difícil ¿no?- me dijo Maury


      -Supongo que no.- dije notando la ausencia de aquella mujer desde el mismo momento en que la vi desaparecer por la puerta.


      Cuando miré a Maury, su mirada se tornaba un tanto vacía, cómo perdida, pero francamente no me apetecía saber la razón.




      En cuánto a nuestras reuniones con los amigos, sólo la vi una vez, en la despedida de soltero de Leonel, fue divertido después de algún tiempo verse con todos ellos.


      Ese día fui yo la que se acercó a ella, mientras la música lenta sonaba y yo me habría paso en medio de todos aquellos hasta llegar a la barra. Ponme uno de esos, le dije al camarero mientras ella alzaba su mirada hasta mi.


      -Hola


      -Hola- me respondió


      -¿Qué tal todo?


      -Muy bien, todo perfecto. dijo de forma vacía, como si no creyera tanto en ello. Y apresurándose a cambiar de tema- ¿y que tal tú?


      -Todo bien, estás hablando con las subdirectora de internacional.


      -Vaya eso se merece un brindis- dijo con una sonrisa leve y alzando su jarra de cerveza.


      Yo tomé la que en ese momento el camarero me instalaba ante mí y alzándola chocamos el cristal y brindamos por ello.


      Luego uno de esos silencios se hizo de nuevo. Odiaba esos silencios porque se me escuchaba absurda escucharme mientras intentaba romper con ellos.


      -parece que al final Leonel se nos ha animado- dije mirándolo cómo bailaba con la novia y girándome para ello.


      Desde su taburete ella se giró. Y miró hacia ellos.


      -Cualquiera lo hubiese dicho ...¿verdad?


      -Si


      Fue entonces, en ese momento, cuando un ebrio Aviú se nos acercó con sus brazos extendidos y abrazándonos, acaparándonos comentó lo que yo ignoraba aún.


      -¿Celebrando el triunfo?


      -¿Llamas triunfo que Leonel se nos cuelgue?


      -Noooo ..llamo triunfo a que Lis se nos marche a Detroit ....jajaja...se nos ha vuelto internacional y una fotógrafa de prestigio.


      Yo me enteré en ese momento de la noticia, pero a pesar de la sorpresa me alegré con todo mi corazón. Era por lo que tanto había luchado.


      Tras eso Aviú decidió interrogar al camarero a cerca de cómo la democracia había estrangulado por completo la libertades humanas, según él, bueno según su borrachera, así le dio por verlo esa noche.


      -No sabía que....


      -Si, es cierto, me marcho a Detroit.. La semana que viene


      -Enhorabuena dije enviándole una sonrisa sincera


      -Gracias- ella simplemente no parecía muy contenta por ello o quizás era que llevaba una cerveza de más. Ambas sabíamos que la cerveza le daba somnolencia.






      Y en fin, ayer llamó al periódico para quedar en vernos en este bar. Garzón me ha dicho que me relaje que cuando la vea llegar me avisaría. Lo de la caja llena de algunas de sus cosas, no es algo que me haya pedido, pero que quizás le gustaría tener en su nuevo hogar allá en Detroit. Desconozco la causa de que me haya invitado aquí, pero me parece bien poder despedirme de ella, como la persona que amé, por esos grandes momentos que pasamos juntas, tanto de todo....de todo, y a pesar de que como pareja no pude superar mi desconfianza, es una persona con la que sé que podré contar el resto de mi vida.






      -Hola, lamento la tardanza Bren- se agacha para besar mi mejilla.


      El aroma de su perfume inunda mi espacio. E inevitablemente aspiro profundo y lento, imperceptible para ella.


      -Hola Lis, ya veo que las buenas costumbres no se quitan ¿eh?-sonrío de su tardanza.


      -Lo siento, es que en unas horas sale mi avión y realmente dejé todo para última hora y....


      -¿En unas horas? ¿Tan pronto? la verdad es que la noticia me sorprendió en sobremanera.


      -Si....-responde mirando mi reacción, ante la cual yo misma me sorprendo.


      -Bueno pues..pues yo te traía algunos objetos para que te llevaras contigo.


      -Gracias, me gustará mucho tenerlos.


      -Para irte al grano porque seme hace tarde, solo quería darte esto muestra las llaves de su coche ante mí.


      -No me ha dado tiempo de venderlo, pero al fin y al cavo es nuestro y en Detroit como que me haré una transeúnte de a pie..o a metro.


      -Sí....más aún sabiendo como te pones en las colas de las mañanas..-sonrío al recordar


      -De mañanas, de tardes, de noches- sonríe abiertamente acentuando mi comentario.


      Tomo las naves de su mano mientras pienso que realmente no sé que decir.


      -Bueno Bren...quiero... bueno cuídate. No sigas cantando en la ducha en altas horas de la noche a las que sueles llegar. Ya sabes cómo se pone Mac Lian, el vecino. dijo intentando romper con el silencio y la situación.


      Yo sonrío de recordar cuántas veces se había metido en la ducha conmigo solo para cubrir mi boca y que dejara de graznar...como ella lo llamaba.


      -Nunca supiste apreciar mis cualidades -digo sonriendo a esos recuerdos.


      -Si, siempre lo aprecié, solo que cantar no es una de ellas.


      De nuevo nos intercambiamos una sonrisa cruzada.


      -En fin Bren ya debo irme-dice mirando su reloj.


      -Ya....pues suerte...mucha suerte allí. Llámame cuando llegues ¿ok?


      - Descuida.


      Sujetó con titubeos su bolsa y colgándola en su hombro y acercándose a besar mi mejilla de nuevo caminó hacia la puerta.


      Yo, me quedo parada mirando sus pasos, pareciéndome mentira esta situación.


      -¡¡¡Espera!! -corro hacia la puerta y me acerco.-¿quién te llevará al aeropuerto?


      -Tengo un taxi esperando ahí mismo


      -Un momento- digo mientras entro y suelto un billete sobre el mostrador por mis cafés.


      -Yo te llevaré.


      -No, no te preocupes yo...


      -Nada- replico mientras saco del maletero del taxi, las maletas e invito al taxista a marcharse dándole un billete demás que el marcado en el taxímetro, por la espera.


      -Y bien..¿dónde has dejado el coche?


      -Es..está en la calle trasera del café.


      -¿Y eso cuando pensabas decírmelo? ...No aprenderás Lis, siempre serás la misma.


      Ella sonríe del despiste de no haber avisado de eso y caminamos cera abajo hasta que en nada estamos de camino al aeropuerto.


      El camino se va haciendo corto a pesar de la hora que es y que esperaba más tráfico por la autopista. Su mirada contempla al exterior, mirando las calles, las gentes, mientras yo conduzco lo más rápido que puedo. A veces la miro y odio las circunstancias que nos hizo llegar hasta aquí, no es que ya la culpe pero simplemente no puedo......


      -Hemos llegado- digo parando el vehículo ante las puertas del aeropuerto.


      -Sí...me mira con media sonrisa que pretendo congelar porque esa sonrisa surte ese efecto en mi, de hipnotizarme, de dejarme sola en el mundo con ella.


      -En fin, vámonos o ese avión se irá sin mi.


      -Ok -rompemos el momento y me apresuro a ayudarla a sacar las maletas.


      Ya una vez ambas sobre su carro.


      -Bueno Lis....cuídate mucho ¿eh?


      Su respuesta es una mueca más que una sonrisa. Sé que las despedidas no son lo suyo y pretendo no alargar más esa tortura de algún modo.


      Sin pensarlo me acerco y la abrazo fuertemente, sintiendo con ello que Lis es y siempre será la persona que me enseñó a amar, que me mostró mucho de mi.


      Siento su cuerpo temblar y por eso no prolongo el abrazo. Estará debatiendo por no llorar, y posiblemente lo consiga, pero sé que lo pasa mal.


      Me alejo de su cuerpo dejando sus manos sujetas con las mías.


      -Bueno Bren, te llamaré alguna vez.


      -Eso espero, debes de darme tu dirección y tu teléfono. y diciendo esto se suelta de mis manos y se encamina rumbo a la entrada, a las puertas automáticas de cristal. Tras las cuales desaparece.


      Yo me meto en el coche, mientras tras de mi dos taxis con sus respectivos taxistas protestan por haber ocupado un espacio reservado para ellos. Así que arranco y me alejo de allí.




      Es curioso la nostalgia que siento ahora, su coche, su ausencia en el asiento de al lado, su perfume aún rondando en el espacio del vehículo. Para el caso no sé que siento, no sé que pienso, sólo sé que me siento como si parte de mi se alejara para siempre.


      Un sonido estridente sale de la guantera y me hace dar un sobresalto en el asiento. Es como si ese ruido me hubiera descubierto en algo que yo no podía estar sintiendo. Sin apartar la mirada el camino abrí la guantera y allí estaba su móvil.


      -Hayy Lissss No debería extrañarme- ¿cómo no?


      Miro mi reloj y echo un calculo.


      -Puedo hacerlo..siiii lo haré.


      En la siguiente circunvalación doy la vuelta con el pedal del acelerador a fondo. Y retomo de nuevo el camino el aeropuerto.


      No me molesto en entrar el coche al parking, me da igual que la grúa misma se lo lleve.


      Salgo lo mas rápido que puedo, y nada mas hacerlo me sitúa antes las pantallas buscando información de la puerta de embarque así como del mostrador de facturación.


      -Detroit a las 13:20...14 15 16...puerta de embarque 38.- ¿38?....ni mas ni menos que al final del corredor.- y empiezo a correr casi por los pasillos.


      -32, 33, 34


      No pasa tres tropiezos, dos votadas de maletas, y un empujón a un tipo grande que casi me hizo caer, veo su silueta a lo lejos apoyada sobre el mostrador.


      -Por fin....¡Liss!! ¡¡Liss!!! ¡espera!


      Su cara es de desconcierto al verme correr de este modo, destacando con mis avisos a todos los de allí.


      -Bren ¿qué haces aquí?...pero ...pero.


      Cuando llego a su lado apenas si puedo tomar aliento y me dedico a mirarla mientras intento respirar.


      -¿Qué pasa Bren? ¿a qué viene esto?


      -Es....es....es tu teléfono....tu móvil -digo entre jadeo y jadeo, intentando recuperar la respiración.


      -¿Mi móvil?


      Lo muestro ante ella, sacando mi mano de mi bolsillo trasero.


      -Ahh vaya...Gracias Bren, te lo agradezco.


      No sé si son mis deseos que sea así o realmente su cara no expresa sino cierta decepción.


      - De nada .- respondí mientras ya la mujer de mediana edad reclamaba su billete para la facturación, y las maletas ya avanzando por la cinta.


      - Ah sí, perdone....ahí tiene.- ella extiende su mano, sujetando el papel, hacia la mujer.


      Yo no puedo contener la fuerza que me invita a interceder y extiendo mi mano sujetando la de Lis.


      Ella me mira sorprendida. La mujer sencillamente empieza a impacientarse de ver la cola que se arma tras nosotras.


      -.Lis....yo....no quiero que te vayas. digo finalmente sin saber de donde me salen las palabras.


      Su cara me mira como un gran interrogante, mientras yo lo único que sé es que no deseo que se vaya.


      -¿Qué? me mira sujetando aún su billete


      Yo miro a la mujer del mostrador que está siendo testigo de todo a contra su voluntad. Luego devuelvo la mirada a Lis y la sujeto de la mano para traerla apartada de la fila.


      Ella aún me mira perpleja, no entiende aún de qué va todo esto.


      -Lis, quiero que te quedes.- digo cuando llego a darme tiempo de respirar antes de hablar - Yo, no sé que pueda pasar entre nosotras, pero si que no quiero que te vayas.


      Su cara de sorpresa de repente se vuelve tristeza y unas lágrimas afloran de repente deslizándose por sus mejillas.


      -Lis no, por favor...Mira , ven....vámonos fuera a algún lugar donde podamos hablar, pero de momento por favor no te vayas. -era consciente de que mi rostro consolidaba con mis palabras que, de alguna manera, habían sido sinceras por mí.




      Ella asiente mientras unas lágrimas ya empiezan a resbalar por sus mejillas, yo coloco mi mano sobre su hombro, rodeándola y llevándola hacia el coche.


      -Nooo no puedo Bren...no puedo. -replica soltándose de mi abrazo justo ante la puerta que yo ya mantenía abierta para que entrara y girándose camina de nuevo hacia el interior del aeropuerto.


      -Lis ..¡Liss!-corro tras ella alcanzándola dentro del recinto, en un lugar un poco más despoblado de tanta gente.


      -No puedo Bren, ¿no lo entiendes?


      Ahora es mi cara el gran interrogante.


      -No puedo estar a tu lado, he perdido tu confianza y no es que pueda recriminártelo....pero no puedo estar así contigo. Sólo nos haríamos daño


      La verdad es que realmente sabe qué pienso y cómo me sentía en cada momento de estos meses, y la verdad es que era algo en lo que tenia razón. Así que no medié palabra, me quedé solo mirándola.


      Al ver mi pose estoica y sin replica, solo se gira y comienza a andar ligera pasillo adelante.


      Yo miro sus pasos, unos pasos que sabía sin retorno. Ante mi, mi orgullo herido y el amor de mi vida. No sé qué pensar si qué decir.


      -¡¡¡Ayúdame!!!-grité


      Ella solo se para en su camino. Me acerco despacio unos pasos hacia ella.


      -¡Ayúdame Lis!.....sé que podemos hacerlo. Hemos podido con todo estos años, esto no debe de ser más.


      -Dímelo Lis, dime que puedo confiar en ti....di solamente....confía en mí....y yo lo haré-digo mientras me acerco un paso más hasta su espalda, hasta estar justo a su lado, tras ella. La giro despacio y su mirada sigue baja, perdida hacia el suelo.


      Con mi mano levanto su barbilla mientras temo encontrarme con sus ojos.


      -Dímelo mi amor.-le repito mirándola frente a frente.


      Sus ojos empañados en lágrimas y su mano alzada apartando la humedad de su cara son su únicos movimientos.


      Mientras mis ojos se clavan en los suyos, intentando buscar esas palabras que su boca no pronuncian aún.


      Hasta que casi inteligible, con un nudo evidente en su garganta al fin su voz se dirige a mí.


      -Confía en mi Bren -dice mientras sus lágrimas se ven acompañadas de sus sollozos casi mudos , pero sin ocultarse tras sus manos, enfrentando mi mirada.


      Mi gesto de dolor al verla cambia despacio mientras la estrecho entre mis brazos, en medio del corredor de aquel aeropuerto. Allí nada ocurre sino su abrazo, su sollozo perdido en mi cuello y mis ojos cerrados , feliz de haber podido vencer a no se qué, por algo que si reconocía bien....a mi amor.


      La contuve allí todo el tiempo que fue necesario.


      -Vamonos amor- le digo mientras me enfrento de nuevo a su mirada.- vámonos a casa.


      Y asiento con un gesto afirmativo con mi cabeza de que casa es a nuestro hogar, la casa que siempre estuvo más que vacía sin ella. Pero aunque un pequeño atisbo de tranquilidad sosega su llanto, se me queda mirando fijamente sin cruzar palabra ni movimiento.


      Yo simplemente no sé qué hacer, me acerco y muy suavemente beso sus labios y su abrazo fue como la soga que libera al preso que vivía en mi, se sujeta a mi cuello fuertemente. Lo que quiera que ha muerto en este instante, me deja respirar de nuevo, y de mis propios ojos unas lágrimas salen mientras el tiempo y el espacio mueren aquí. En algún punto entre nuestro hogar y Detroit.




      FIN
      meike
        meike
        Os dejo un pequeño "relato" (no sé si podría llamarse así...) En fin...espero que os guste icon_rolleyes.gif


        Laura llevaba varias noches sin dormir. Esta noche volvería a buscarla, su recuerdo se estaba volviendo como una droga. No la conocía, pero necesitaba de ella. Sus ojos se le aparecían a todas horas, su boca, con la que tantas noches había soñado, se apoderó de su mente, le encantaba ese misterio que le endulzaba y cada vez que se escondía en la timidez, le volvía loca. Como cada fin de semana, se dirigió a aquella discoteca que le gustaba tan poco. Donde era conocida por una falsa coraza y no por como era en realidad. Siempre iba allí para desconectarse de todo, para olvidar y beber, beber, beber...hasta que la encontró.
        La música repetitiva se le antojaba ya monótona, siempre las mismas canciones, las cuales se mezclaban con miradas que buscaban placer o tal vez, como la de ella ; que mostraban añoranza...Se le notaba en los ojos que había sufrido, pues la tristeza de su mirada, no lograba ser escondida con su dulce sonrisa, esta misma, mostraba un corazón débil e indefenso, un corazón roto por un amor no correspondido.
        Llegó a su destino y con aire vacilante se acarició el cabello mientras la buscaba con la mirada, entre la incertidumbre de si esta vez habría regresado o no. La vio rodeada de personas, todos movían sus cuerpos al unísono, pero ella no parecía feliz. Se dirigió entre la gente hacía su cuerpo. Paso por su lado con indiferencia, como si pensara que era una más en esa multitud de gente. Sin querer, sus pieles se rozaron y el mundo se paró en aquel instante. Sintió como se sonrojaba y a la vez, una fuerza que hacia latir más deprisa su corazón. Se disculpo con una cómplice sonrisa y apenas sin mirarla a los ojos, fue corriendo hasta a aquél rincón, aquél donde podía observarla sin miedo de poder ser descubierta, esa especie de escondite donde se pasaba las noches embelesada por su encanto y la sensualidad de cada uno de sus movimientos.
        La noche, como todas las noches que iba a ese lugar solamente para encontrársela, pasó más rápida de lo normal, ya hechizada por las curvas de aquella chica...Cuando lo daba todo por perdido, entre la oscuridad y los focos de colores vio una sombra acercarse. Laura, no pudo salir de su asombro, pues se encontró con aquel cuerpo prohibido que observaba cada noche hasta verlo desaparecer, aquella chica de mirada penetrante y voz dulce...que invadía sus sueños cada amanecer. En unos segundos se plantó a su lado y su sonrisa la cautivó. Laura estaba estupefacta, tanto tiempo esperando aquél momento...¿Y ahora, qué? Laura tuvo miedo de que se marchara por la timidez y el desconcierto que ambas mostraban, pero en vez de hacerlo, se acercó lentamente y la abrazó. Temblaba, y a Laura le recordó a un antiguo amor, quizá ya olvidado en algún rincón de su corazón...La sentía pequeña entre sus brazos, como si todo su caracter de mujer fatal se hubiera esfumado. Sus caricias eran tímidas y dulces, pero recorría el cuerpo de Laura con seguridad, como si lo hubiera hecho varias veces antes, pues parecía saber todos sus puntos debiles, arrasaba por su piel lentamente dejando un cosquilleo por su paso que tardaria muchisimo en desaparecer. El tiempo pasaba entre sus brazos, aunque en ese momento pareció detenerse. No veia nada. No escuchaba nada. Tan solo estaban Laura y ella, ella y Laura, después de tanto tiempo.
        Después ella la besó y fundieron sus cuerpos. Entre caricias, besos y susurros confesados, Laura fué suya. Se aferró a todo su encanto y le dió todo lo que pudo y más, quería hacerla feliz, quería ver de nuevo su sonrisa, quería que no fuera capaz de olvidarla, quería que le deseara aún más, quería estar con ella por siempre...
        No recuerda cuanto tiempo la tuvo entre sus brazos, aunque sabe que jamás podrá olvidarla. Aquél momento desapareció cuando Laura le preguntó por su nombre...y ante su desconcierto, aquella chica se fué sin mirar atrás, tan sólo para decirle :
        "No querrás recordar tu pasado"
        eclud_marie
          eclud_marie
          pus ahí va algo:


          La ves, tan preciosa dulcemente despertando del sueño, como resbalan las sabanas por su cuerpo al levantarse suavemente. Su manera de abrir los ojos y de bostezar, ¿Qué hay más bonito que ver sus ojos al empezar el día? Después se gira y te mira con una sonrisa en los labios. Y te encuentra allí, observándola atentamente, tiernamente encandilada por ella. Se acerca a ti y te besa dulcemente en los labios. Y es en ese instante cuando dejas de odiar al despertador, y le das las gracias por haber traído de nuevo sus labios a los tuyos, porque la noche ya se hacía pesada sin ellos. Y te susurra un Buenos días-, mientras tu abres de nuevo los ojos, con el dulce sabor a chocolate blanco de su boca aún en tus labios.

          Sale de la cama y ves a su cuerpo desnudo adentrarse en el baño. Esa calida escultura alejándose de ti por un instante y te devuelve la sonrisa recordar la noche anterior. Y recordando te pasa el tiempo hasta que la ves aparecer por la puerta, con la misma delicadeza con que desapareció hace poco. Te mira y pregunta -¿Aún sigues ahí?- y se acerca al armario en busca de la ropa. Te levantas y la abrazas por al espalda. -¿Vas a privarnos al mundo y a mí de ese cuerpo?-. Y la besas antes de que pueda decir nada. Aterrizamos las dos de nuevo en la cama, desnudas, acariciándonos, abrazándonos como si fuese el último día en el mundo que pasamos juntas. Acabamos la mañana juntas bajo la ducha, calmando nuestra sed de amarnos una y otra vez.

          Finalmente volvemos a la habitación y nos vestimos. Te sorprende con un breve pero eterno beso de despedida seguido de un -Te quiero- que te hace recordar cuanto la vas a echar de menos asta esta noche. Y se marcha, casi corriendo, pues va a llegar tarde después de todo. Antes de salir también camino del trabajo, te tomas un café esperando lo imposible, que te acorte el tiempo asta que llegue la noche.

          Sales de casa pero no sin antes mirar atrás un instante y volver a sonreír.

          Que dulce mañana.



          (no se le puede llamar relato pero quizas alguna se sienta identificada icon_wink.gif )
          vircoph
            vircoph
            Bueno, a petición popular en otro post y ya que este esta un poco abandonado, dejo aqui el principio de una historia que estoy escribiendo para que la puedan leer. Dejo las primeras ocho paginas... Listas hay 17, escritas 25, pero como lo ponga aqui todo no acabais xDDD.


            Besos!



            Rastrillo en mano y sentada al lado de las caballerizas, Laura miraba como su yegua, Zedka, pastaba tranquilamente después del paseo. Hacía un rato que habían llegado de su última ronda por el bosque del norte. Ella había estado limpiando la cuadra, mientras esperaba a que los otros siete integrantes del equipo volvían de sus respectivas direcciones. En aquel momento el sol ya se ponía, de la misma forma que lo había hecho durante milenios. Era el año 534 después de la Catástrofe.
            La Historia Antigua, conservada con detalle como testimonio del gran error de la humanidad, contaba como siglos atrás la Tierra que por aquel entonces se conocía había sido destruida. El planeta, con una población que superaba los doce mil millones de habitantes, se había colapsado al ser incapaz durante siglos de mantener a todos sus habitantes. El gran ecosistema mundial, ya desde antaño maltratado y sobrepasado, se había derrumbado, pese a la gran tecnología que los humanos habían desarrollado.
            Incapaces de sobrevivir, los conflictos se generalizaron siguiendo una única ley: la del más fuerte. Todas esas guerras, conocidas por la Historia Antigua como la Catástrofe, abarcaron un periodo de varios siglos, durante los cuales todas las sociedades del mundo se vieron amenazadas, cientos de ellas desaparecieron y tantas otras se renovaron. Todo el Mundo cambió: desde su forma a causa del calentamiento global y el deshielo de los polos, hasta sus gentes, que lentamente se fueron congregando alrededor de dos grandes modelos a seguir, y de los cuales surgiría el Nuevo Mundo, con su nueva Orden Mundial: la Unión y los Rebeldes, dos sociedades tan parecidas como opuestas.

            Materiales antaño tan necesarios y explotados se habían perdido antes, durante y después de la Catástrofe. El petróleo, principal fuente de energía para los humanos durante cientos de años, había sido la causa principal del inicio de las guerras, dado que su demanda iba en ascenso mientras que el material en sí, nacido de la tierra después de miles de años de elaboración, se extinguía. La lucha por las escasas reservas de que disponía el planeta acabó con la vida de millones de personas. Durante las Grandes Guerras se consumieron, usaron y malgastaron gran cantidad de materiales que nunca se habían considerado de primera necesidad: aceros, metales, plásticos, e incluso el mismo petróleo por el que tanto se estaba matando. No hubo tratados de paz, no hubo acuerdos ni ceses. Las Grandes Guerras terminaron cuando los hombres ya no pudieron más: la desgracia, llevada siempre a tierra de otros y sentida siempre tan lejana, azotó a todos por igual: plagas, escasez de alimentos, falta de materiales No había tiempo de luchar por algo que ya no existía cuando todo el mundo pasaba hambre.
            Así, las personas que no mató la guerra se las llevó la enfermedad: auténticas pandemias asolaron el mundo entero y acabaron de rebajar el principal problema de los hombres: ellos mismos. La Catástrofe se cobró tres cuartas partes de la población mundial, sin distinciones de raza, sexo, religión o nacionalidad. Después de las epidemias no quedaba casi nada del Mundo Antiguo: tan solo cenizas y consecuencias.

            Con el Mundo Antiguo murió el individualismo. La cooperación de todos los individuos se hizo necesaria e inevitable, de forma que todos los oficios y todas las actividades eran igualmente necesarios, igualmente respetables, siendo sus maestros muy bien considerados por su cantidad de conocimientos, ya que la riqueza era un concepto imposible de medir. El prestigio y la sabiduría se convirtieron en el oro de una parte del Nuevo Mundo: la Unión.
            Sin embargo, todo el rencor y la frustración de un pueblo recién readaptado que añoraba sus privilegios tenían por desgracia un objetivo tangible y real, creado por oposición. Durante la Catástrofe se mantuvo un axioma inamovible: existía un segundo mundo que, en su ignorancia primitiva y hostil, había conducido el planeta al colapso y al proceso actual por el que ellos estaban pagando. Un mundo opuesto al suyo. Una amenaza. Los ejércitos, lejos de disolverse en un mundo cansado de pelear, se mantuvieron en la fe de que eran necesarias en la sociedad para defender su sistema, sus pragmáticas creencias y sus vidas de aquel otro mundo: los Rebeldes.
            Para la Unión, los Rebeldes eran la justificación de su forma de vida: progreso, producción y bienestar, conceptos reciclados del Antiguo Mundo que aún podían y debían aplicarse en lo que habían heredado de éste, frente al mundo sacrificado, humilde y sencillo, lleno de hechos inexplicables, magia y fantasía, que representaban los Rebeldes.
            Quinientos años después de las Grandes Guerras, los conflictos continuaban retroalimentando el modelo social de la Unión: los Rebeldes habían decidido entrar en el juego y luchar por lo que creían suyo: sus tierras, sus creencias, sus familias, su forma de vida después de cientos de años de ser víctimas de un egocentrismo cruel. Pero a diferencia de la Unión, los Rebeldes tenían una ventaja primordial: ellos estaban preparados, ya sabían vivir sencillamente y en armonía con su entorno desde mucho antes de las Grandes Guerras. Siempre habían sido el Tercer Mundo y siempre habían tenido que sobrevivir. Quinientos años después, la Unión seguía combatiendo en desigualdad con un enemigo un tanto imaginario que tan solo pretendía defenderse: tenían siglos de ventaja sin la opresión asfixiante del antiguo Primer Mundo, pero al contrario que la Unión, ninguna intención de gobernar un mundo que no consideraban propio ni merecido, tan solo prestado.

            Sin embargo, solo unos pocos conocían esa filosofía de los Rebeldes y la gran mayoría de ellos nunca tendrían ocasión de planteárselo. El resto, aún teniéndola, jamás lo harían.
            Y Laura era la excepción.

            Sacudió la cabeza para librarse de todos aquellos pensamientos. Le apasionaba la Historia Antigua, pero no le gustaba pensar en todo lo que había conllevado el cambio, en todas las guerras libradas sin sentido. No le gustaba su mundo, ya no. No le gustaba ser una militar, y menos una de prestigio, pero ese había sido su camino, un camino que no pudo escoger y por el cual no podía retroceder. Su única esperanza desde hacía años había sido no tener que avanzar ya más, intentar ser feliz con lo que tenía, aunque ya de por sí esa definición de felicidad iba en contra de su educación. Pero ahora esa esperanza estaba rompiéndose. Y volvía a sentir un mismo miedo arcano.
            Suspirando, se levantó lentamente y entró en el establo. La cuadra de su yegua estaba cerca de la entrada, a la derecha, y presentaba el aspecto limpio y ordenado que debía ofrecer tras la limpieza. Dejó finalmente el rastrillo al lado de la puerta y tomó el balde de agua para cambiarlo también. Sin salir de la cuadra oyó llegar a dos de los jinetes, parados en la puerta. Hablaban sin desmontar de sus caballos.
            -Pero entonces, ¿es cierto o no? La voz vivaracha y aún adolescente era la de Tomás.
            -Hace semanas que corren rumores, pero no ha habido anuncio oficial. Respondió Raúl, con escepticismo en la voz. Laura se detuvo en las sombras al intuir de qué estaban hablando. Además, hace tres años que no hay convocatoria.
            -Razón de más para que sea cierto, ¿no?- Insistía Tomás, desmontando ruidosamente. En esos tres años los conflictos no han cesado. La Guardia necesita nuevos activos en sus filas.

            Los conflictos con los Rebeldes eran librados por una única unidad militar, enorme y relativamente poderosa: la Guardia, cuerpo de elite de las Fuerzas de Defensa de la Unión, especializada en los combates del frente. En ella prestaban servicio tan solo los mejores militares de la Nación, los cuales creían firmemente en los viles planes de conquista de los Rebeldes, que supuestamente pretendían controlar todo el mundo con sus rezos a entes superiores inexistentes y fuerzas sobrenaturales. Los Guardianes mataban sin preguntar y rehuían todo contacto con los Rebeldes, en la creencia de poder caer presos de sus magias. Estaban entrenados para ello.

            -No sueñes tanto, Tomás. Apenas eres un cadete para la Guardia. ¿O pretendes presentarte a las pruebas, si llega a haberlas? Ironizó Raúl, desmontando también.
            -¡Por supuesto! He terminado mi formación aquí, hace ya año y medio que dejé de ser un cadete, y ahora ya soy cabo, en apenas año y medio. ¡Nada me gustaría más que ver mundo con la Guardia!
            -¡Muy bien! ¡Muy bien! Tienes todo el espíritu de un guerrero, muchacho. ¡Otra cosa será que te seleccionen! ¡Todo el mundo aspira a convertirse en un Guardián!
            Ilusos- Murmuró Laura, para sí. Todos esos rumores habían sido su principal fuente de preocupación durante las últimas semanas, temiendo que fueran verdad, mientras día tras día resonaban con más fuerza. Todo el mundo quiere formar parte de la Guardia y ni siquiera saben que hacen realmente. Son todos unos ingenuos... Nos han educado a todos como ingenuos.
            Fingiendo no haber escuchado nada, o como mínimo que lo escuchado no le causara cierta preocupación, salió de la cuadra con el balde entre manos con toda la naturalidad que fue capaz. Los dos hombres se irguieron al verla.
            -Buenas tardes, capitana. Dijeron, a una sola voz, cruzándose el brazo derecho sobre el pecho hasta tocarse el hombro contrario e inclinándose en una suave reverencia. Era el saludo marcial, obligado en cada encuentro, aunque Laura y los dos hombres se encontraran varias veces todos los días, casi a todas horas. Después se mantuvieron firmes mientras Laura dejaba el balde en el suelo y les devolvía el saludo, sin apenas inclinarse.
            -Buenas tardes, caballeros.- Saludó, tomando de nuevo el balde y alejándose unos pasos de las caballerizas antes de vaciarlo. Sin perder el aire despreocupado observó a los muchachos que mantenían la postura en señal de respeto. Descansen. ¿Alguna novedad?
            -Ninguna, capitana. El bosque del Oeste estaba limpio y sin novedades. El horizonte se veía claro y sin ninguna señal sospechosa. Eso sí, se acercan unos nubarrones impresionantes, Laura. En unos días tendremos el temporal aquí.
            -Bueno, estamos en otoño. El verano pasó hace ya algunas semanas, así que es lo menos que podemos esperar, subteniente Raúl. ¿Y en el noroeste, cabo?
            -Sin novedades, capitana. Respondió el muchacho, sin mirarla a los ojos. Sentía un reverencial respeto por su superiora y de todo el grupo era el que conservaba más firmemente las formas con ella. - ¿Puedo hacerle una pregunta, capitana?
            -Por supuesto.- Respondió Laura, acercándose a la bomba de agua que había al lado de la entrada y empezando a bombear para rellanar el balde de Zedka.
            -Quería preguntarle... en fin, usted es la compañera de la capitana Nuria, de la Sección de Administración. Y pensé que quizá usted...
            -No se nada de las supuestas pruebas de la Guardia, Tomás. Y la capitana tampoco sabe nada. ¿Crees que algo tan importante quedaría guardado en secreto?
            -No, no, por supuesto que no, capitana. Yo solo...
            Laura miró al muchacho, que había enrojecido hasta la punta de las orejas y mantenía una postura más rígida de la debida, excesiva incluso si hubiera tenido que mantenerse firme. Laura deseaba poder decirle que dejara de soñar, que la Guardia no era ni mucho menos lo que él pensaba y que todo cuanto esperaba de ese Cuerpo era una mentira. Pero no podía, sabía que no podía hacerlo y sobretodo que no debía hacerlo, por que su puesto, su reputación e incluso su vida peligrarían.
            -No os preocupéis, cabo. Cuando salga la convocatoria lo sabréis enseguida, Nuria se encargará de eso. Pero si quieres un consejo no te precipites. Se requiere una preparación exhaustiva para entrar a formar parte de la Guardia y que yo sepa hasta la fecha las pruebas nunca han permitido convocatorias por debajo del rango de alférez.
            -Oh.... vaya... Murmuró Tomás, agarrando con fuerza las bridas de su caballo como si este quisiera escaparse. Laura sonrió, compadeciéndose en silencio de aquel muchacho inocente.
            -Venga, menos soñar, caballeros. Ocúpense de sus quehaceres.- Ordenó. No quería seguir con aquel tema. Los dos hombres soltaron a sus caballos para que pastaran junto a Zedka en el prado cercano mientras limpiaban las respectivas cuadras. Laura dejó el balde lleno con agua fresca en su sitio y se puso a cepillar a su yegua mientras esperaba la llegada del resto de sus compañeros.
            Intentó relajarse mientras atendía a su compañera con los cuidados y los mimos que cada tarde le dedicaba, más una idea insistente se había anidado en su cabeza y no podía dejar de pensar en la situación. Aquella insistencia en los rumores y continua esperanza general por las dichosas pruebas la ponían enferma. Era cierto que en tres años no había existido convocatoria, tan cierto como que nunca se habían demorado tanto, y precisamente por este hecho la emoción general se desbordaba, mientras a Laura se le iba acabando la paciencia poco a poco. Era consciente que, muy probablemente, ella fuera la única de aquel recinto que no pensaba presentarse a las dichosas pruebas. Era tan consciente como que todo el mundo sabía que era una de las mejor preparadas para presentarse a ellas y aprobarlas. Pero Laura no quería presentarse a las pruebas, no quería saber nada de ellas. Nunca. Su felicidad ya no se basaba en ascender en la escala social, aunque de nuevo fuera en contra de su educación.

            Uno a uno fueron llegando los compañeros, que tras informar a Laura de la situación dedicaron los últimos minutos de la tarde en las tareas propias que tenían asignadas los Guardabosques. Poco a poco, todos los equinos estuvieron instalados en las caballerizas recién limpiadas, y para cuando Laura entró, seguida de Zedka, para acomodarla, sus siete compañeros la esperaban frente a las respectivas puertas de sus monturas, charlando. Laura acompañó a Zedka hasta su cuadra, se aseguró que la yegua estaba cómoda y cerró la portezuela, acariciándole el morro mientras tanto.
            Sin prestar atención a sus compañeros, se acercó a la entrada y escribió algo en el libro en blanco había en un estante. Finalmente se dio la vuelta y los ocho Guardabosques salieron de la caballeriza en el mismo momento en que el sol se ponía en el Oeste. Laura cerró la puerta y se dirigieron todos juntos hacia el comedor.

            La breve caminata desde las caballerizas hasta lo alto de la colina donde se situaba el edificio central de la Academia dio para más de lo que Laura esperaba. El tema era de esperar: pruebas, Guardia y más pruebas. Todo el mundo quería hacer las dichosas pruebas. Todo el mundo quería fama, gloria y reconocimiento. Todo el mundo, por supuesto, conocía al Gran General Carlos, Comandante en Jefe de la Guardia. Todos, sin excepción. Y Laura también. Demasiado bien le conocía.
            -¿Os presentareis, no?- Preguntaba Claudia, alférez, encargada del bosque del Sur. Si nos presentáramos todos, ¡seriamos el mejor equipo de Guardabosques que la Guardia tendría jamás!
            -Pero las pruebas son individuales, Claudia. No por secciones. Discutía Miguel, uno de los estudiosos del grupo, teniente y lugarteniente de Laura dentro de la sección y encargado del bosque del Este. Solo Laura le superaba en conocimientos del Mundo Antiguo, aunque Miguel no lo creyera y se vanagloriaba de ello. Aunque está muy claro que nos seleccionarían a todos, por supuesto. ¡Somos la mejor sección de la Academia!
            -Que creído se lo tiene el chaval.... Cortó Marta, una de las soldados nuevas de aquel año, encargada del bosque del noreste y melliza de Sofía, la otra novata, encargada del sureste. Miguel le dedicó una mirada asesina llena de pasión. Era conocido por todos en la academia que Marta y Miguel se prodigaban una extraña relación de amor-odio que siempre terminaba igual: generalmente en la habitación de él, por ser individual. No se si el señorito sabrá que las plazas por sección están limitadas. Y que por lo tanto, si alguien aquí tiene posibilidades de ser seleccionado por la Guardia, es la capitana. ¿O no?
            -¡Por supuesto! ¡Por supuesto! Exclamaba Tomás, el cabo, rojo como un tomate pero presa de una extraña emoción.- La capitana es la mejor preparada de todos nosotros, y la que más experiencia tiene. ¡A ella seguro que la seleccionan!
            -¿Y quien ha dicho que piense presentarme a las supuestas pruebas, si llegan a realizarse?- Dijo Laura, casi con desprecio. Se arrepintió al momento del tono empleado. Tenéis todos muy claro eso de presentaros, ¿verdad?
            -Pero, capitana.... Susurró David, el alférez encargado del bosque de suroeste.
            -Laura, ¿Lo dices enserio?- Preguntó Marta, perpleja, mirándola como si fuera la primera vez que se veían.
            -Por supuesto.- Insistió, rotunda.- Estáis haciendo muchas conjeturas, pero lo cierto es que no os imagináis el nivel que se exige en esas pruebas. Para empezar, la mitad de vosotros no os podríais presentar por rango.
            -Pero usted tiene experiencia, tiene valor, está muy preparada, ¡Es la mejor de la Academia! No sería lógico que no os presentarais.... Argumentó Tomás, tanto o más incrédulo que Marta y el resto de los compañeros.
            Te estas enfangando hasta el cuello... se dijo a si misma, sin dejar de sonreír irónicamente.
            -¿Por qué crees que sigo aquí?- Preguntó Laura. Tomás se puso rojo y desvió la mirada, demasiado sorprendido para decir nada más.
            El murmullo de ni siquiera la capitana pudo pasar las pruebas se extendió entre la sección, dando mayor crédito a aquel silencio que a cualquier explicación que Laura hubiera podido darles. No hacía falta contarles nada más. No podía contarles que había pasado realmente. Decir que su vida estaba en aquella academia al lado de Nuria tampoco era factible: ella también era una de las mejores y tenia tantas o más posibilidades de ser escogida que Laura. Y precisamente eso era lo que la ponía de mal humor. Pero conocía bien la forma de hacer que la gente dejara de preguntar.

            Traspasaron las puertas del edificio principal y se encontraron con una conmoción. Los pasillos estaban abarrotados de gente, de todas las secciones y rangos, y nadie parecía saber muy bien que ocurría allí. Impotente, Laura vio como toda su sección se dispersaba en busca de una respuesta, mientras ella seguía con paso decidido hacia el fondo del corredor: el comedor.
            Aquello solo podía ser una cosa, y no le hacía falta ver los carteles que Nuria debía haber escrito y colocado en las pareces para saber que ocurría. Chasqueó la lengua mientras entraba en el comedor, desagradada. Aquel barullo era impropio de la Academia y de sus alumnos. Por desgracia, parecía estar justificado.
            El mal humor le llegó al corazón sin darse siquiera cuenta. No tuvo que hacer cola para coger una bandeja y un plato de comida pues todo el mundo estaba en el pasillo hablando e informándose, y nunca le había costado tan poco sentarse en su mesa. Ochenta personas en el comedor a la vez siempre resultaban molestas para moverse, pero era rutina. Aquel vacío, en cambio, lejos de resultarle cómodo, la inquietaba aún más.
            Sin esperar a nadie se sentó en su sitio de siempre y empezó a comer.
            -Que sola estas, cariño. ¿Dónde dejaste a la tropa?
            Laura se giró y se encontró a Nuria detrás de ella, sonriente, bandeja en mano. Tenerla cerca la reconfortó de repente, como siempre que había algún problema que solucionar.
            -Yo no les dejé, cielo. Ellos me abandonaron. Se fueron detrás de los carteles que pegaste. - Respondió Laura, esperando a que Nuria se sentara antes de besarla, intentando no demostrar la urgencia que sentía. - ¿Mucho trabajo?
            -No te lo puedes imaginar. El Mensajero llegó pasado el medio día y desde entonces no he parado entre el despacho del Coronel, la oficina y la imprenta. Efectivamente, era el jinete que divisasteis esta mañana al Noreste. ¿Has visto los carteles?
            -No, dejé que la tropa lo hiciera por mí. Seguro que vienen ahora emocionados con las pruebas y me lo cuentan.
            -Que poco interés... ¿No te parece emocionante la convocatoria?- Preguntó Nuria, alegremente, empezando a comer.
            -Muchísimo... Ironizó. -¿Cuanto tardará la comitiva en llegar? ¿Dos semanas? ¿Tres?- Nuria asintió. - Verás como estas tres semanas se harán muy interesantes. Insoportablemente interesantes.
            -Exagerada... - Le reprochó Nuria, con una caricia. Mientras tanto, el volumen del ambiente había aumentado progresivamente. Nuria se dio la vuelta, echando una ojeada al comedor. -Parece que el hambre ha ganado la batalla a la curiosidad.
            -¡Capitana! ¡Capitana! - La voz de Tomás anunció la llegada del grupo. - ¡Capitana! ¡Nos abandonó!
            -¿Yo? - Se defendió Laura, con una sonrisa picarona en los labios. - Vosotros os entretuvisteis. ¿No veis que deliciosa cena nos han servido hoy?
            -¡Otra vez carne!- Protestó Sofía, una de las gemelas, tomando asiento. - Últimamente no tenemos otra cosa que carne, ¡carne a todas horas!
            -¡Menos quejarse!- Le reprochó Marta, su hermana, sentándose también. Sofía y Marta eran como la Noche y el Día, tan opuestas como iguales. Eran físicamente idénticas, excepto por el color de los ojos: Marta los tenía negros como la noche, y Sofía de un color verde opalino. Además, cada una se dejaba el pelo de una forma: Marta lo llevaba muy corto, al estilo militar de los chicos. Sofía prefería una discreta media melena, el máximo permitido por la Academia. Su carácter rara vez coincidía, solían ser opuestas, pero las excepciones eran de temer. -Aprovecha ahora que estamos en temporada de caza, que dentro de nada vendrán las nieves y entonces estaremos a base de salazones tres meses.
            -¡Cuanta razón! Con lo maravillosos que son estos asados... ¿Alguien sabe que es?- Preguntó David.
            -Jabalí.- Contestó Nuria, enfrascada en su plato.- Ayer los Rastreadores se cobraron tres piezas. Una de ellas ya la están salando para conservarla para el invierno. Las otras dos nos las estamos comiendo hoy.- Se detuvo un momento para tragar y beber un poco de agua. - ¿Que os parecieron los carteles?
            -¡Oh! ¡Es verdad! - Exclamó Tomás, siempre con su entusiasmo casi infantil. -¡Capitana, qué gran noticia! ¿Cómo no se detuvo a informarse sobre la convocatoria?
            -¿Para que si ahora me lo vas a contar tu?- Respondió Laura, indiferente. -No creo que difiera mucho de otros años...
            -Ahí te equivocas, cariño. - Murmuró Nuria, sin desvelarle nada. Laura frunció el ceño. Tomás prácticamente no hacia otra cosa que dar saltitos de alegría sobre el banco de madera.
            -¿Me lo contáis, por favor?- Dijo Laura, retomando la comida para disimular su preocupación.
            -Las pruebas serán en tres semanas, capitana. - Empezó Tomás, cada vez más exaltado. - Se permitirá el acceso a las pruebas desde el rango de Cabo y...
            -¿¿Qué??- Exclamó Laura, estupefacta. Miró a Nuria, que también sonreía, como si aquella nueva norma la alegrara profundamente.- ¿Los cabos podrán examinarse? ¿Están locos?
            -Por lo visto la Guardia ha creado una unidad de formación especial para los nuevos miembros más jóvenes. Quieren que los futuros Guardias se eduquen sobre el terreno, aunque sin entrar en combate directamente hasta llegar al rango de Alférez. Por eso esta vez la convocatoria se abre tanto. Además, hay bastantes plazas por sección, más de una veintena entre todas las secciones. Después de tres años sin convocatoria, este año están intentando captar a un gran número de nuevos efectivos.
            -Y eso no es lo mejor... - Apuntó Claudia, añadiendo tensión al asunto. Laura tragó saliva disimuladamente. No podía imaginarse nada peor. - El mismísimo Gran General de la Guardia realizará la selección, junto a un tribunal con sus subordinados de mayor confianza.
            -¿El Gran General? ¿El Gran General vendrá en persona a realizar las pruebas? - Murmuró Laura, incapaz de asimilarlo. Aquello no se lo esperaba. Era como un balde de agua fría encima sin previo aviso.
            -¿No es fantástico?- Exclamó Tomás, que aún no había tocado su plato, levantándose emocionado. -¡El Gran General! ¡Aquí! Nunca creí que llegaría a conocerle, ¡ni aún soñando con entrar en la Guardia! ¡Es maravilloso!
            -¡Compórtese, cabo! ¡Está usted en el comedor! - Le reprochó Laura, no solo por obligación. El mal humor le había renacido de nuevo en el corazón, con más fuerza aún. La presencia de Nuria ya no la reconfortaba. Ella se alegraba tanto como sus jóvenes subordinados de la presencia del Gran General y de las pruebas. Tomás, que se había dado cuenta del escándalo que estaba formando, se sentó de rápidamente y se puso a comer, recordando de repente que en el comedor y en el resto de las instalaciones de la Academia era norma básica mantener el orden.
            En la mesa se instauró un silencio repentino ante la advertencia casi agresiva de Laura. Sin embargo, del resto del comedor les llegó inesperadamente toda una oleada de voces, gritos varios y exclamaciones Aquella situación difería mucho del murmullo cotidiano de conversaciones comedidas y ajenas. Era una exaltación impropia e injustificada en un día normal.
            Laura se dio la vuelta, observándole barullo. De repente se sintió terriblemente sola en una sala tan llena de gente.
            -¿Laura?- La voz de Nuria la sacó de aquella especie de trance. Sus miradas se cruzaron y Nuria frunció el ceño. - ¿Cariño, estás bien?
            Sin decir palabra observó al resto de sus compañeros, aún mudos. Sus rostros reflejaban distintas expresiones, desde la preocupación a la sorpresa. Nuria le tomó la mano cariñosamente. Laura desvió la mirada hacia el plato casi intacto, incapaz de mantener el contacto visual. Como tantas otras veces en los últimos años tuvo la sensación de estar fuera de lugar. Por primera vez no fue capaz de sobreponerse.
            Ante la mirada estupefacta de sus compañeros y la preocupación de Nuria, se levantó.
            -¿Dónde vas?- Preguntó Nuria, girándose y mirándola a los ojos, sin comprender su súbita reacción. Laura desvió la mirada hacia el comedor. -¿No terminas de comer?
            -No tengo apetito. Respondió Laura, secamente, aunque su voz quedaba casi sepultada por la algarabía del comedor. Pensó en decir algo, en excusarse, en buscar un motivo para tan repentino cambio de humor, pero no se le ocurría nada que pudiera compensar su extraño comportamiento, dado que ella nunca solía dejar la mesa antes de terminar su plato. Te veo luego, Nuria.
            Sin más explicaciones, sin una sola atención más, se encaminó decidida hacia la salida, ignorado las llamadas con voz en grito de Nuria y la terrible sensación de que ocho pares de ojos la observaban desde la mesa, incluso después de atravesar la puerta. Nadie más pareció darse cuenta de que había salido del comedor, enfrascados como estaban en sus conversaciones absurdas. Cerró con suavidad, como si realmente no pasara nada, y no se detuvo a lo largo del pasillo vacío ni para mirar los carteles. Solo lo hizo cuando estuvo fuera del edificio, recostándose contra la maciza puerta de roble. Abatida, perdió la mirada en el cielo, ya negro y estrellado, rompiendo a llorar en silencio.
            Tuvo la tentación de dejarse caer allí mismo y abandonarse un rato a sus propios pensamientos. Pensó en entrar de nuevo en el comedor y hacer como que no había ocurrido nada, fingiendo haber ido a comprobar algo a las caballerizas o a cualquier otro lugar. Supo que no quería ir en aquel momento a casa. Nuria no tardaría en salir y si la encontraba no estaba segura de poder mantener la compostura. Echó a andar, mientras pensaba en mil ideas más, cada cual más descabellada, únicamente consciente de que no podía quedarse en la puerta, mirando el cielo.
            Inconscientemente se dirigió hacia el único lugar donde, en ocasiones como aquella, Laura se sentía segura: la Armería. Era consciente que, a aquellas horas, José, el comandante de la sección de Espadachines estaría cenando con sus subordinados. Quizá por eso había ido hasta allí. Había algo en todo aquello que la perturbaba, pero no quería reconocer el que. Necesitaba un lugar en el que estar sola, realmente sola consigo misma. Sola en una sociedad donde todos se necesitaban.
            wee_ko
              wee_ko
              Lo del calentamiento global y el deshielo de los polos me ha recordado que he leído hace nada argumentos en su contra (Estado de miedo, de Crichton). Pero eso no tiene nada que ver... Me va gustando, me va gustando icon_biggrin.gif Y la idea de que la Catástrofe LLevara a una necesidad de cooperación que sin embargo no acabara con el ansia de guerra me resulta muy atractiva. ¿Será algo intrínseco al género humano?, me he preguntado siempre. No te olvides de pegar la continuación pliiiiss!
              vircoph
                vircoph
                Ohh! Me alegra que te gustara, wee-ko! Ahora os dejo la otra parte del primer "capitulo" (es que no estoy diviciendo la historia claramente en capitulos, pero más o menos van tomando forma).


                Solo deciros una cosa: si a medida que la historia avanza veis cosas que no os cuadran no os extrañeis. Es por que a medida que avanzo la historia van saliendo cosas que me hacen corregir cosas anteriores, y a lo mejor aqui teneis una "version" antigua del texto xD.


                En fin, no me entretengo. Os dejo otro trozo más, a ver que os parece.


                Besos!


                Al igual que el resto de puertas de la Academia, la puerta de la Armería estaba abierta, ya que no existían motivos para cerrarlas, a excepción de una pequeña palanca que mantenía la puerta cerrada a los animales del bosque, para evitar que entraran en las salas si merodeaban por allí. Decidida a entrar, sentarse en el rincón más solitario que encontrara y dejarse caer, se sorprendió al ver un par de luces de aceite aún quemando dentro del edificio.
                -¿Hola?- Preguntó, apenas asomando la cabeza al interior de la estancia. Ante el silencio que le contestó terminó de entrar y cerró la puerta. De detrás del mostrador que había poco más allá de la puerta apareció un hombre vestido con el blanco traje de esgrima. Miró a Laura con confianza y sonrió. Laura le devolvió la sonrisa y saludó formalmente. - Buenas noches, comandante. No creí que estarías aquí, Jorge.
                -Buenas noches, capitana. Te estaba esperando. - Contestó el hombre, respondiendo al saludo. Se giró un instante y le tendió a Laura unos ropajes.
                -¿Y eso?- Respondió ella, frunciendo el ceño. Conocía a Jorge desde su infancia, habían sido amigos desde que eran capaces de recordar y nadie la conocía tan bien como él. Jorge era el único que sabía la verdad. Pero pese a todo aquello le resultaba extraño. Él no respondió mientras desenvainaba dos espadas.
                -¿Florete o Sable ligero?- Pregunto, sosteniéndolas y mostrándoselas con reverencia a Laura. Ella le miró, con gesto severo. -Vamos, ambos sabemos que por que has venido. ¿O me vas a negar que la convocatoria a la Guardia te tiene indiferente? Solo vienes a verme cuando tienes miedo. Y te conozco demasiado bien como para saber cuando lo tienes. - Laura torció el gesto, casi infantilmente. Era una profesional de alto rango: no le gustaba reconocer que tenía miedo. Pero sabía que Jorge tenía razón. - Así que ¿Florete o Sable ligero?
                -Por mi Mandoble- Contestó, tomando los ropajes de algodón que Jorge le había tendido, ridículos en un duelo con Mandoble. Ahora fue él el que frunció el ceño, en un gesto tan severo como preocupado. - Pero como se que no me vas a dejar casi mejor el sable ligero.
                -Eso me parece mejor. No tengo la forma física para aguantarte un lance con Mandoble, nunca se me ha dado bien. Y menos- Añadió, tendiéndole un sable con su vaina y una sonrisa picarona en los labios. -si estás rabiosa, como es el caso.
                Yo no estoy rabiosa- Pensó para sí, pero Jorge tenía una expresión burlona en el rostro. Sabía que si le protestaba solo iba a conseguir que él fuera más cínico aún, y no quería comportarse como una cría recién graduada. No era digno de una capitana de veinticinco años. Además, Jorge era el único en la Academia capaz de devolverle cualquier pulla. Así que se tragó su orgullo, le tendió el jubón de Guardabosques, tomó el sable y se dirigió sin decir nada más hacia el vestuario.

                Adosado al edificio de la armería había un edificio bastante más grande: el Pabellón. Era una construcción sólida y confortable, capaz de albergar a la escuela entera en su interior. Servía, entre otras cosas, como punto de reunión para grandes eventos (como la graduación de los nuevos cadetes tras las pruebas de selección), así como de zona deportiva y de entrenamiento en días de lluvia y mal tiempo.
                Sin embargo, su utilidad principal era de campo de entrenamiento de esgrima. Allí, y solo allí, se conocían y se entrenaba el uso de los distintos aceros que la Unión reconocía como oficiales. Dado la escasez de metales y las limitadas formas de trabajarlo que existían, la mayoría de los metales considerados nobles (aceros, platas, oros y el tan escaso platino) eran destinados única y exclusivamente a la guerra, en la fabricación de armaduras, armas y abalorios de combate. Los herreros, por tanto, eran los artesanos más codiciados y su adiestramiento no podía ser más exigente: tenían en sus manos materiales escasos y preciados que no podían ni debían malgastar. Cada pieza debía ser una autentica obra de arte: sencilla, robusta y, sobretodo, eficaz.

                Laura se puso los protectores rápidamente. Sentía verdadera necesidad de entrar en combate, de descargar toda aquella tensión y volver a ser ella misma, la que debía ser en la Academia. Raras veces perdía el control de aquella manera. Hacía muchos años que no sentía una necesidad tan intensa por acudir a la Armería. Y eso la preocupaba.
                Al salir del vestuario se encontró con el pabellón pobremente iluminado, apenas unas pocas candelas de aceite (única materia que podían usar en el Nuevo Mundo para iluminar durante la noche) alumbraban la zona donde iban a combatir, en el rincón más alejado del pabellón. Era suficiente, no necesitaban más para echar unos lances amistosos que le permitieran desahogarse. José la esperaba en el centro del círculo de luz, con dos máscaras en una mano y su sable desenvainado. Sonreía.
                -¿Preparada?- Le preguntó, tendiéndole una máscara. Ella asintió con la cabeza mientras se la ponía. Jorge la imitó, se retiró unos pasos mientras Laura desenvainaba su arma y se colocaron en posición. Los sables silbaron al saludar. - ¡En guardia!

                El lance empezó de forma repentina y violenta. No se trataba de una exhibición técnica ni de un combate reglado. No estaban allí para seguir las estrictas normas de la esgrima de competición. Laura solo buscaba una excusa para no pensar, un ejercicio bastante intenso como para olvidar sus preocupaciones y sus ensoñaciones. Estaba en la Academia, estaba dónde debía estar.
                Jorge, por su parte, solo buscaba una cosa: machacarla. Conocía a Laura suficientemente bien como para saber que su amiga tendía a ensoñarse, a pensar en cosas que no le convenían, que no eran propias de aquel lugar, de su educación, de la situación en la que se encontraban. Él conocía muy poco de la Historia Antigua. Nunca le había interesado demasiado como sus antepasados habían vivido o se habían matado entre ellos. Era feliz con su trabajo. Pero sabía que pensaba Laura, sabía por lo que había pasado y sabía que la única manera que tenía su amiga de centrarse era allí. Acero contra acero, lance tras lance, Laura recuperaba la fe en sí misma, la compostura, la energía suficiente como para seguir en un mundo que no le gustaba. Jorge no la comprendía, no podía hacerlo. Pero entendía que su arte era todo cuanto ella necesitaba para centrarse, para ser ella misma, y por eso no dudaba en atacar sin compasión y sin ningún temor al más mínimo fallo de ella. Laura era una esgrimista excelente, con un nivel superior que el del mejor preparado de sus subordinados. Nunca había acabado de entender por que era Guardabosques y no Espadachín.

                El sable de Laura voló por los aires, mientras Laura tropezaba torpemente al esquivar una estocada de Jorge y caía a peso muerto en el suelo, con el sable de su oponente pegado a la garganta.
                -Mierda - Susurró, dejándose azuzar por Jorge, que volvía a sonreír pícaramente. El sable de Laura había caído un par de metros más allá, fuera del alcance de su propietaria. Técnicamente, Laura acababa de perder la vida ante su oponente, que podía rebanarle el cuello sin ninguna prisa.
                -¡Touché!- Dijo Jorge, tocando suavemente el protector de la garganta de Laura con su sable antes de retirarse y tenderle la mano para ayudarla a incorporarse. - ¿Estamos descentrados, eh? ¿Cómo te has dejado arrebatar así el sable?
                Laura se incorporó renegando, sintiéndose latir la espalda a causa del golpe. Se giró para tomar el sable del suelo sin mirarle. Inmediatamente sintió la punta del sable en la columna, aún palpitante.
                -¿Voy a tener que hablar con el Coronel para que te degrade y te haga venir a mis clases de esgrima, Laura?- Le susurró Jorge, al oído, mientras hacía notar su falta a Laura con la punta del sable. -Primera norma básica: Nunca pierdas de vista a tu oponente.
                Tiene razón - Se dijo a si misma, enfadándose. Nunca en su vida había cometido un error tan básico y tan letal en un lance. Se agachó lentamente para tomar la empuñadura que descansaba a sus pies, sin que Jorge aminorara para nada la generosa presión en su espalda. -Céntrate, Laura. ¡Céntrate!
                De cuclillas, respiró profundamente antes de tocar el sable. Lo tomó con suavidad y tuvo el impulso de girarse repentinamente y devolver el ataque de forma explosiva, presumiblemente sin darle tiempo a él de reaccionar. Un segundo antes de lanzarse se negó tal posibilidad. En un combate real sencillamente estaría muerta, y Jorge era demasiado veterano como para sorprenderse por un ataque tan infantil. No le atravesaría la espalda, pero probablemente le soltaría un bofetón sin pensárselo, aparte de enfadarse con ella. Sabía que Jorge esperaba algo más racional por su parte, de forma que afianzó el sable lentamente, sin esgrimirlo, y se irguió tan lentamente como se había agachado, sumisamente.
                -Bien. - Murmuró él, satisfecho. Por un momento había creído que la rabia traicionaría a su amiga en un gesto irreflexivo. Bajó el sable y se retiró. Laura tomó el suyo correctamente y se preparó. -¡En guardia!
                El segundo lance duró algo más que el primero, y sus primeros minutos fueron igualados e intensos. Algo más centrada, y dispuesta a no cometer más errores básicos pero fatales, Laura se entregó a fondo en el combate, sin permitir que nada la distrajera. Jorge fue incrementando el ritmo rápidamente, sin darle una sola tregua ni duda, intentando por todos los medios distraer su atención, poner a prueba sus nervios. Algo la distrajo de repente, lo que Jorge aprovechó para desequilibrarla y tocar.
                -¡Touché!- Exclamó, reclamando rápidamente su tanto antes de que Laura, tendida de nuevo en el suelo, pudiera reaccionar.
                -Muy buena. - Concedió ella, sentándose en el suelo, dejando el sable a su lado y quitándose la máscara.
                - ¿Qué te desconcentró?- Preguntó él, quitándose la máscara también y agachándose para hablar con ella. -Estabas bloqueando perfectamente y me entraste un par de estocadas muy buenas hasta que algo te distrajo.
                -No puedo dejar de darle vueltas al asunto. - Confesó, agachando la mirada.
                -¿Qué te preocupa concretamente?- Preguntó él, aunque sabía la respuesta. - Nadie te obligará a seguir adelante, nuestra sociedad no funciona así.
                -No quiero que ella se presente. - Susurró, dando cuerpo por fin al temor que llevaba acarreando durante semanas. - No quiero perderla a ella también.
                -Sabes que no puedes impedírselo - le recordó, con un tono condescendiente y comprensivo en la voz. - Su camino debe escogerlo ella.
                -Lo se, Jorge. Lo se, pero tengo miedo. Tengo miedo de volver a quedarme sola.
                -¿Has hablado con ella? ¿Sabes si tiene intención de presentarse?
                -Ni idea. No le he comentado nada. De hecho no tenía la intención de hacerlo, pero creo que después de fugarme de la cena me va a preguntar
                -¿Te fuiste del comedor sin terminar de cenar?- Preguntó él, incrédulo. Laura asintió con pesar. - Muy poco propio de ti. Lo que está claro es que si no le preguntas no sabrás si quiere presentarse o no.
                -Ya. Pero si le pregunto le tendré que decir que no pienso presentarme, y me preguntará por qué. Y sabes que no puedo decírselo. No lo entendería. Y menos si viene Carlos.
                Jorge asintió. Sabía muy bien que él era él único que sabía la verdad y era consciente de cuanto le había costado asumirla. Empezaba a comprender por que tenía tanto miedo su amiga: si no le decía nada a Nuria, está se enrolaría en la Guardia en busca de una vida de mayor prestigio. Si se lo decía, lo haría igualmente y además la despreciaría por algo que había pasado hacía años. La elección estaba entre no hacer nada o arruinarlo todo. Se irguió, golpeando suavemente con el pie la máscara de Laura.
                -¡En guardia!- Anunció. Laura se puso rápidamente la máscara mientras se erguía y frenó como pudo el embate de su amigo. No pensar, no preocuparse. No podía hacer nada, solo respetar la decisión de Nuria, fuera cual fuera. La suya estaba decidida desde hacía cinco años. No esperaba ni respeto ni comprensión, puesto que nadie podía comprenderla. A duras penas Jorge era capaz de entenderla. La historia podía repetirse de nuevo Aunque ella no hubiera superado aún la anterior.
                Canalizando todos aquellos sentimientos que apenas podía reconocer consiguió mantener la concentración y el temple durante todo el lance. Uno tras otro los pensamientos fueron saltando en cada encuentro de los aceros, hasta que finalmente consiguió vaciar la mente y dejarla en blanco. El combate pareció detenerse en aquel instante, como si ambos esperaran la reacción del oponente, pese a que en ningún momento se detuvieron. Jorge supo, casi intuitivamente, que estaban a punto de perder. Un segundo más tarde su sable se desviaba inesperadamente y Laura se marcaba el tanto directamente en su pecho, desde el interior, en una impecable finta.
                -Touché. - Murmuró, serena y secamente. Bajó el arma y suspiró, antes de cerrar los ojos. Se sentía todo el cuerpo en tensión, sudorosa y cansada. Pero por encima de todo volvía a sentir el vacío en el alma que le era tan familiar. Muchas veces se había preguntado si sería la única en aquel mundo en sentirse de aquella manera.
                -Precioso. - Comentó Jorge, quitándose la máscara y retomando con firmeza el sable. - Preciosa estocada, si señora. ¿Te sientes mejor?
                Laura se quitó la máscara sin prisa y le miró. Por primera vez en aquella tarde fue capaz de sonreír.
                -¡No puedo más! - Exclamó, relajándose. - ¿Cómo eres capaz de mantener ese ritmo durante todo el lance?
                -Experiencia, muchachita, experiencia.- Dijo, cogiendo la candela más cercana y empezando a apagar el resto. - Tendré solo tres añitos más que tu, pero llevo toda la vida con una espada en la mano. No como tu, que te pasas la vida dejando que tu yegua haga el trabajo por ti.
                -Perdona, pero eso no es verdad. - Se quejó, siguiéndole con la mirada mientras daba la vuelta al círculo de candelas. - Zedka me lleva a todas partes, pero el trabajo es mío. Es más, tu no tienes que encargarte de una yegua caprichosa.
                -Solo tengo que pasarme el día afilando y cuidando medio centenar de espadas, desde floretes a mandobles. - repuso, de nuevo sonriente. Se acercó a Laura, sinceramente contento de volver a ver aquella sonrisa, pasando su brazo por encima de los hombros de su amiga - Venga, vamos ya. Nuria te va a matar.
                -¿Tan tarde es?- Preguntó ella, desabrochándose por el camino las protecciones. Pasaron los vestuarios de largo hasta la armería.
                -Debe serlo. Me temo que en pie solo deben quedar los Vigías. - Recogió los ropajes de Laura y los dobló meticulosamente antes de guardarlos. La miró de nuevo. - ¿Qué vas a hacer al final?
                -Esperar. -Contestó, sin apenas pensárselo. - No me queda otro remedio. Tú lo has dicho: si se quiere presentar, no puedo impedírselo. Tan solo esperaré que no la seleccionen
                -¿Y con el Gran General?- Preguntó, tendiéndole el jubón a Laura para que se lo pusiera. Ella lo tomó cabizbaja y negó con la cabeza, sin saber que contestar.
                Jorge sonrió con pesar. No recordaba haber visto jamás a Laura tan enamorada de nadie, tan apegada a una persona como para desear fervientemente que esa persona renunciara a una brillante carrera en la Guardia por ella. En especial por que Laura no renunciaba a la Guardia por ese motivo. Sencillamente, no sabia que decirle.
                -Buenas noches, Capitana. - Saludó, con una sonrisa compasiva en los labios. Él no podía hacer ya más.
                -Buenas noches, Comandante. Y gracias.

                Salió de la armería sin entretener más a Jorge. Hasta cierto punto le sabía mal acudir a él cuando se sentía así, siempre con la misma petición. Pero sabía que era la única forma que tenía de mantenerse cuerda, de seguir con aquella vida extraña. Nunca sabría como pagarle su paciencia y comprensión. Respiró hondo un par de veces el frío aire nocturno antes de ponerse en marcha. Se sentía más tranquila y suficientemente cansada como para no ser capaz de ofuscarse, pero pese a todo seguía preocupada.
                Los dormitorios, pequeños apartamentos de una habitación, un baño y una pequeña salita, estaban distribuidos en distintos bloques. Detrás del edificio principal, al otro lado de un pequeño patio, estaba el dormitorio de los alumnos, con habitaciones dobles repartidas en dos partes: hombres y mujeres. En un segundo edificio, tras éste, estaban los dormitorios de todos los civiles que habitaban en la Academia y nutrían a esta con sus quehaceres: cocineros, artesanos, ganaderos y agricultores que hacían del lugar una pequeña ciudad militar autosuficiente.
                Al este estaba el edificio de los militares, con habitaciones simples y dobles, a depender siempre del rango de los ocupantes y se permitían habitaciones mixtas, previo consentimiento del Coronel. En un edificio idéntico al oeste se alojaban los administrativos y el resto de personal de alto rango de la academia: los comandantes y el Coronel de la Academia, además de contar con una parte de habitaciones vacías que servían de posada para las visitas que pudiera recibir la Academia desde las esferas superiores. Habitaciones que ocuparían, en unas semanas, la comitiva de la Guardia.
                Laura tenía asignada una habitación simple en el bloque del este, en la segunda planta. Sin embargo, desde hacía casi tres años no había dormido en ella en más de dos ocasiones. Desde hacía tres años vivía en el bloque de los administrativos, con Nuria, compartiendo con ella techo y lecho. Hacía dos tres que habían decidido vivir en común en la pequeña habitación y habían solicitado para tal fin una cama de matrimonio al Coronel, formalizando así, de alguna manera, su estado de pareja. Como a todas las parejas formales de la Academia, ésta les fue concedida y Laura se trasladó a la habitación de Nuria.

                Empezó a subir las escaleras que llevaban al segundo y último piso de aquel edificio. Los desgastados peldaños de piedra le transmitieron el frío a los pies, mientras acariciaba con familiaridad la elaborada barandilla de madera tallada, maravillándose con sus dibujos y su suavidad, a la luz de unas pocas lámparas de aceite. Toda la estructura estaba hecha de madera y piedra, materiales abundantes y comunes en la construcción. Sabía que en el Mundo Antiguo los edificios habían sido construidos con metales, cristal y hormigón, materiales impensables de utilizar entonces. El cristal era laborioso de hacer y terriblemente frágil: los maestros cristaleros, aparte de trabajar con muy poca calidad para hacer su trabajo, no podían igualar en tecnología a sus antepasados lejanos, de manera que era impensable utilizarlo más allá de frascos, espejos y ventanas. El hierro y el acero aún eran más escasos y valorados que el cristal, y dada su resistencia se empleaban, casi exclusivamente, para la guerra. Otros metales menos nobles, como el estaño o el cobre, se empleaban en los sistemas de saneamiento de los edificios, que contaban con intrincados sistemas de agua corriente que permitían abastecer los aseos de los dormitorios, basados en antiguos sistemas de presiones y contrapresiones aún más antiguos de lo que la Historia Antigua era capaz de contar. Sonrió para sí, pensando que para sus antepasados aquellas condiciones les parecerían dignas de la Edad Media más moderna.

                Levantó la pequeña palanca que mantenía cerrada la puerta y entró despacio, procurando evitar cualquier ruido. Era tarde, daba por sentado que Nuria estaría durmiendo y no quería despertarla. Lo que menos le apetecía en aquel momento era hablar de su inesperada fuga. En la pequeña entrada se quitó las botas de montar y las dejó pulcramente ordenadas al lado de los zapatos de Nuria, para no embarrar el suelo de la habitación. Asimismo, colgó el jubón detrás la puerta, junto al chaleco administrativo de Nuria, y se puso los cálidos mocasines de andar por casa. Libre ya de sus ropas más pesadas, entró en el pequeño salón, amueblado apenas con una alacena, una mesilla y dos butacas. En una de ellas tapada con una manta estaba Nuria, durmiendo. Chasqueó la lengua, pero pese a todo no pudo evitar una sonrisa al verla allí, esperándola, en contra de toda lógica. En la chimenea ardían aún restos de una pequeña hoguera, que proporcionaba un calor casi excesivo a la estancia. Se acercó al hogar, tomó el atizador y se puso de cuclillas para reanimarlo.
                Unos brazos cálidos la rodearon, envolviéndola en un inesperado abrazo. De repente bajo la manta que cubría a Nuria segundos antes estaban ellas dos y Laura cerró los ojos, dejándose invadir. Aquella sensación era superior a cualquier temor. Su mundo se había reducido a aquel caluroso abrazo de bienvenida, inesperado e intenso, y como de costumbre la presencia de Nuria le aportaba una indescriptible sensación de bienestar que le imposibilitaba pensar en nada malo. Ese reducido mundo no tenía sitio para el pesar y todo cobraba sentido de nuevo, un único sentido: ella, razón suficiente para seguir adelante, seguir viva.
                Abrió los ojos al ser consciente de que Nuria le acariciaba la cara con ternura, resiguiendo lentamente la cicatriz que le cruzaba la mejilla derecha. Dejó el atizador, sin haber llegado a reanimar el fuego y se echó para atrás, sentándose en el suelo. Nuria la acompañó en el movimiento, sin dejar de abrazarla y quedándose detrás de ella, también sentada, sosteniéndola. Sus miradas se cruzaron por fin, y ninguna de las dos fue capaz de desviar la mirada.
                -Llegas tarde... - Susurró Nuria, acariciándole el corto y oscuro cabello mientras se recostaba contra la butaca.
                -Creí que estabas durmiendo.- Se defendió Laura, poniendo pucheros sin desviar la mirada.
                -Y estaba durmiendo. - Puntualizó Nuria, acercándose lentamente. - Hasta que alguien volvió más tarde de lo debido...
                -Mil perdones... - Murmuró Laura, dejándose llevar. Llevaba toda la tarde deseado estar a solas con Nuria, poder besarla sin preocuparse de las formalidades, poder sentirla a su lado sin que todas su preocupaciones se interpusieran. Lentamente, como si el hogar hubiera reprendido dentro de sí misma, todo el frío y el cansancio que sentía desaparecieron, anegados en la ternura de Nuria.
                -No esperaba una bienvenida así... - Murmuró, casi inconscientemente. Nuria sonrió halagada.
                -Te estaba esperando. - Respondió ella, mimándola. - Igual que Jorge te esperaba en la Armería.
                -¿Cómo lo sabes?- Preguntó Laura, sorprendida. Algo dentro de sí se alteró, pero la presencia de Nuria era demasiado fuerte como para permitir que se notara.
                -No es la primera vez que vas a verle, cielo. - Respondió, recolocando la manta para cubrirlas mejor. - Y siempre que lo haces... en fin, cuando vuelves necesitas una ducha.
                -¿Tanto se nota? ¿Por eso prendiste el hogar?- Preguntó, cayendo en la cuenta que el otoño no estaba suficientemente avanzado como para que los dormitorios se enfriasen excesivamente. Nuria asintió con alegría. - No era necesario... podía ducharme con agua fría...
                -Para que luego me congelaras a mi, ¿no?- Se mofó, en un gesto casi infantil. Laura sonrió con malicia, acariciándola, sabiendo tan bien como Nuria que aquel frío nunca duraba mucho. Ella torció el gesto cómicamente, intentando negarle a Laura aquella idea. Volvió a hablar con ternura, aunque su mirada se desvió ligeramente, como si lo que iba a decir no fuera del todo verdad. - Además... te vendrá bien para relajarte.
                Laura captó la preocupación como si se tratase de un destello fugaz. Evadiéndose de aquel momento, alejándose de la escena. Se dejó llevar por sus pensamientos y comprendió el porqué Nuria seguía despierta a una hora casi irracional. Laura nunca le contaba el porqué de sus arrebatos y sin embargo Nuria había aprendido a distinguirlos como sabía distinguir las letras de los distintos Generales en sus misivas. Formaba parte de sus habilidades y tenía la virtud de no acosarla por ello. Era la mejor estratega de la academia y sabía que el ataque directo no era la mejor opción. Hacía mucho que no preguntaba el porqué de algo que Laura no le hubiera contado por decisión propia. Pero Laura sabía que, pese a eso, no lo ignoraba del todo, pues siempre se adelantaba a sus necesidades sorprendiéndola con detalles como aquel: imprevistos y sumamente acertados.
                Nuria la miraba a los ojos de nuevo, como si leyera en ellos todo aquel pensamiento que Laura deshilachaba para sí, en el más absoluto silencio. Se sentía desnuda ante ella, presa de su profunda empatía, aunque nunca dijera una palabra para explicarse mejor. Sonreía con un gesto extrañamente satisfecho, aunque Laura no sabía si era por que la alegraba saber que había acertado una vez más o si realmente era capaz de leerle el pensamiento. Incapaz de expresar su gratitud de otra manera la besó, obviando de nuevo aquel lapso irracional. No debía parecer lógico pensar tanto.
                -Gracias. - Murmuró, sonriendo ampliamente. - No te puedes imaginar lo poco que me apetece ducharme con agua fría...
                -Por supuesto que sí. Te apetece tan poco como hacerlo con agua caliente... - Se burló Nuria, abrazándola aún, pues seguía recostada en ella. Laura se escondió como si fuera una niña a la que han pillado en medio de una travesura. - No te voy a dejar meterte en la cama hasta que te duches...
                A regañadientes, Laura acabó por levantarse y dirigirse al baño, no sin robarle un par de besos a Nuria entre queja y progreso. Al final, Nuria se puso a animar el fuego mientras Laura se desnudaba lentamente. El baño era una habitación pequeña pero alargada, separada en dos partes. Nada más entrar había una pequeña pica para lavarse las manos, un retrete y, normalmente, un espejo de cuerpo entero. A diferencia del resto de la academia, aquel baño carecía de él.
                Mientras se desnudaba se fue observando, una a una, las razones de aquella anomalía. Conocía el tacto de cada una de ellas, la posición exacta, el recuerdo macabramente gravado allí desde hacía mucho tiempo, hábilmente ocultado tras la ropa diaria. Era consciente de su presencia, por separado carecían de poder sobre su vida cotidiana, pero la visión directa y sintética del conjunto aún la perturbaban. Eran demasiados recuerdos juntos, demasiadas cicatrices para su atormentado espíritu.
                Hacía mucho tiempo desde que Nuria había descubierto aquellas cicatrices. Laura recordaba con cierta ironía su mirada, entre asustada e interrogante. El silencio que la siguió, comprensivo y respetuoso, fue lo que la enamoró de ella. Nuria no preguntó, no exigió saber que eran aquellas cicatrices que adornaban su cuerpo aquí y allá, como otras personas habían hecho, incomodándola. Muy al contrario, la miró a los ojos, esperando una señal. Laura negó con la cabeza, sonriente. Para ella estaban al mismo nivel que tener cinco dedos en los pies.
                Sin embargo, al poco de trasladarse a vivir juntas, Laura le había pedido si podían quitar el espejo. Quizá fue una de las pocas cosas a las que Nuria, instintivamente, preguntó el porqué. Y probablemente fuera una de las pocas cosas que le contara con total sinceridad: No podía soportarlo. Detestaba ver las cicatrices que adornaban su cuerpo cada vez que iba al baño, como un retrato de algo que nunca debió suceder y ocurrió por mero azar: el peor encuentro en el peor lugar, en el peor momento. Pese a todo, nunca le había contado cómo había ocurrido, que representaban. No existían, no debían existir, y por ello no merecían ser vistas ni retratadas fugazmente en un espejo. Apenas dos las sentía propias, se enorgullecía de ellas. Y solo una de ellas, la única que escapaba de su habitual camuflaje, tenía una historia para la Unión.
                Al fondo del baño, separado por un pequeño peldaño de piedra y una piel curtida e impermeable, estaba la ducha, uno de los artefactos más ingeniosos que Laura conocía, si bien no era capaz de decir cuándo había sido creado. Siempre habían existido, y su mecanismo era muy curioso. Dos tuberías de cobre llegaban al conector agujereado por donde salía el agua, colocado estratégicamente sobre su cabeza.
                Una de las tuberías, llena de agua fría, llegaba directamente del depósito de la casa. La otra, que proveía de agua caliente, pasaba del depósito por el hogar, donde la tubería se unía a una pieza de hierro forjado laboriosamente trabajada para darle una forma espiral muy prieta y alargada, como la de los alambiques, colocada estratégicamente. El agua aumentaba su temperatura mientras pasaba por el largo recorrido sobre las llamas y brasas. Así, al unirse de nuevo a la tubería de cobre, llegaba al baño a una temperatura suficiente para ducharse incluso en los días más fríos de invierno sin temor ni prisa, lo que aligeraba considerablemente la desagradable tarea de asearse.
                Laura abrió la llave del agua caliente y esta empezó a salir. Al poco, tomó la temperatura adecuada y se zambulló en el chorro, observando como el agua caída resbalaba rápidamente hacia un pequeño desagüe en medio de las baldosas inclinadas que formaban la plataforma de la ducha, y que morían en el peldaño de piedra para evitar que el agua se desparramase por doquier. Agradecida una vez más cerró los ojos, relajándose. Oyó entrar a Nuria en el baño y dejar sobre la pica lo que probablemente fuera una toalla. Intentó adivinar lo que estaba haciendo al no oírla salir. Distinguió el fru-fru de la tela al desnudarse, y se sorprendió al escucharla acercarse. Abrió los ojos para observarla, con una sonrisa picarona, mientras Nuria se ponía bajo el chorro de agua con ella, abrazándola tiernamente.
                -¿Esto también lo tenías pensado cuando prendiste el hogar?- Preguntó Laura, cogiendo la pastilla de jabón y frotándola para conseguir espuma. Le tendió la pastilla a Nuria.
                -La verdad es que no... - Respondió, intentando evitar que la pastilla se escurriera. - Pero me pegaste tu sudor a la ropa y ya que estábamos...
                Laura sonrió complacida y le puso las manos llenas de jabón en la cabeza a Nuria, con toda la solemnidad que fue capaz, desatando una serie de juegos y risas que solo se interrumpieron cuando el agua empezó a perder temperatura, conforme la hoguera iba apagándose. Acabaron de enjuagarse y salieron de la ducha rápidamente, tomando las densas toallas de algodón para cubrirse y protegerse así del frío. Se secaron rápidamente y se fueron hacia el salón, donde Nuria había dejado la ropa de dormir para cambiarse sin pasar frío.
                Más abrigadas, tendieron las toallas para que se secaran y separaron los rescoldos del hogar para que dejaran de arder. El calor en la estancia era agradable y se propagaba como un cálido aliento por el resto del dormitorio. Finalmente se metieron en la cama, abrazándose instintivamente para congregar el calor bajo las frías y pesadas ropas. Solo entonces Laura recordó todo el cansancio que sentía, suspirando profundamente.
                -¿Estás mejor?- Le preguntó Nuria, en un susurro, apegándose más a ella si cabe. Laura agitó la cabeza, sonriente, acompañándose apenas con un sonido gutural por toda respuesta. Instintivamente se puso a acariciarle el pelo sedoso y aún húmedo a Nuria. Ella sonrió. - Me alegro... Estaba preocupada.
                -No te preocupes. - Se apresuró a decir, impulsivamente. En la oscuridad de la habitación notó la sorpresa de Nuria. - De verdad, no merece la pena.
                Un largo silencio se hizo entre ellas, como si alguna de la dos se hubiera dormido de repente, evitando así la conversación. Laura llegó a pensarlo al notar la respiración tranquila y pausada de Nuria, pero la sentía demasiado tensa como para creerlo de verdad. Finalmente ella rompió el silencio y la calma, metiendo el dedo en la llaga.
                -¿La convocatoria de la Guardia te preocupa, verdad?- Preguntó, lentamente, como si no estuviera convencida de si esa sería la pregunta adecuada. Laura volvió a afirmar con el gesto, sin atreverse a hablar, sin tener muy claro que podría decir. Nuria pensó detenidamente la siguiente pregunta, y no fue capaz de encontrar una alternativa.- ¿Porqué?
                Laura sintió la tentación, hecha costumbre y casi instinto, de no responder. No soportaba mentirle, no podía contarle la verdad, y su única salida al principio había sido mantener el silencio, de forma que Nuria rara vez recurría a esa pregunta, en un acuerdo tácito, a menos que no supiera que más preguntar. En los últimos días, sin embargo, todo giraba alrededor de un único tema, un tema que no podía afrontar. Al final suspiró, resignada.
                -Va a darme muchos problemas, Nuria. Más de los que puedo asumir.- Ella la miraba, podía sentir su mirada pese a no verla, esperando algo más a la casi inesperada respuesta. - No se que debo hacer, Nuria. Estoy muy confusa.
                -Todos esperan las pruebas con verdadera expectación. - Comentó Nuria, recordando el ajetreo durante la cena. - Es una gran oportunidad y un gran honor, y más con el Gran General aquí.
                -Precisamente por eso, Nuria. Precisamente por eso. - Murmuró, desanimada. El pequeño mundo que Nuria había conseguido crearle acababa de desaparecer a costa de la realidad, igual que en la cena: Nadie iba a desaprovechar una oportunidad semejante. Nadie iba a evitar al Gran General. Nadie... excepto ella. Suspiró de nuevo y decidió cambiar de tema. - Estoy hecha polvo.
                -Duérmete, que eres tu la que madruga. - Dijo Nuria, besándola dulcemente. Pero el milagro en equilibrio ya se había roto y ella volvía a sentirse perdida. Se giró lentamente, repentinamente desconsolada, intentando parecer lo más natural posible. Nuria la abrazó por detrás, besándole la mejilla una vez más antes de echarse definitivamente y apegarse a ella para conservar el calor. - No te preocupes, cariño. No estás sola. No voy a dejarte sola.
                Sin moverse un ápice, Laura esperó hasta estar segura de que Nuria dormía por fin, sintiendo, esta vez sí, su respiración acompasada y tranquila. Pese a todos los esfuerzos de Nuria por animarla, al final, el mismo tema había provocado la misma reacción de nuevo: volvía a sentirse fuera de lugar, ajena a todo aquello. Sin saber como reaccionar, como evitar lo que estaba temiendo, su cabeza empezó a pensar descontroladamente, escapándose del sueño. Las palabras de Nuria la atormentaban.
                -No estoy sola. -Se repetía, una y otra vez, intentando encontrar en esas palabras el equilibrio que le estaba fallando. El rostro de Nuria, su sonrisa y su ternura empezaron a alternarse con otra imagen que creía olvidada, un rostro compasivo pero dominante, luz y oscuridad, dos colores en movimiento, totalmente opuestos. Cerró los ojos, intentado ahuyentar el recuerdo, murmurando. - No estoy sola. No estaré sola.
                Pese a todos sus esfuerzos, el rostro recién aparecido que creía olvidado se impuso y habló, con voz clara y masculina, materializando en sus pensamientos el mayor de sus temores. - No estás sola, pero... ¿Cuánto tardarás en estarlo?
                verso_libre
                  verso_libre
                  Hola, Soy Noe y hace tiempo que me desconecté del foro pero.. he vueltooo!!! me encanta escribir así que os dejo aquí algo de mi cosecha esperando que os guste. ya me contaréis. besitossssss wapassss!!!


                  Daniela miró su reloj. Estaba nerviosa y lo miraba cada cinco segundos aproximadamente. Pasaban veinte minutos de las siete de la tarde. Ana se retrasaba. Recordó que había escuchado en algún lugar que las mujeres siempre llegan tarde a las citas, sin embargo Daniela siempre era puntual. Tal vez se lo hubiera pensado mejor y no iba a aparecer, quizá su vena de tradición heterosexual le había atado una cadena a los pies para que no saliera de su casa esa tarde.

                  Las siete y media. Su amor propio no le permitiría esperar mucho más.

                  Casi tan compulsivamente como ojeaba su reloj, miraba el móvil para ver si tenía alguna llamada o algún mensaje de Ana explicando el motivo de su retraso. Nada. ¿Y si la llamaba para ver dónde estaba? No, parecería demasiado desesperada, no era ella la que estaba llegando tarde. Al otro lado de la calle había un estanco. Sintió ganas de fumarse un cigarrillo pero no lo hizo. No volvería al vicio sólo porque una chica le dejara plantada.

                  ¿Pero dónde se habría metido? Por lo visto era bastante fácil olvidar una cita con ella. Después de lo bien que lo pasaron la otra noche en aquel pub.

                  Decidió no volver a tener una cita con las chicas que conociera en esas circunstancias de sábado noche. Aunque, después de todo, Daniela era una de ellas. Una de esas chicas que salen a probar suerte con el amor, el cariño, o simplemente el sexo de unas horas. Pero sabía que tras esa búsqueda de compañía ocasional, se escondía una necesidad de estabilidad emocional que ella podía ofrecer a las demás. Deseaba alguien a quien abrazar más de dos noches seguidas y más de tres. Ese alguien no prometía ser Ana.

                  Qué más da - se dijo- Sólo he perdido un poco de tiempo y unas prematuras ilusiones. Tampoco era tan guapa, tampoco era tan agradable.

                  Se marchó hacia casa mirando hacia atrás por si la veía aparecer de lejos.

                  "Vista al frente, Daniela. Será por mujeres. Será por tequila."

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