Una historia corta...
vircoph | Publicado el 12-12-2002 22:12:41 |
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Me levanté, abriendo los ojos, incapaz de aguantar su mirada. Me dirigí a la cocina, sintiendo como resbalaban lagrimas por mis mejillas. Me apoyé en la encimera de la cocina. El nudo, un nudo que no había sentido desde que ella me negara una y otra vez mi ayuda, mi comprensión, algo que había ocurrido cuando su padre se marchó, estaba allí, torturándome. -¿Por qué? ¿Por que apareciste de repente, un día, en mi vida? ¿Por qué querías salir de fiesta aquella noche? Me giré, mirándola. Ella no aguantó mi mirada. -Estaba en clase de investigación cuando tu pasaste. Por el pasillo. El profesor te llamó, tenía alguna información que te hacia falta a ti para un trabajo de no se que asignatura. Yo no levanté la cabeza, estaba demasiado asustada, pero curiosamente la marca no me dolió. Cuando saliste... solo pude ir detrás de ti. Te necesitaba... Comimos juntas, te conté por encima mi viaje. Te dije que no sabía que estabas allí y que verte era para mi una gran sorpresa. Me propusiste vivir juntas, desde aquella misma tarde. Yo tan solo pensé que quería pasármelo bien. Estaba de nuevo contigo. Estaba a tu lado sin que la marca me doliera. No había razón por la cual preocuparme. Quería sentirme de nuevo bien. Pero una vez allí... recordé todo el pasado. Y la dichosa marca me oprimía. Pensé que en cuanto la vieras me pedirías explicaciones y aquello aún me torturó más. Me tomé una copa. Y sentí que las cosas ya no eran tan graves. Poco a poco... la marca dejó de dolerme, puesto que simplemente no pensaba en nada. Lo último que recuerdo de aquella noche es que estaba pidiendo un cubata. -¿Qué?- Me quedé atónita.- ¿Uno? ¿Cuál, el segundo, el tercero?-Ella me mostró dos dedos. ¡Dios! ¡Pero si te tomaste cuatro! Más dos cervezas a continuación. -Yo no lo recuerdo. Cuando desperté y vi tu cara... supe que había pasado. Lo había vuelto a hacer. Me prometí que no caería, por eso intenté que no saliera el tema. Pero al viernes siguiente aún fue peor. Tu no estabas, tenías que estudiar. Yo no sólo me sentía mal, sino sola. Y no me lo pensé mucho. Después de tu ultimátum a la mañana siguiente... me prometí que no volvería a hacerlo... pero no podía. Me marché, sabiendo que te había fallado, me había fallado y había fallado a Saúl. Sólo tenía la certeza de que debía olvidarte. Y si no hubiera vuelto a beber... si no me hubieras tenido que venir a buscar... Entonces me abrazó. Yo me sentía mal, pero necesitaba tanto como ella su apoyo. No nos separamos en mucho rato, ella lloraba, yo intentaba remediar mi propio llanto. -¡Lo siento, Laura! Me sentía morir. Toda aquella historia... lo rápido que habían pasando las cosas, lo mucho que la había echado de menos... Todo por una jugarreta del destino. La estreché con fuerza, antes de poder tomar la determinación de ayudarla. El nudo, poco a poco, desapareció. -Venga. Ahora ya está. Es hora de ayudarte a ti y de que superes esto. Ella me miró. -No puedo quedarme, Laura. Ya te he hecho demasiado daño. Yo... -No voy a dejar que te vayas como la última vez, Nuria. Esta vez te quedarás aquí e intentaremos arreglarlo. No solo se lo debes a Saúl. Te lo debes a ti misma. ¿Vale?-Ella intentó sonreír.- No voy a dejarte sola, ni voy a dejar que te dejes sola. Anda, dúchate. Comeremos algo. -Pero tu tienes clase, ¿no?- Me preguntó, dándose cuenta espontáneamente. -Las clases de hoy ya se han terminado, Nuria. Ella me miró. Bajó la vista. -Lo siento. No es una época como para perder clases. La mandé a la ducha con una sonrisa. La había recuperado, volvía a estar a mi lado y por vez primera en mucho tiempo, sabia que estaba pasando en ella. Sentía que todo el daño que me había hecho en el pasado y en aquella mañana tenía justificación. Mi recompensa era poder ayudarla. Busque alguna ropa mía que le fuera bien, teniendo en cuenta que Nuria era ya mucho más delgada que yo y aún había perdido peso en dos meses. Cuando ella salió de la ducha se la puso. Empecé con la comida, recobrando súbitamente una rutina perdida cuando ella se marchó. Recordé que tenía que llamar a Óscar. Llamarlo... cerré los ojos, pensando en los deseos que había sentido en el garaje de besarlo. No estaba segura de querer volver a empezar todo aquello. -Nuria... deberías llamar a Óscar. -¿Yo?-Me miró extrañada. Estaba recogiendo la ropa. Si es el Óscar que creo, ¡no le veo desde hace tres años! -Él te ha visto esta mañana. -La miré, ella estaba atónita.- Me acompañó a buscarte. Yo no tengo el coche. Y... me ha pedido que le dijera algo. -Pues llámale tú. A mí me da mucha vergüenza, y más después de la impresión que le habré causado esta mañana. Nuria me había dejado sin excusas para no tener que llamarle. -Bien, ahora le llamo. ¿Puedes acabar con esto? Cogí el teléfono, indecisa. Tardó en descolgar. -Hola Laura. ¿Cómo va todo? -Bien, Óscar. Ella esta bien. Se quedará aquí. -¿Ya sabes que le ocurría? -Sí, lo se. Oye... no quiero hablar de ella. Gracias por lo de esta mañana, Óscar. Si no hubiera sido por ti... -De nada. ¿Crees que podremos vernos más a menudo? Te he echado de menos. Me puse roja. Nuria me miraba, con ojos de pillina. -Sí, Óscar. Yo también. Voy a comer. Ya nos veremos. -Adiós. Colgué, me giré y me encontré con la mirada intuitiva de Nuria. Yo sonreí. -¿Qué pasa?- Pregunté, preparando la mesa. -Entre tu y él hay algo, ¿verdad? Por eso no querías llamarlo. -Tiempo erróneo, afirmación correcta. Dije sonriendo. -¿Habrá?- Preguntó, frunciendo el ceño. Negué con la cabeza. -¿Hubo? Entonces asentí. Me senté a la mesa, mientras ella traía la comida y la servia. -¿Entre Óscar y tu ha habido algo?-Asentí, mientras cortaba el pan. Jamás lo hubiera imaginado, Laura. -Salimos juntos hace dos años, hacia la mitad del curso. Él ha dejado la carrera, no llegaba. Ahora esta trabajando. Menos mal, por que si no esta mañana estaba colgada. la miré, sin intención de hacer resurgir el tema. Hacia la mitad del primer año, una noche, nos enrollamos, sin más. Fue inesperado, sobretodo por que ambos, al besarnos, sentimos que nos necesitábamos. Estuvimos juntos casi un año, un año muy bonito. Salíamos mucho y jugábamos mucho al billar. El curso pasado, después de un verano un poco aparatoso en el que casi no nos vimos... decidimos hacer el amor. Para mí era la primera vez, pero yo no sabia que para él también. Pero... Me hizo creer que sabía mucho y en el momento crucial falló. La pasión nos abordó en su coche y nada. Empezamos jugando, él se hizo el sabiondo y al final solo consiguió hacerme daño. Y solo fue capaz de culparme a mí, diciéndome que no era capaz de entregarme a él. Aquella noche lo dejamos... y bueno, no volvimos a decirnos nada. He salido con algunos chicos más, pero nada serio. Esta mañana no he tenido más remedio que llamarlo... y al volver he sentido unas terribles ganas de besarlo. -¿Y lo has hecho?- Me preguntó Nuria, mirándome expectante. -No he tenido valor. Y él tampoco. Lo he visto en sus ojos, lo deseaba tanto como yo... pero no podía. ¡No después de todo lo que me hizo! -¡Vamos! No me lo creo.-ella sonreía. -No me creo que no lo hayas perdonado. Me había pillado. Sonreí. -Vale. Pero él no lo sabe. Y no pienso decírselo. Esta vez va a tener que merecérselo, Nuria. Supongo que me entiendes. Ella también sonrió. Me di cuenta de que ya estaba. Habíamos recuperado todo lo que habíamos dejado escapar. Me sentí por fin completa, dejando pasar tranquilamente aquella mañana tan intensa. Hacia las cinco de la tarde pasamos a recoger mi coche y fuimos a buscar sus cosas al pisito que Nuria había habitado desde que volviera a Barcelona. Un pisito, en principio de su tío, muy confortable y acogedor. Allí se me ocurrió una última pregunta. -Oye, Nuria. ¿Tus padres saben algo de que has vuelto?-Inmediatamente vi mi error. Esto... tu madre. -Sí, si que lo sabe. Sonrió, mostrando indiferencia hacia mi error. Y mi padre también lo sabe. La llamé cuando llegué y le dije que no iría a verla, que tenía mucho por hacer. Quizá... quizá convendría, ¿no? -Cuando recuperes un poco el buen aspecto, ¿vale? |
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vircoph | Publicado el 12-12-2002 23:12:10 |
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Con ese propósito me levanté pronto, ya que tampoco podía seguir durmiendo. Aquella mañana tenia que ir a trabajar a una hora que tampoco era habitual. Cerré el balcón con llave y me la guardé. Preparé el desayuno sin despertar a Nuria. Recogí todas las llaves que fueran de puertas y ventanas de la casa y me marché, dejando a Nuria dentro. No podía permitir que saliera de casa, pues sabia que si lo hacía esta vez era probable que no la encontrase. Trabajar como ayudante en aquel laboratorio me gustaba mucho, pero lo malo era precisamente el terrible horario que tenía. Aquella mañana aún era peor. El día anterior habíamos quedado dos horas antes para terminar los malditos análisis que no nos dejaban en paz. Al llegar allí me encontré que mis compañeras me habían dejado colgada. Simplemente, no habían venido. Entré en mi sala de estudio, me cambié de ropa y cogí el teléfono. Mi plan estaba terminado a aquella hora. Marqué el número que tanto hacía que no marcaba. -¿Si?-Respondió la voz del otro lado. La cálida y paciente voz de la madre de Nuria. -Hola, Bárbara. Soy Laura, la amiga de Nuria. ¿Te acuerdas de mí? -¡Laura! Cuanto tiempo... Si que me acuerdo. Por supuesto. Estabas estudiando química, ¿verdad? ¿Cómo te va? -Muy bien, Bárbara. Pero no te he llamado por eso. Te llamaba por Nuria. -¿Nuria? Lo último que supe de la aventurera de mi hija es que estaba en Barcelona después de viajar con su tío a África. Me llamó una tarde para decirme que estaba de vuelta pero que no iba a venir a verme. No se donde está si es eso lo que quieres. -No es eso, Bárbara. Yo si se donde está. Está viviendo conmigo desde hace cinco meses... bueno, no enteros. Te he llamado por que Nuria tiene un grave problema y necesito que me ayudes. -¿Qué le pasa a mi hija? Se lo conté todo. Lo que le había hecho su padre (ante lo que se quedó perpleja), su viaje por África, su adicción al alcohol y su intento de suicidio la noche anterior. Cuando terminé, su madre estaba llorando. -¿Pero como le ha podido pasar todo eso a mi hija?- Repetía, una y otra vez. -Bárbara, cálmate, por favor. Llorar ahora no sirve de nada, y aún no es tarde. Ella esta bien. Pero necesitamos que la ayuden en algún centro. Te he llamado por que esta tarde quiero llevarla contigo. Hace mucho que no os veis, y se que ahora te necesita. Si yo le digo lo del centro no aceptará. Esta convencida de que la abandonaré y que el centro no es más que la excusa perfecta. Necesito que tu se lo propongas. Quizá entre las dos la convenceremos a rehacer su vida. -¿Ya sabes de alguno? Si queremos convencerla necesitaremos plantárselo delante con todo hecho. Si dudamos en algo... no lo aceptará. -Sí, conozco varios. A veces hemos tenido alguna practica en ellos en la universidad. Ahora llamaré, a ver que me cuentan. Yo saldré de trabajar de aquí a las cinco. A las seis estaré en casa, con toda la información. La llevaré a casa, para verte. Allá a las siete, ¿vale? -Sí. Gracias por llamarme, Laura. Eres toda una amiga. Muchas gracias por cuidar de Nuria. -De nada, hasta esta tarde. A continuación me puse a llamar a los centros en los que había realizado alguna práctica. Me dieron toda la información que me hacia falta y mucha me la enviaron por fax o por e-mail. Cuando por fin, a la hora habitual (las diez) se presentaron mis compañeras, yo ya tenia toda aquella información guardada y estaba trabajando en los dichosos análisis. No recibí ninguna llamada, ninguna señal de alerta. A la hora de comer quise llamar a casa, pero no me apetecía provocar un ataque de ira en aquel momento. A las cinco salí del laboratorio y me dirigí a casa con tranquilidad. Llegué sin problemas, temiendo más la reacción de Nuria. Abrí la puerta con cuidado y entré alegremente. -¡Hola!-Saludé, dejando los trastos en la mesilla de la entrada. -Hola Laura. Ven, mira. Me acerqué a mi amiga, que estaba en la mesa del comedor, trabajando en algo. -¿Qué haces?- Pregunté, acercándome.-¿Qué estas escribiendo? -Escribo mi historia, Laura. He estado pensando durante el día. Tu libro me salvó de caer en un engañoso mundo que me hubiera llevado a un equívoco para toda mi vida. Si lo que a mi me ha pasado puede ayudar a cualquier otro a no tomar el camino equivocado... además, me he desahogado mucho. -¿Y ya la has terminado?- Pregunté, tomando un par de folios escritos a mano. -Aún no. Falta un poco y luego quiero repasarlo. Sonreí. No parecía haberle afectado el hecho de que hubiera pasado el día encerrada, quizá ni lo sabia. Siguió escribiendo sin que mi presencia la interrumpiera. Recordé la cita. -Déjalo ahora, Nuria. Nos tenemos que ir. -¿Adonde?- Preguntó, sin levantar la vista del papel. -Ya lo veras. Vamos. Se arregló sin prestarme atención, absorbida por el relato. Sin esperarse nada, subió al coche sin abandonarlos, y empezó a releerlos. Yo tenía en la guantera toda la información que había adquirido aquella mañana, y por inercia me dirigí a una casa que hacia tres años que no pisaba. Nuria no prestó atención al recorrido, ahorrándome explicaciones. Llegué a la conocida y, en cierta manera, añorada calle, aparqué y apagué el motor. -Ya hemos llegado. Anuncié, esperando su reacción. Reacia a abandonar el relato, miró a fuera, doblando los folios. En aquel momento se le cayeron de las manos al reconocer la familiar calle de aquel pueblecito de costa. -¿Qué... que hacemos aquí?- Dijo, mirándome. -Bueno... teníamos una visita pendiente. -¡Pero Laura! ¡Cómo...! -Nos están esperando, Nuria.-Interrumpí- Y no quiero hacer esperar a tu madre. Mire mi reloj. Es más, llegamos tarde. Ella estaba boquiabierta. De repente se quedó cabizbaja, pensativa de todo lo que había ocurrido. Recogió con delicadeza los folios. -No... no puedo verla ahora. ¿Cómo le explicaría todo lo que me ha ocurrido? No podría. Además, ¿Cómo... como puede ella ayudarme? -¿Por que no pruebas a pedirle ayuda? -¡Pero si no sabe nada de mí desde...! -Desde esta mañana- La interrumpí. Ella abrió los ojos como platos.- Lo sabe todo. -¿Todo?-Interrogó. -Absolutamente todo. ¿Vamos? Salí del coche, decidida. Nuria se lo pensó infinitamente más, de manera que me dio tiempo de llegar hasta su puerta. -¿Qué ocurre?- pregunté, amistosamente. -No tengo valor para enfrentarme a mi madre ahora. Después de más de tres años sin verla, ahora no puedo aparecer por casa así como así. -¡Por supuesto que puedes! La voz de Bárbara resonó rotunda.-Esta siempre será tu casa, hija mía. Nuria levantó la cabeza, asustada. Su madre estaba allí delante, acercándose rápidamente a la puerta. Me aparté y contemplé como madre e hija, que tanto se parecían, se abrazaban fuertemente. -¡Cómo has adelgazado! Exclamó, mirándola, con lágrimas en los ojos. También has crecido mucho. -¡Mamá! Por favor... Nuria, aunque no quisiera, también lloraba. Salió por fin del coche, yo cogí la carpeta y cerré. Nuria no me vio. Abrazada a su madre, se acercaban lentamente a la preciosa casita de la madre de Nuria. Las seguí discretamente y entré en la casa, procurando dejar la puerta cerrada. Nada había cambiado allí dentro, excepto un par de jarrones nuevos y un perro que se acercó cariñoso hacia mí, después de comprobar que su dueña no le hacia ni caso. Nos sentamos a la mesa del comedor donde había una merendola preparada. Después de cerrar esa última puerta observé como mi presencia, en aquel momento, no era necesaria. Me Empecé a comer aquellas apetitosas galletitas mientras ellas seguían hablando, curiosamente evitando el tema por el cual estaban allí. Al cabo de media hora, yo tenía el estomago lleno, la boca seca y la mente cansada, mientras que ellas seguían hablando de tonterías. Decidida a cortar aquello, carraspeé ligeramente y coloqué cuidadosamente la carpeta sobre la mesa. Bárbara la miró, cogiendo su taza y desviando la mirada inmediatamente, sin atreverse a decir una palabra más. -¿Qué ocurre?- Preguntó Nuria, mirando primero la inesperada carpeta y a su madre después. Parecía incluso feliz de estar allí, aparentemente sin otra preocupación que la mera cortesía. -¿Qué hay en esa carpeta? -En esa carpeta hay mi última carta. Dije, sirviéndome un poco más de leche antes de observarla. -¿Qué quieres decir?- protestó, mirándome severamente. -Que estás al final de un camino y esa es nuestra última alternativa para ti. El hecho de que Bárbara se incluyese me izo sentir más protegida ante Nuria. De repente, a ella pareció caérsele el mundo encima. Bajó la vista y se abandonó en la silla. Miré a Bárbara, a la que también le costaba hablar. Laura me llamó esta mañana. Para mi sorpresa me contó todo lo que ha ocurrido desde antes de que se marchara tu padre.- Hizo una tensa pausa. Miré a Nuria, y me dolió su aspecto. Volví a notar el doloroso nudo. Me sentía como si la hubiera traicionado.- Ella no tenía ninguna obligación de hacerlo, pero ha estado buscando lo único que puede ayudarte ya. Nuria me miró discretamente. Su mirada fue tan despiadada que deseé que en realidad pudiera matarme. Me sentía mezquina, cruel y para nada digna de su amistad ante aquella mirada que lo más suave que me transmitía era un sonoro ¡Ya te vale! y para nada destilaba gratitud. Baje la vista, sintiendo el profundo y doloroso nudo en la boca del estomago, cada vez más apretado. Se me cortaba la respiración ante aquel dolor y me sentía como antaño me ocurriera en aquella casa. Nuria no abrió la carpeta. Se la quedó mirando, con lagrimas en los ojos. De repente endureció el gesto y se secó las lagrimas. Tuve miedo en aquel momento. -No quiero que me ayudéis. No otra vez. No pienso aceptar ahora para fallar más tarde. Si salgo de esta será por mi propio pie. Yo me sentía morir. Lo que menos esperaba era aquello, un rechazo. Un rechazo tan conocido, tan sentido, tan doloroso. Ya no me sentia como en el pasado, lo estaba volviendo a vivir. Sentia de nuevo la imperiosa necesidad de ayudarla a cualquier precio y tener como recompensa su desprecio. Sentí que iba a echarme a llorar. -No debiste molestarte tanto, Laura. La voz de Bárbara me asustó. Pensé en los documentos. No habían sido una molestia, eran una necesidad.- Anoche pudiste acostarte mucho antes. Por lo visto, no era necesario que la ayudaras. El tono sarcástico que la madre de Nuria estaba usando me sorprendió y me dio una idea, quizá la misma que tenía ella. Me sentí un poco mejor, presa de la venganza. En parte llevaba razón, Nuria se estaba condenando de nuevo ella sola, sin aceptar un poco de ayuda. Yo ya la había salvado una vez, así que no podía hacer mucho más. Siguiendo aquel tono, tomé mi taza de leche. -Quizá tengas razón, Bárbara. Pero no me arrepiento por ello... aunque si tampoco va a servir de nada... quizá todo hubiera sido más fácil. Miré a Nuria. Su rostro se debatía entre una expresión de rabia y de perplejidad. -¡Os recuedo que estoy aquí!- Exclamó, molesta por nuestra conversación.- Y te digo, Laura, que te agradezco profundamente que me salvaras. Yo... -La gratitud tiene una vida muy corta, Nuria.-Dije, cortándola, recordando aquella frase. El dolor continuaba, pero esta vez no pensaba dejarme vencer. -Y en todo caso, a ti no te sirve para salir de esto. Si no quieres nuestra ayuda... muy bien, es tu vida. Era mi última carta, una última opción que ni siquiera quieres consultar. Muy bien, acepto tu decisión. Dije, tomando la carpeta y levantándome. Acepto mi derrota contigo. Lentamente, me dirigí hacia la cocina. Continuaba deseando llorar y sabía que si llegaba a tirar aquellos documentos mi amiga moriría. Pero no tenía otra opción, toda la carne estaba en el asador. No quería que ocurriera como cuando era más joven. No quería sentir que yo era la mala que siempre se entrometía en todo, por buena que fuera la intención. Aquella vez le haría caso y no me metería. Abrí la puerta del comedor, recorrí lentamente el corto pasadizo y abrí la puerta de la cocina. Destapé el cubo de la basura y me quedé esperando. Ni un sonido, ni un movimiento. -¡A la porra!- grité, maldiciendo mentalmente a mi amiga. Sabía que la había perdido para siempre. Lancé aquella maldita carpeta al cubo y lo cerré de nuevo, saliendo de la cocina y cerrando la puerta. No pude seguir. Sabía que no estaba haciendo lo correcto. Necesitaba ayudarla. ¿Pero que hacer, si no quería obligarla? No me había rendido hasta aquel momento, pese a haberlo proclamado. Pero en aquel momento lo hice. Volví al comedor, abatida. -Gracias por la merienda, Bárbara. Miré a Nuria.- Yo me marcho, ya no puedo hacer nada más. ¿Vienes o te quedas aquí hoy? Nuria estaba perpleja. Quizá nunca me había visto tan decepcionada, tan desmoralizada, tan vencida. Me negó con la cabeza. -Ahora ya no puedo. Te acabo de fallar. |
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vircoph | Publicado el 12-12-2002 23:12:20 |
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Weno... pos ya ta! Uff, que trabajo! Espero que os guste!. |
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vircoph | Publicado el 12-12-2002 23:12:22 |
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En otras circunstancias la abría animado a seguir, a tomar un camino más digno, más verdadero. Le habría mentido, pese a ser cierto que me había fallado, con la única intención de que no se rindiera. Pero ya no podía. Sentía que cualquier cosa que dijera resultaría inútil. Ya no me atrevía a concebir otra salida que el fracaso. -Muy cierto, Nuria. Hasta la vista, Bárbara. Abandoné la casa sin otras palabras, directa y decidida hasta el coche. Lo único que pensaba era en huir, en evadirme de aquel fracaso tan tremendo y rotundo. Necesitaba dar salida aquella rabia y ya nada podría pararme. -¡Laura!- Era Nuria, de nuevo. ¡Genial!- Pensé para mis adentros- Ahora quiere torturarme con sus excusas y sus promesas. No me detuve en mi caminar. -¡Laura, por favor, -Pensé. -¡Por Dios, Laura! Me dio alcance y me detuvo, a corta distancia del coche.- He sido muy cruel contigo. No era justo. -¿¡El que no era justo!?- Exclamé, ante aquella palabra y su significado.- ¿Qué abandonaras? ¿Qué yo me molestara tanto? ¿Qué bebiera tanta leche?- el ridículo se apoderaba de mi pensamiento. Cualquier cosa podía no ser justa ya. -¡Que te tratara de esa manera!-su exclamación llegó hondo, pero no pudo romper la escarcha anterior. -Has estado intentando ayudarme desde la primera noche y ahora ni siquiera me he parado a considerar tu ayuda una vez más. Yo... No quería seguir escuchándola. Sabía que me ablandaría, que me acabaría convenciendo para que me quedara y una vez más la ayudara. Pero yo tenía tan solo una certeza. En aquella ocasión no lo merecía. -¡Tu vas a tener que espabilarte! Lo siento, Nuria. Pero esta vez no voy ayudarte. No v yo la que te insista. No has querido mi ayuda, has tenido que ser primero tu y tu orgullo. ¿Y ahora vienes a suplicarme que no me vaya? ¿Vas a ha repetir lo que tantas veces me dijiste cuando éramos unas adolescentes? No, lo siento. Después de todo llevas razón. No, Nuria. Esta vez no. Antes lo aceptaba. Simplemente no querías confiar en mi, no podías, ahora lo sé. Pero... ¿Y hoy? ¿Acaso nunca te has dado cuenta? ¿Nunca has pensado el daño que me hacías negándome siempre mi ayuda? Pero se que jamás lo atendiste. Quizá lo sabias, pero jamás procuraste siquiera curarlo. Ahora acepto el pasado. Pero no el presente. No, Nuria. Créeme, tu peor pesadilla está a punto de cumplirse. Esta vez es culpa tuya. Escúchame bien: Yo me voy, ahí te quedas. Su cara reflejó todo el pánico que aquellas seis palabras le producían. Me dolió verla de aquella manera, pero no podía más. Aquel rechazo me daba a entender que nunca había querido confiar en mi ciegamente, que siempre se había simplemente apoyado. Y no quería seguir. La noche anterior se había intentado suicidar. Ahora había vuelto a encauzar el mismo camino. No me sentía culpable de que aquel proceso pudiera ser mucho más rápido. Simplemente no podía soportar mi propio dolor. Ella no dijo nada. Seguía mirándome, desconcertada. Dentro de mí me debatía por volver a ayudarla, pero la rabia me cegaba. -Adiós, Nuria. Decidida, me giré y me metí en el coche. Arranqué, y sin mirarla me marché. Durante tres semanas sentí el terrible vacío de la soledad. Nuria no había vuelto ni siquiera a por sus cosas, lo cual me costaba muchísimo de aceptar. No sabia nada de ella desde que me marchara y temía que mi dolor hubiera causado, finalmente, su muerte. Volvía a sentir los remordimientos carcomiéndome el alma. Podía haber vuelto a sentirme insignificante a su lado, como aquella tarde, pero haber permanecido a su lado en vez de huir. Sí, huir. Dentro de mí sabia que no había hecho otro acto más despreciable que huir y abandonar a los que en realidad me importaban. Pero lo había hecho y no soportaba aquel dolor. Pasó aún otra semana en la que, poco a poco, empecé a recoger todo lo que le pertenecía y a meterlo en cajas. Quería deshacerme de todos aquellos objetos que tanto dolor me causaba su simple contemplación. Aquella tarde, un mes después de abandonar a Nuria a su suerte, a la casa de su madre con cuatro cajas que no quería volver a ver. Con dos de ellas subí las escaleras que llevaban a la puerta y toqué el timbre. Bárbara me abrió. -Oh! Exclamó, al verme. -¿Quién es, mamá?-Aquella voz me mató. Nuria estaba allí. Yo no me había planteado siquiera si podria encontrarla ya nunca más. Las cajas se tambalearon y Bárbara las sujetó. -No te preocupes, Nuria. Ve a ducharte. -Vale.- Escuché sus pasos alejarse. Una puerta que se cerraba. Supe que en aquel momento estaba pálida. Bárbara dejó las cajas en el recibidor y me invitó a entar, franqueándome la puerta. Le negué con la cabeza. -Hay... Hay dos más. Dije, incapaz de hablar.- En el coche. Fui a buscarlas antes de que pudiera impedírmelo. Estaba temblando. Nuria estaba allí, yo ni siquiera me había planteado tal posibilidad. ¿Qué debía hacer en aquel momento? Recogí las cajas y las llevé de nuevo a la puerta, donde las entregué a Bárbara. -Pasa, por favor.- Me ofreció. -Yo... yo no puedo. Tengo... Bárbara me miraba con ojos comprensivos. -No puedo quedarme. No quiero estropear nada. Parece que le va mejor. -No, no le va mejor. Y te hecha de menos. Me dijo, sonriente. Yo no me atrevía. No quería enfrentarme otra vez. Curiosamente, me sentía indigna de que ni siquiera me mirara, después de sentir que yo misma la había conducido a su final. -Son sus cosas. Informé, sin atreverme a decantar el tema. A mi no me hacen falta. Tengo que irme. Que vaya bien. Me giré y empecé a bajar los escalones. La puerta se cerró a mi espalda. A mitad de la escalera me detuve, incapaz de irme con aquella sensación sin arriesgarme a matarme. Me senté en el escalón, respirando afanosamente. Deseaba llorar, de nuevo sin ser capaz de hacerlo y además, sin atreverme. -¿Quién era?- Su voz de nuevo. El nudo volvió a aparecer. La conversación traspasaba la puerta. -¿Qué son esas cajas? Se hizo silencio. Sentí miedo. La puerta se volvió a abrir. No me atreví a mirar. No quería escuchar a Bárbara de nuevo invitándome a entrar. Necesitaba marcharme y en aquel momento era incapaz de hacerlo de puro nerviosismo. De repente un brazo me rodeó los hombros y se me llevó. Nuria estaba sentada allí, a mi lado, abrazándome. No pude revelarme. Deseaba demasiado estar a su lado de nuevo. Su abrazo fue cauto, pero tierno. La puerta se cerró y me eché a llorar. Ella me dejó llorar, sin mencionar palabra, manteniendo un gesto de ternura que jamás me había otorgado y que tanto había necesitado. Poco a poco empecé a pensar, a concienciarme de que no era digna de aquello después de haberla abandonado. Ante aquel pensamiento empecé a querer apartarme. Nuria no me dejó. -Laura, por favor. No solo lo mereces más de lo que jamás yo lo he merecido en todos estos años en que me has dado tu ternura mucho antes que tus problemas. No solo eso. Te lo debo. Dejé de luchar y seguí llorando, confusa. Ella me abrazaba con seguridad.- Cuando... cuando te marchaste no pude creerlo. Pensaba... pensaba que todo era una terrible pesadilla, que pronto despertaría y tu seguirías a mi lado. Pero no era una pesadilla. Te habías marchado de verdad. Supe que me había comportado como una estúpida. Te había echado de mi vida definitivamente, negándome a mi misma tu amistad. Todos tus esfuerzos los había recompensado con mi rechazo. Y creí que nunca más volvería a verte. Se detuvo. Supe que ella también lloraba. -Al entrar en casa me fui directa a mi vieja habitación. Todo estaba igual, sin apenas cambios. Empecé a pensar mientras lloraba y solo conseguía recordar una cosa: tú, abrazándome aunque yo no quisiera, dándome tu apoyo aunque te rechazara. Tu, llegando con gesto preocupado y lanzarte en mi ayuda ante mi rostro preocupado. Solo podía pensar en ti. El llanto la venció. En aquel momento me prometí algo que no me iba a permitir romper. Me juré que saldría de todo esto por ti, por todo lo que habías hecho y que absolutamente jamás te había agradecido. Y me juré si nunca te volvía a ver, no te daría las gracias. Te las demostraría. El abrazo fue intenso, tierno, cariñoso. Sentí en aquel momento todo lo que durante años me había negado, todo el apoyo que tantas veces había necesitado y jamás le había pedido. Poco a poco dejé de llorar. No me sentía mejor que cuando había llegado. -Te... te he traído todo lo que tenias en casa. Yo... yo no podía soportar verlos. Pensaba... pensaba que ya jamás te vería, que te había conducido de nuevo al puerto. Ni siquiera creía que tu madre fuera a abrirme la puerta, después de haberte... -No lo digas. La miré, asustada. No digas lo que no has hecho, por que tu nunca me has matado. Me has dado demasiadas veces la vida. Permanecimos allí sentadas toda la tarde, ya sin decirnos nada. Poco a poco, el sol se puso y empezó a caer la noche. -Tengo que volver a casa. Nuria no dijo nada. Llevaba un rato con la mirada perdida, como discutiendo algo consigo misma. Poco después parpadeó. -¿Vendrás mañana?- Preguntó, mirándome. Su cara no reflejaba nada. Lo pensé. -Es posible. -Laura, mañana me marcho.- Me quedé algo atónita.- Cuando salí de mi habitación y le conté a mi madre mi determinación me volvió a dar la carpeta. Entonces la miré. En todo el tiempo en el que he sufrido jamás había pensado en un centro de rehabilitación. Pero una vez más allí estaba tu trabajo. Así que llamé a todos los centros que tu habías consultado y pedí más información. Mañana me voy a uno que está un poco lejos, pero que me gustó mucho cuando fuimos a visitarlo. Va a ser muy duro y... me gustaría que vinieras a la estación. Me volví a recostar en ella. Sonreí, llorando de nuevo. -Vendré. Al día siguiente salí del laboratorio a la hora de comer para no volver a ir. A las cuatro Nuria cogía su tren. A las tres y media yo estaba en la estación, temblando. No acababa de asimilar que se marchara, esta vez para volver completamente curada. No podía creer que no me reprochara el abandonarla. Había muchas cosas que no podía asimilar de todo lo que había ocurrido la tarde anterior. Nuria llegó con una maleta. Detrás estaba su madre, que le brillaban los ojos. Miré a Nuria, que estaba sonriente. Yo sentía más ganas de llorar que no de reír. Me abrazó de nuevo. -Te echaré de menos, Laura. Pero esta vez te escribiré. -Yo también te echaré de menos. Sobretodo ahora. -No te preocupes. Volveré.-Sonrió.- Espero que Óscar sepa cuidarte mientras estoy fuera y aprendo como se hace. No entendí a que se refería, pero la abracé una vez más. Anunciaron su tren, en el anden cinco. Se despidió de su madre y me volvió a mirar. -Hasta pronto.- Dijo, besándome la mejilla. -Cuídate mucho, Nuria. Ella desapareció por el paso subterráneo, apareciendo cinco andenes más allá. Se giró y me miró. -¡Pásatelo bien esta tarde, Laura! ¡Te llamaré cuando llegue, mamá! Subió en el tren, que se marchó minutos después. Me giré hacia Bárbara, que me miraba con gratitud. -No me des las gracias, Bárbara. No podría asumirla. Ella sonrió. -Te llamaré cuando ella me llame, ¿de acuerdo? Salimos de la estación tranquilamente. El aire seco de la calle me vino a la cara como una suave caricia. Recorrí la calle con la mirada, sintiéndome extraña conmigo misma. -¿Quieres que te lleve a algun lugar?- Me preguntó Bárbara. -No, no hace falta. Yo tenia la vista clavada en un golf rojo y un chico sentado sobre el capó. Nuria se ha encargado de que me vinieran a buscar. Bárbara miró a aquel chico y sonrió. -Entonces ya nos veremos. Hasta pronto. Me acerqué a Óscar lentamente. Él sonrió, sosteniéndome la mirada. Entonces se puso rojo. -Hola. Nuria me... me llamó y... No le dejé terminar la frase. Presa de un terrible deseo y de una sonrisa en los labios le besé. Nuria no solo había decidido arreglar su vida. Había querido empezar a recompensarme por todo cuanto yo le había dado y por lo cual nunca le había pedido nada. -¿Sabrás cuidarme mientras ella esté fuera?- Pregunté, ahora que entendía todas las pistas que me había dado. Óscar sonrió picarón. -Yo creo que sí.-Contestó, volviendo a besarme.- He aprendido algo en todo este tiempo. Nos marchamos de allí, sin un rumbo fijo, y con toda una tarde por delante. |
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vircoph | Publicado el 12-12-2002 23:12:57 |
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Uff... sigo, eh! Venga, que hoy os lo cuelgo to pa que no os quejeis! | |
baby | Publicado el 12-12-2002 23:12:57 |
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ya me bombardeaste y yo apenas hiba en la concinaaa emnoi le seguire hechando ojo porque me gusta me gustaaaaa al final doy comentario a tu excelente trbajote okas |
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char | Publicado el 13-12-2002 02:12:00 |
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VIRCOPH es bestial!!!!!!!!!!!!!!!!!! has escrito algo mas? | |
baby | Publicado el 13-12-2002 18:12:06 |
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Guauuuu la acabo de terminar Me gusto me gustooo Muy buena historia vircoph espero que nos sigas deleitando mas besos |
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vircoph | Publicado el 14-12-2002 01:12:52 |
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Weno... si que tengo algunas más... pero estan muy verdes... tengo que trabajarlas más. Tambien tengo... tengo una novela por terminar... 200 paginas. Le falta el final... llevo seis años trabajando en ella y como comprendereis no la pasaré por aqui... espero poder terminarla este verano, que tendré tiempo para dedicarle... La gente que lo ha leído esta deseando el final... Espero poder acabarla prontito. Venga, os paso una mini historia que la pondré toda. NO es muy buena... tampoco esta muy trabajada... pero creo que quizá os guste. La estación estaba desierta cuando me apeé con gran esfuerzo del vagón, ya que nadie se había preocupado de ayudarme a bajar todo mi equipaje al andén. Arrastré con dificultad la última maleta antes de oir un potente silbido tras el cual el tren se puso de nuevo en marcha. Lo observé alejarse rápidamente entre las montañas hasta que se perdió de vista en la primera curva. Miré a mi alrededor y suspiré. Estaba solo. Hacía apenas un mes que había perdido a mis padres en un accidente de coche y todavía conservaba intacto el recuerdo de la última vez que les había visto. Se iban a una importante cena de negocios que ofrecía el jefe de mi padre y mi madre entró a mi habitación para arroparme antes de marcharse. Llevaba un vestido negro y un chal de seda que le habíamos regalado por su cumpleaños. Estaba preciosa. Me dio un beso de buenas noches y el olor de su perfume permaneció en mi habitación y no desapareció hasta la mañana siguiente. La mañana del peor día de mi vida. Los demás miembros de mi familia habían decidido que lo mejor para mí sería irme a vivir con mi tía Magda, que vivía sola en un pueblo perdido del interior con la única compañía de su hija Lili. Yo nunca las había visto, ya que llevaban una vida apartada y jamás asistían a las reuniones familiares, ni siquiera a las de Navidad. A veces, yo había oído a mis padres y a mis tíos cuchichear en voz baja acerca de las raras costumbres de mi tía y sobre el extraño carácter de mi prima Lili. Sin duda alguna la mayoría de mis parientes creían que las dos estaban algo locas, y el hecho de que me enviaran a vivir con ellas indicaba claramente que ninguno podía - ni quería - hacerse cargo de un niño de trece años que acababa de perder a sus padres, y que todos estaban seguros de que la tía Magda no se atrevería a poner ningún inconveniente a mi llegada. Era la solución más fácil. Y allí estaba yo. Solo y rodeado de maletas en una estación prehistórica que a todas luces debía de estar abandonada desde hacía tiempo. No había rastro de ser viviente en un kilómetro a la redonda. Y, por supuesto, mi tía y mi prima tampoco daban señales de vida. Miré preocupado mi reloj y vi que el tren había llegado a la hora prevista. Empecé a temer que la tía Magda no hubiera recibido el telegrama avisándola de mi llegada. Me senté encima de la maleta más grande y decidí esperar. El tiempo transcurría lentamente y yo comencé a notar en mi cuerpo los efectos del largo viaje y de la falta de sueño. Pasó un cuarto de hora... Media hora... Una hora... Dos... Ningún ruido enturbiaba el silencio que reinaba en la vieja estación. Sólo de vez en cuando el murmullo del viento al arrastrar hojas secas se atrevía a turbar aquella paz... ¡Crack! Abrí los ojos sobresaltado y miré a mi alrededor. Me había quedado dormido, con la cabeza apoyada en un baúl, y el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. Una pequeña figura se recortaba frente a mí ocultando los últimos rayos de sol. Parpadeé y vi a una niña morena y pálida que me observaba fijamente. Parecía tener unos nueve o diez años, aunque aparentaba menos debido a corta estatura. Nos estudiamos en silencio durante unos minutos que a mí me parecieron siglos. Sus enormes ojos me hacían sentir incómodo. Finalmente habló. - ¿Eres David? Tardé unos segundos en asimilar que aquella niña tan rara sabía hablar. - Eh... sí - me aclaré la garganta - Sí, soy yo. Tú debes de ser Lili... Encantado de conocerte - y le tendí la mano. Ella no hizo ademán de devolverme el gesto y permaneció inmóvil. - Mamá me ha dicho que te acompañe a casa - dijo - Quieres decir Mag... la tía Magda, ¿no? - contesté nervioso - Estooo... ¿ella no viene? - No. Vámonos. - Pero, pero... ¿qué pasa con las maletas? Quiero decir que... - Lili se había dado la vuelta y me miraba con suspicacia - ... no creo que entre los dos podamos llevarlas... bueno... Lili pareció reparar por primera vez en las maletas y las observó con indiferencia durante unos segundos. Finalmente volvió a emprender la marcha. - Hugo las recogerá. Apretó el paso y yo la seguí rápidamente. - ¿Hugo? ¿Quién es Hugo? -pregunté. Nadie me había hablado de él. - Es el jardinero. A veces hace recados para mamá - contestó ella sin aminorar el paso Salimos de la estación y yo me volví para echar un último vistazo a mi equipaje. "Al fin y al cabo", me dije, "no parece que aquí viva nadie, así que no hay riesgo de que alguien las robe". Este último pensamiento no contribuyó precisamente a tranquilizarme y seguí dándole vueltas mientras nos internábamos por un sendero desigual que serpenteaba entre los árboles. A medida que iba oscureciendo, yo observaba preocupado a mi prima preguntándome si sería capaz de recordar sin problemas el camino de vuelta a casa. Pero ella se movía con soltura y caminaba sin vacilar por el oscuro bosque. Apenas sí intercambiamos palabra durante el recorrido. La mayoría de las veces en que yo me animaba a preguntarle algo, mis palabras parecía perderse en el vacío sin llegar a ser escuchadas por Lili. Ya era noche cerrada cuando por fin salimos del bosque y pude ver ante mí las luces de un pequeño pueblo. Aunque no eran más de las diez, supuse que la mayoría de la gente estaría ya en la cama, porque por la calle sólo circulabámos nosotros dos en medio de un silencio sepulcral. En seguida noté que había algo extraño en aquel lugar. No sabría explicarlo, pero era como si el ambiente estuviera enrarecido, como si algo desconocido flotara por allí. Por todas partes me sentía observado. De pronto, mi prima se detuvo y me miró. - Es allí - señaló y seguí la dirección de su dedo hasta ver la silueta de un caserón que parecía apartado del resto. Estaba construido sobre lo que parecía un desnivel del terreno y ocupaba una posición dominante respecto a las demás casas. Sentí un desagradable estremecimiento. - Hum... eh... parece una casa muy bonita - comenté, tratando de parecer amable. Pero Lili ya había emprendido de nuevo la marcha. Cuando llegamos a la entrada, mis peores sospechas se confirmaron. Lo que de lejos parecía un caserón antiguo y relativamente elegante, de cerca no era más que una casa ruinosa que parecía a punto de caerse en pedazos. Las escaleras que conducían a la puerta principal crujieron amenazadoramente mientras subía. Lili ya se encontraba en la puerta, en compañía de una mujer de mediana edad que debía de ser mi tía Magda. Tenía el pelo recogido en un moño y su cara me recordaba en algo a la de un caballo. Me dedicó un sonrisa forzada. - Buenas noches, David, me alegro de verte - me dio un frío beso en la mejilla y, seguida en todo momento por Lili, me acompañó al interior de la casa - Espero que hayas tenido un buen viaje. - Sí, gracias - musité La puerta se cerró a mis espaldas y tuve la sensación de que tardaría mucho tiempo en volver a salir por ella. Me encontraba en un amplio recibidor al que conducían varias puertas en los extremos de la estancia. Una de ellas estaba abierta y debía de conducir a la cocina, pues un delicioso aroma proveniente de esta me recordó lo hambriento que estaba. Toda la habitación parecía no haber sido ordenada en mucho tiempo. El polvo cubría por completo el suelo y los muebles. Frente a mí había una enorme y vieja escalera que ascendía, supuse, hacia las dependencias del piso superior. La tía Magda me observaba fijamente. - Debes de estar hambriento - repuso - He hecho la cena para los tres. Puedes tomarla ahora si quieres y luego te enseñaré tu habitación. Se dio la vuelta y penetró en la cocina con Lili agarrada a sus faldas. No quise seguirlas inmediatamente y decidí permanecer un rato solo en el recibidor tratando de habituarme a mi nuevo hogar. La tía Magda, Lili y yo. "Menudo trío", pensé. Paseé por la estancia curioseando cada una de las puertas. Con cuidado, ya que en aquella casa todo parecía crujir o chirriar al mínimo roce, abrí la primera puerta, que conducía a un desvencijado salón. Apenas vislumbré lo que había dentro, ya que la luz estaba apagada y no me atreví a encenderla. La siguiente puerta era la del cuarto de baño más anticuado que había visto en mi vida. Pero parecía el único lugar limpio de la casa y eso me alegró. Al fin y al cabo, tendría que usarlo con frecuencia. La última puerta estaba situada junto a la escalera y parecía conducir a algún tipo de sótano. Titubeando, giré el manillar, pero estaba cerrada con llave. Traté de abrirla con más decisión, pero resultó inútil. Desistí de seguir investigando la casa y, con un suspiro, me dirigí a la cocina. Estaba a punto de entrar, cuando un súbito repiqueteo me hizo volverme sobresaltado. Miré a mi alrededor y vi cómo una pequeña pelota bajaba rodando rápidamente por las escaleras. Rebotó de escalón en escalón y finalmente llegó rodando hasta detenerse a mis pies. Lentamente dirigí mis ojos hacia arriba, hacia el lugar desde donde necesariamente alguien había lanzado esa pelota. Pero no había nadie. Sólo oscuridad. Tragué saliva y sentí cómo el vello de mi espalda se me erizaba mientras entraba deprisa en la cocina. No podía quitarme de la cabeza la sospecha de que, en realidad, Magda y Lili no habían estado viviendo solas en aquella casa todo aquel tiempo. Alcé la mirada de nuevo, no contento con aquel silencio. Al girarme, vi a tía Magda sonriente, tranquila y sentada a la mesa, esperando. No me dijo nada, dándome absoluto permiso para explorar. Recogí la pelota a mis pies y me acerqué a la deteriorada escalera. De repente, la figura de una pequeña niña, de unos seis años, asomó por la barandilla, mirándome fijamente con sus negros ojos. Sonrió y me tendió la mano, sin que comprendiera el porqué. Al ver que no respondía, bajó las escaleras corriendo, intentando no perder su precario equilibrio. Sonreí, divertido. La niña se paró delante de mí, me cogió la pelota y volvió a sonreír. Pero no mencionó palabra. -Es sordomuda.- Declaró alguien, en lo alto de la escalera. Al levantar la mirada vi a un corpulento hombre de mediana edad. Sonrió bajando y posó una de sus gruesas manos en mi hombro. - No te dirá nada, pero la comprenderás con el tiempo. Tu debes ser el famoso David, ¿no? Asentí en silencio y le acompañe hasta la cocina. Allí estaba servida una suculenta cena. Aquel hombre, del que aún desconocía el nombre, se sentó a la cabeza y me cedió la otra punta para mí. Al sentarse él, las dos niñas y mi tía bajaron la vista, entrelazaron las manos y esperaron. Aun sin esperármelo, me vi bendiciendo la mesa. -Señor... - Empecé, sin saber muy bien que debía hacer.- bendice estos alimentos que vamos a tomar y que tan gratamente recibimos. Protégenos a nosotros que aquí aún estamos y cuida de mis padres, que contigo están. Amén. ¡Lo prometo! Yo jamás habría dicho estas palabras. Ni siquiera creía en Dios, pues me consideraba ateo. Pero ante las miradas complacidas de mi nueva familia, decidí no decir nada, absorbido por una extraña aurora de tranquilidad. Cenamos compartiendo una apacible charla sobre mí, mi viaje y como me sentía. Curiosamente, desde el entierro de mis padres, era la primera vez que no lloraba al hablar de aquellos temas. ¿Quién había sentenciado a mi tía con el titulo de loca o extraña? En aquel momento me parecía la persona más afable que había visto nunca. Al igual que Alfonso, su marido y padre de su segunda hija, María, la pequeña sordomuda. Aquella familia me parecía tan normal como cualquier otra, por lo cual la noche me pilló desprevenido. Al terminar la cena las niñas me pidieron que las acompañara a su cuarto. Así lo hice y, para mi asombro, vi que la casa, aún descuidada, era inmensamente grande e imponente. Cada niña tenia su cuarto, pero se acostaban juntas, en una misma cama de matrimonio. La pequeña María me parecía fascinante, más por sus intentos de comunicarse conmigo como para conseguir que sonriera. De todos, era a ella a la que más aprecio le había tomado. Volví a bajar a la cocina y me senté con mis tíos a tomar un café. Estuvimos hablando con la absoluta normalidad que tendríamos si yo llevara allí tres meses. Antes de marcharme a dormir, Alfonso me hizo una propuesta. -Me gustaría que me ayudaras a hacer algunas reparaciones. Empecé hace tiempo, pero tuve un ataque de lumbago y tuve que dejarlo. Asentí, complacido y me fui a mi cuarto. Mis maletas estaban allí, junto con un hombre que no conocía que depositaba la última. Se giró y me sonrió. -Esta es la última. Le agradecí el esfuerzo y me dejó solo, de nuevo, en mi nuevo hogar. Mi primera terrorífica noche se redujo a un pequeño gato perdido que se coló en mi habitación y una tormenta de otoño. A la mañana siguiente, toda la paz de la que me habían hecho participes continuó, extrañándome. Vino a levantarme la pequeña María y me llevó a la cocina, con prisas y una sonrisa en los labios. Empecé a trabajar media hora después, parando para comer y aún jugué con las niñas antes de seguir trabajando. Aquella rutina que tanto me apasionó, para mi asombro, duró dos meses. Después caí enfermo. Las esperanzas por mi no parecían buenas. Lili cuchicheaba que yo tampoco aguantaría. Tía Magda me cuidaba a base de hiervas i brebajes que ella misma preparaba. Y yo no mejoraba. Las noches empezaban a hacerse cada vez más frías en aquella casa tan antigua. Mis fiebres aumentaban y cada vez deliraba más. Una noche pensé que en realidad iba a reunirme con mis padres. Fue la peor noche de todas. Tuve un extraño sueño. Me encontraba en mi cama, de nuevo, con mi madre. Me besó la mejilla... y desaparecía. El viaje, concurrido y peligroso. Mis familiares, cuchicheando sobre mi nueva extraña familia... la familiaridad con la que me habían acogido... Todo se mezcló en una increíble pesadilla, donde mis padres venían a por mí y la única que quería impedirlo era la pequeña María. Desperté sobresaltado y la encontré acurrucada a mi lado, abrazándome y murmurando cosas. Me miró y sonrió. -¿Cómo estás?- Me preguntó. ¡María podía hablar! -Bien. Pero tú... No supe que decir. No quería ofenderla. -No soy muda. Reclamó.- Pero no puedo hablar. Papá me haría daño. -¿Porqué?- Intenté incorporarme. Me sentía extraño. -Dice que cuando una niña ha visto demasiado, debe callar para que no le hagan daño. Mamá no lo sabe. Pero mamá se fue y papa dijo que no se lo dijera a nadie que podía hablar. -¿De que mamá me hablas?- Le pregunté. Entonces recordé que tan solo tenia seis años. -Tu tía no es mi madre. Pero eso no debías saberlo. Que papá no se entere o me hará daño, ¿vale? En aquel momento me convertí en cómplice de María y volví a caer dormido. Pasé un mes en cama y al recuperarme, lo primero que ice fue suponer que lo de María había sido un sueño. No había vuelto a hablarme hasta aquella tarde en que me llevó detrás de la casa y me mostró la despensa. -Aquí no hay nada, pero hay mucho. Encendí la luz de petróleo que había allí y contemplé una variada biblioteca. Tomé un tomo polvoriento y lo contemplé. -¿Que quieres que haga con todo esto? -Quiero que los leas. Yo no se leer y aún si supiera no podría. Pero se que aquí esta el secreto por el que mamá se fue y tu estás aquí. Aquella misma noche acudí a mi primera cita con la historia oculta de mi familia. Aquellos libros hablaban de magia, de hechizos y rituales en su mayoría. Curiosamente entendí los tres primeros que leí, en casi un mes de robar horas a la noche. Pasó un año en que cada noche acudía a la mágica biblioteca, y lo único que había descubierto era una supuesta relación de mi familia con un antiguo clan de cazabrujas de la edad media. En mi cabeza rondaba una sola cuestión. ¿Cómo era posible todo aquello que estaba leyendo? Estamos el siglo XXI. Acabé por saber traducir libros a partir de otros, como si los hubiera leído en el orden correcto por una extraña razón. No la conocía, pero me daba igual. Solo quería saber por que motivo estaba allí. Y dos años después de la primera enfermedad, volví a caer enfermo. De los cien libros que había allí abajo, me quedaba uno, muy extraño y muy grueso. No había sacado nada en limpio de los otros 99, pero me daba igual, quería leerlo costase lo que costase. Estaba muy enfermo, pero aquella noche me levanté. Bajo los fogonazos de los relámpagos me vestí y me abrigué como pude. Al ponerme de pie, un ataque de tos me mando al suelo, retorciéndome de puro dolor, como si algo muy grande pugnara por salir fuera de mi cuerpo. Casi a rastras me deslicé hasta el patio. La lluvia caía con una furia insólita. Seguí caminando, agarrándome a todo cuanto pude. Necesitaba terminar aquel libro aquella misma noche. No sabia porqué. Pero debía hacerlo. Abrí la puertecilla y me deslicé dentro. Trabé la entrada con fuerza y encendí la luz. El libro me esperaba allí, tal como lo había dejado. Y continué leyendo bajo el ruido de la lluvia al caer y la frustración de la tormenta. De repente lo entendí todo. Cada frase que terminaba me dejaba claro algunos puntos, demostrándome que toda la lectura no había sido en vano. Página tras página fui adivinando mi turbulento pasado. Mi madre, o mejor dicho, sus antepasados, habían sido cazadoras de brujas. Curiosamente, la madre de María (encontré algunos datos suyos en aquellos libros que debían ser de ella), era una bruja. Deducí que María también debía serlo. O podría serlo. Giré la página con nerviosismo. Ya solo quedaba saber que hacía yo allí. El último capitulo. Me encontraba fatal y sabia que me iba a morir. Era la sensación que tenia. Descorché el último capitulo y leí llevado por un irrefrenable impulso de saber que aquel capítulo era para mí. La tormenta comenzó a rugir con más intensidad. El agua a entrar en el sótano. Pero con todo yo estaba metido en un tremendo trance del que no podía salir. Aquel capitulo sabia como me llamaba yo y toda mi historia. Aquel capitulo era mi iniciación en el arte oculta de la hechicería de la cual había aprendido tanto. Un ataque de tos izo que me detuviera cuando quedaban apenas diez páginas. Oí unas pisadas, pero no les ice caso. Debía terminar. Pero mi obsesión me perdió. La puerta cedió, dejando entrar mucha agua. Recogí el libro para que no se mojara y una luz me iluminó la cara cuando me apartaba para no mojarme. Era Alfonso, con una linterna. Se me quedó mirando, observó el estudio un momento y después gritó. Se acercó enfurecido e intentó sacarme el libro. Pero lo defendí con uñas y dientes. Acabé saliendo a campo abierto. La lluvia era intensa, pero estaba dispuesta a luchar hasta conseguir salvar mi libro. Tropecé, pero no lo solté. Alfonso acabó dándome caza. Me cogió por las mojadas ropas y me quitó el libro, que inmediatamente arrojó a lo lejos. Intenté rebelarme, pero me lo impidió. -¿Se puede saber que pretendes? -Me espetó, levantándome del suelo. -Tengo que terminar de leer ese libro. ¡Está escrito para mí! Lo miró y después dijo: -No lo permitiré. Mi amada se perdió por culpa de estos libros y los conservé en honor a su memoria. Pero no pienso permitir que tu, sobrino de mi mujer, a la que quiero tanto, te pierdas también por ellos. Intenté resistirme, pero cuanto obtuve fue un duro golpe y la sensación de que mi mundo se perdía definitivamente. Desperté de nuevo en mi cama, envuelto en mantas y ropajes cálidos. Al abrir los ojos vi a tía Magda esperándome cerca, velándome. -¿Cómo estás? Preguntó, acercándose. -Mejor.- Respondí. Me noté cansado y dolorido.- He tenido un extraño sueño. -Cuéntamelo. -Alfonso intentaba impedir que terminara de leer unos viejos libros. Decía que habían sido la perdición de su amada y no quería que yo... ¿Qué es ese olor a hoguera? Me asomé a la ventana y miré al patio. Allí se alzaba una gran hoguera y Alfonso arrojaba, uno tras otro, viejos libros. -¿Qué hace?- Pregunté. ¡No estará quemándolos! -No.- Contestó tía Magda. Esta evitando que caigas en una terrible perdición. -Pero.. ¿Por qué?- Mi desesperación era absoluta. Tía Magda... ¡He pasado dos años con vosotros y esos libros lo eran todo! Entonces caí al suelo, llevado por el dolor y el cansancio. -Tía... yo quería leerlo... quería saber porqué estoy aquí. -Calmate David. Llegaste aquí sin más. Esos libros no tienen nada que ver contigo... pero eran una vía para llevarte con tus padres. Por eso te interesaban. Me cogió y metió en la cama. Luego me tapó y me acarició. -Es cuestión de que renueves tu vida. Olvida todo lo que te pudieron enseñar los libros o lo que te dijera María. No debes hacerlo. -¿Entonces sabes que María no es muda? -María es muda. Pero igual que tu la oíste, yo la oigo. Pero ella no lo sabe. Es muda por culpa de su madre y cierto hechizo. Me lo contó Alfonso. Pero tu eres mi sobrino, hijo de mi hermana. No quiero que te pase nada. Acabé por rendirme a la evidencia. No podía ser un brujo ni debía serlo. Suspiré. -Olvida que María puede decirte cosas y no podrá decirte nada más. Conduce tu vida... y renuévala. Después me dio de beber uno de sus brebajes i caí profundamente dormido. Durante aquel sueño supe que pugnaba por salir de mi la última noche de los libros. Soñé de nuevo con mi madre. Ella salía de mí, suavemente, sin hacerme daño alguno. Recordé como había intentado escapar de mí al querer acabar aquellos libros. Durante mi sueño, se quedó a mi lado, arropándome, y haciéndome saber, sin que pudiera evitarlo, que estaba en mi lugar. Isabel Ávalos. Noviembre del 2001. |
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eclipse | Publicado el 16-12-2002 23:12:20 |
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ESCENA: DOS CHICAS!!!! Era un dia lluvioso, con unas enormes nubes negras, y unos truenos insaciables, la noche sería larga. - Pufff...vaya dia tía, tu ahs visto como llueve...no me siento ni los pies..los tengo mojadisimo voy a por dos toallas. - Vale no te preocupes.... Veronica fue en busca de las dos toalla que tenia en su armario de su dormitorio, mientras Natalia se quito la gavardina y se sentó tranquilamente en una de las butacas viejas que tenia su amiga. Natalia empezó a observar descaradamente todas las partes del comedor....de fonde se oia... -Natalia! voy enseguida, he de recojer las toallas que estan estendidas!! -Tranquila no te preocupes Mientras Natalia aprovecho para revisar bie su comedor...y analizó detenidamente las distinats secciones del comedor y la cocina....en al cocina se encontró con un diaro....mas bien personal...Natalia...se quedó pensando, y decidio no leerlo, volvió a la vieja butaca y se acomodó. -Aqui estan, no als encontraba, ten toma una - Gracias, tienes un piso bonito - ya te lo enseñare mejor otor dia, con tranquilidad. - Puedo llamar a un taxi? - si claro De pronto hubo un apagón en toda la ciudad.............. (mañana lo sigo chicas k he d eirme a la cama virco lee y mañana te lo sigo) Nooo s eme acaba de ocurrir otra cosa.....kien kiera continuarlo k escriba y la persona k lo continue y pare..k otra lo siga...KEREIS?sera divertido!!!! |
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vircoph | Publicado el 17-12-2002 00:12:40 |
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NO me tientes, Eclipse... Acepto el reto... a ver que sale en diez minutos: En aquel momento de oscuridad, el sonido de fondo se hizo más evidente que nunca. La lluvia repiqueteaba los cristales con furia y sin pausa. Ambas estaban de pie y alguien, en la lejania, tocaba dulcemente un saxofón. -Vaya... -susurró Vero, mirando en la oscuridad su salon. -Voy a por unas velas. Salió del comedor a tientas, con la confianza de quien vive en aquella casa. Natalia la observó alejarse en la penumbra que algún que otro rayo permetia sin enterderla muy bien. Natalia tomó una de las toallas y se descalzó. Tambien tenia los pies calados. Empezó a secarse el pelo y se acercó a donde recordaba haver visto el telefono momentos antes de que la luz las abandonara y lo tomó, decidida a marcharse antes de que aquello avanzara más... sentia miedo. El saxofon seguia sonando, dulcemente "Pero parece triste... " pensó para su interior. Vero volvió con una triste vela en sus manos. La tenue luz a duras penas ilumiaba su rostro, suracado por gotas que aún resbalaban de su negro cabello. Dejó la vela sobre la mesa y se giró hacia Nati: -¿Te marcharás?- Preguntó, tomando la segunda toalla. -No hay linea... -Dijo Nati, muy apeslumbrada... seguia sintiendo miedo. -Pues quedate. Si te marchas con esta lluvia mañana tendrás una pulmonia... Y aquí hay sitio. Sigo viviendo sola despues de tanto tiempo... El silencio se alzó entre ellas. Aquel saxofon seguia sonando, muy lejos y dulce... "Que triste es... " Pensó Nati, secandose los pies, lentamente. "... después de todo..." -Muchas gracias, Vero. No me apetecia tener que mojarme de nuevo... -Ella se acercó a Nati. Le tomó el hombro y se lo estrechó. -Sabes que puedes quedarte. Y más un dia como hoy. -¿Estas segura?- Preguntó Nati. Vero se sentó a su lado y le tomó una mano, que estaba fría y temblorosa. -Que la última vez que nos viermos estuvieramos enfadadas no quiere decir que ahora te vaya a dejar tirada, despues de tanto tiempo... Weno... no se. Es la primera vez que escribo tanto con un narrador omnisciente... lo mio es la primera persona protagonista... ¿que tal lo he hecho? |
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eclipse | Publicado el 17-12-2002 21:12:26 |
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Lo has echo mejor k yo..escribes muy bien virco en serio tienes un don especial..sigo vale?a ver como ira saliendo este experimento,jajaja. -Mira Natalia...quiero que sepas...que te quede claro, que tienes la puerta abierta y no tienes que sentirte mal si te ofrezco que te quedes a pasar la noche en mi casa. - Gracias Vero eres muy amable, despues de todo sigue nuestra amistad. - Claro que si.... Vero la miraba fijamente mientras cojia la mano de Nati, con la poca luz que desprendia la vela, Nati sintió algo distinto, algo especial en aquella amistad que tenían durante 5 años. Mientras ellas dos no paraban de mirarse, sucumbía ese sonido celestial y a la vez triste del saxofon...y Vero habló - Que mas podemso pedir....?musica para las dos y una factura d ela luz mas barata...jajajajaj las dos empezarona reirse pero Nati quedaba sorprendida pq la mano que tomó Vero no se la soltó mientars estubieron sentadas en el sofa. De pronto paro la musica del saxofon, y Vero se lebantó del sofa... - Voy a ver si tengo una linterna por ahi Nati que con esta iremso a ciegas por el piso - Quieres que te acompañé? - Tienes miedo? - jajaja...si la verdad es que si - que boba eres Nati, no pasan los años para ti jajaja Las dos se dirigieron al despacho de Vero, cerca de su mesa d etrabajo habia un armario, Vero lo abrió mientras su amiga sujetaba la vela. -A ver...donde debe estar?si lo puse aqui... Vero buscaba y buscaba alborotando todos los objetos que tenía alli guardados, mienntras que Nati desprendio uan sonrisa hacia ella y ella se dio cuenta. -Que...? de que te ries? -De ti, eres un desastre algun dia perderas la cabeza. - ah si?jajaja venga busca tu a ver si tienes mas suerte que yo Nati tomó el relevo y empezó a buscar. Vero tb se echo a reir y dijo... -Que tp lo encuentras? - Que quieres que encuentre en este armario tan desordenado - Vaya huesped mas quisquillosa Las dos estubieron riendose, y se rindieron tubieron k apañarselas con al triste vela. -Dejalo Nati vayamos a la habitacion te preparare la cama - De acuerdo, te ayudo sigue virco jajajaajaj tienes ideas geniale sme ha gustado lo del saxofon jajajaaj peor no pensaba sk iba a dejar al pobre saxofonista tocando toda la santa noche pobrete jajaajaj venga un besazo wuapaaaa |
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i_love_lena | Publicado el 17-12-2002 22:12:59 |
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Eeeeeeeeeeeee...x favor...no nos dejeis asi juasjuasjuas,qya han llegado a la habitacion,enga..seguid | |
char | Publicado el 18-12-2002 01:12:22 |
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Vero le dio la vela a Natalia para poder prepararle la cama e inconscientemente eligio las sabanas mas bonitas. Mientras las extendia sobre el colchon escucho como Natalia dejaba la vela encima de la mesita, para ponerse al otro extremo y ayudarla, llegando un punto en el que quedaron las dos frente a frente, iluminadas por la tenue luz de la vela y a escasos centimetros... "Solo seria un beso" se dijo Vero.... En que estaba pensando ? se aparto rapidamente y se puso a poner la funda del cojin bruscamente........ a ver cual es la guapa que sigue! |
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vircoph | Publicado el 18-12-2002 02:12:26 |
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Si, si... ya va! Perdonadme, pero hoy echaban una peli que no podia perderme por que hace siglos que queria verla. "tu a londres y yo a California". Así que no lo he hecho... ahora va. Para todas: si teneis ganas, continuadla. Esto no es solo entre yo y Eclipse.... animaos! Eclipse... ya se por donde vas.... todavia es pronto... hay demasiados elementos volado... ahí van más: MIra char... ya la tenia publicada pero voy a añadir tus elementos... Siguió con su tarea.... -Esta es la habitación de los invitados... no la uso mucho, apenas cuando viene mi madre a verme o... cuando alguien se queda como hoy tu... - Comentó Vero, empenzando a vestir la cama delicadamente, evitando hacer mucho aire para no apagar la vela. No tenia sentido alterarse... -Parece bonita... - Dijo Natalia, pese a que no veia más allá de lo que la vela le permitia... Observaba a Vero trabajar con tranquilidad y naturalidad. En aquella ocasión no le habia soltado la mano... pero la distancia a la que se habian quedado la habia ehco dudar... ¿Cuanto hacía que no se veían? ¿Uno, dos años? Se habian llamado varias veces... pese a que ella seguia sintiendo los remordimients de su última visita... -¡Listo!- Exclamó Vero, sacando de sus pensamientos a Nati. - ¿Te apetece cenar? -Sí, por supuesto. ¿Te importa que cocine yo? Vero sonrió. Todavia recordaba los excelentes platos que Nati preparaba... Aquella situación por fin se estaba volviendo agradable... e incluso familiar. La fuerza de su sonrisa se intensificó agradablemente. -Adelante... todavia recuerdo la última cena que preparaste... Ambas se dirigieron tranquilamente a la cocina. La lluvia seguia callendo sin descanso, como si en realidad jamás hubiera de dejar de llover. Pero aquello no las preocupava. Era alguna cosa aún más intensa y perseverante lo que a ambas les ponia la piel de gallina. "es triste" volvió a pensar Nati, bajando la mirada al suelo. La cocina era mucho más pequeña de lo que Nati podia imaginar en comparación con el resto de la casa. Vero captó la sorpresa: -Es adecuada.-Argumentó. - Tengo tres habiatciones, una de las cuales es mi despacho, el comedor, la sala y el baño... si la cocina fuera aún más grande me sentiria aún más sola en este piso tan grande... Sin pensarlo mucho tomó la vela que sujetaba Nati y se puso a buscar dentro de un armario. Sacó otras cinco velas que encendióy repartió por la cocina. -¿Suficeinte luz?- Preguntó, mirandola. Nati asintió en silencio y empezó a explorar la concina mientras Vero, aún con la vela en la mano, empezó a preparar la mesa. Los pensamientos de las dos no estaban tan lejanos. Mientras cortaba unas rebanadas de pan, Nati pensaba en todo el tiempo que havia pasado desde que se habían conocido... ya hacía cinco años... "Que lástima que luego empezaramos cada una su vida... ella estudiando... yo trabajando... La he echado mucho de menos... " Vero, por su parte, extendia le mantel sobre la mesa, colocaba con delicadeza los platos y pensaba en como hubiera sido su vida si estuviera trabajando... "No se por que me entesté en seguir estudiando... Ahora a duras penas vivo... estudio doce horas al dia, trabajo seis y el resto duermo... Nos lo habíamos pasado muy bien durante el bachillerato..." El aroma de la comida empezó a invadir lentamente el comedor. Nati apareció con un par de bandejas en las que había, por un lado, una mágnífica ensalada.... En la otra, Pan, tomates y embutidos... Aún resgresó a la cocina y tomó otro plato con lomo y patatas... La cena era sencilla, pero apetitosa. Mientras Nati lo colocaba todo, Vero volvió a la cocina y tomó un par de velas más. Apagó el resto y regresó al comedor. Nati ya estaba setnada, esperando. El resto de velas se incorporó a la mesa y ambas se miraron... De nuevo el saxofón... esta vez con una melodia completamente suave, como si no quisiera interrumpir en aquel momento... Vero cerró los ojos y escuchó durante unos instatantes... Aquella melodia le encantaba... y sabia que el músico se esforzaba cada día mas por hacerlo mejor... -Que bonita... -Murmuró Nati, que tambien se habia dejado llevar por la música. - ¿Siempre toca? -Si... - Contestó Nati, volviendo lentamente a la realidad. - Quiere ser músico. Es un chico que vive en el piso de arriba... es muy simpático... Toca mucho... sobretodo cuando esta triste.... Pero sabe que me gustan estas canciones y siempre las toca cuando sabe que estoy en casa.... Weno chicas... uff... Se me ha hecho super tarde. Pero no podia irme a dormir así... estoy en pleno ataque de insipiración.... y eso es mu malo...por que solo pienso en escribir.... asíq ue hacerme un favor y acabar con mi agonia caunto antes... Y animaros! Eclipse... gracias por tus alagos...pero mucha gente escribe mucho mjor que yo... Tu tampoco lo haces nada mal! Me gustan tus ideas! A ver si sabes por dónde voy... Un bechote! Vircoph. |
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